lunes, 8 de julio de 2019

José Saramago (Portugal, 1922 - España, 2010)


La mesa es el primer objeto


La mesa es el primer objeto del sueño.
Es blanca, de madera blanca, sin pintura.
Tiene papeles blancos que flotan y huyen de los gestos.
El lugar sería un despacho si no fuese una especie de ábside con peldaños.
La pared curvada, sin revoque, muestra las piedras desgastadas.
Cuando el soñador despierte, tratará de saber dónde estuvo y ha de recordar una ruina parecida, en París, en el museo de Cluny.
Pero no está seguro.
Los papeles blancos no obedecen, y esto impacienta al soñador.
De pronto hay una presencia en el ábside, no exactamente una presencia, una amenaza que se difunde y se cierne.
Comienza el terror.
El hombre que sueña quiere resistir, pero el miedo es más fuerte, y allí no hay nadie a quien tuviese que mostrar valor.
Huye por un largo pasillo y se para junto a una puerta que sin duda da a un jardín.
Mira hacia atrás, alguien va a aparecer.
Al fondo del pasillo cruza rápidamente una muchacha color de humo.
El miedo es insoportable.
La muchacha viene por el pasillo, remolineando en zigzag, rebotando de pared en pared.
«¿Quién eres?», pregunta el hombre que sueña.
«Amapola», responde la muchacha, y se ríe sin ruido.
El miedo lanza al hombre al jardín.
Cae al suelo, y la muchacha, ya no color de humo, sino sucia, cae también.
Al caer se duplica, y ambas luchan arrancándose jirones de ropas y de carne que enseguida se recomponen.
El hombre no aguanta más, tiene que liberarse ya.
Pero aparece otra muchacha, igual a las otras, y ésta es mucho mayor.
Están todos tendidos en el suelo, presos unos a otros, y sin embargo no se tocan.
La muchacha grande tiene un huevo dentro del bolsillo del delantal.
Si ese huevo se tirase al jardín y se partiera, sería el final de la pesadilla.
Porque en ese momento el hombre sabe que está soñando.
La muchacha grande se sienta en el suelo, dobla las rodillas, la falda resbala por sus muslos y el sexo queda al aire.
El huevo, es necesario quitarle el huevo.
La muchacha empieza a agitarse, riéndose.
Ha llegado el momento.
El hombre mete su mano en el bolsillo, coge el huevo.
Y se despierta.
 
 
 
(Fuente: Biblioteca Ignoria)

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