viernes, 12 de julio de 2019
Jaime Luis Huenún (Valdivia, Chile, 1967)
La calle Mandelstam
Sentimos el invierno en el estómago,
y no podemos, como antes, mordisquear
–con vano y fino orgullo–
hierbas, cortezas y piedras
en los ásperos caminos de la diáspora.
La poesía nos dejó
arrugas en los ojos y en la lengua,
un huevo diminuto envuelto en un pañuelo
y el humo del tren que parte
hacia la nieve gris de la Revolución.
Pero envejecer no es nada nuevo
y viajar sólo es un modo
–como lo son tantos otros–
de imaginar bellos paisajes,
mientras altos guardianes nos escoltan
por largos y fríos andenes
hacia la nueva felicidad.
Hemos sobrevivido a la clonación del terror,
hemos sobrevivido a la musa del miedo
que derrite la nieve y entibia los nidos
de los mirlos hambrientos.
Nos quedan sin embargo muchos, largos años
de tranquila miseria, de viajes sin retorno
a una cueva vacía sin fogatas ni sombras.
Sabemos por ahora –y siempre lo supimos–
que en la casa ambulante del poeta proscrito
montan guardia serena en vigilia y en sueño
los dioses tutelares de la ruina y la cruz.
Voy sin prisa por la Calle
de los Falsificadores,
esperando que este tiempo
se libere al fin de mí.
Sigo rumbo por la Vía
de los Locos y Asesinos
manteniendo a duras penas
la distancia y la razón.
Mi destino, ya lo adviertes,
es infame y perdulario,
aunque en esta esquina roja
solo cae lluvia gris.
(Fuente: Caína bella)
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario