NYC o la otra isla
que vibraba contra tu piel negrísima.
Estabas hastiada de escuchar a los tigueres gritándote obscenidades
mientras esperabas la ruta B
y deseando estar en una parada en New York
y no una en L.A,
Los Alcarrizos.
O esperando la señal de Walk
y no verle la cara a un pusher
que se fuma la yerba que te vende
y te dice que eres la única negra
a la que le ofrece una ñapa,
¡mmg!
En tus ojos se refleja la violencia de las calles
y el calor de la ciudad,
te viste bajando en bicicleta como en esos días,
pero en la otra isla donde creciste,
no en esta.
Te criaste en Yonkers,
y a los 9 años te trajeron a Boca Chica a conocer
a las hermanas de tu papá
Te volviste loca con los mangos
y odiaste los mosquitos.
Volviste a la isla por esa nostalgia inútil
de los millennials Dominicanyor
de querer re-encontrar sus raíces
y lo único que encontraste fue mucho calor,
muchos mosquitos
y muchos tigueres queriendo mangarte y chapiarte
porque todo lo que veían
fue que llegaste de los Niuyores.
No muy diferente de allá,
que los blanquitos se ponían a tu merced
y te alababan las nalgas
wow babe you’re so exotic, can I have your number?
Cuando volviste a la otra isla
tu mamá se puso mala
porque te rapaste a caco
disque «descolonizándote»
trataste de explicarle el rechazo a lo eurocéntrico
y ella no entendía de esa vaina
porque todo lo que vio
fue que tú ya no querías volver al salón por andar despeinada
y que no te iba a dejar volver pa’ RD
porque «allá» te volviste loca.
Te la pasas ahora en un limbo nostálgico,
porque perteneces y no
a dos lugares a la vez,
demasiado negra y demasiado gringa.
Yo quería aliviar tu dolor, mi negra,
o amansarte el calor
y lo único que me dijiste fue
«no, thanks, ya me voy»
y te montaste en una FENATRANO
con destino a no sé dónde,
dejándome con la fría en la mano.
(Fuente: Asamblea de palabras)
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