viernes, 20 de marzo de 2020

José María Pallaoro (La Plata, Argentina, 1959)



Árboles

La zanja hace meses está anegada, una pérdida, algo subterráneo que intenta ser superficie. El palo borracho hace el cuatro perfectamente. Algunos fresnos, abedules, álamos y sauces, aferrados a la soledad acuosa, se deslizan hacia el este de la calle, no tan lejos del ancho río. No hay que descuidar sus raíces, imposible trasplantarlos cuando casi acarician el cielo. Lejanas tierras los esperan, piensan algunos vecinos. Muchos árboles se trasplantan, agregan. Esos árboles ahí nacieron, no hay que descuidar sus raíces. No hay que acumular botellas vacías en la vereda inhóspita.




El idiota

Ser músico. Ése fue el sueño de mi vida. Aunque se quedó en eso, en un sueño. Todos sabemos, decía mi profesor de literatura, que los sueños, sueños son, y que dejan de ser sueños, eso decía mi psicoanalista, cuando ponemos la mayor voluntad en alcanzarlos. De esa manera se convierten en una meta. Y la mía fue ser músico. Pero si pensara esto estaría mintiendo. Y lo que es peor, me estaría mintiendo. Así que nunca tuve la meta de ser músico, sí el sueño. Me veía tocando la guitarra o la batería en una banda de rock. O formando parte de un trío de jazz como el de Bill Evans (por supuesto, sería el pianista) o soplando un saxo a lo John Coltrane. Nunca ocurrió. Los planetas se juntaron, y decidí cambiar de sueño. Y mi sueño fue ser un constructor de sueños, no un simple constructor, quería ser el gran constructor. Por suerte, además del sueño tenía la meta. No había día que no pensara en construir ese gran sueño. Hasta ahora no ocurrió. Y después de tanto tiempo y para ser sincero, ni siquiera tengo ganas de comenzar la carrera.





Estufa

El Primus de Arlt junta polvo en el altillo que está encima del baño. Cuando lo comento, nadie lo cree. De que sea el Primus de Roberto Arlt. Les cuento la historia, y no sé si termino de convencerlos, pero genero una duda razonable. Dura nada, luego de la distracción, la conversación continúa su cauce natural; en mi círculo más íntimo, a nadie le interesa la literatura.

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