miércoles, 26 de septiembre de 2018

José Kozer (Cuba, 1940)


IMAGO MUNDI



Una barra de cereal, unos tamales criollos, café de
máquina, sucedáneo del
azúcar (Estevia) rebanada
de pan de semillas, harina
integral, Perú, ahora, los
ojos chisporroteando, el
aliento cálido, el cuerpo
limpio ese fragor, el
vientre regulado gracias
al consumo de sopa de
remolacha, edad provecta
(han de ser los genes
del abuelo paterno
naziasesinado en
Varsovia) la Muerte
al doblar de la esquina,
compromisos pocos y
más bien literarios, un
dinero suficiente en el
bolsillo izquierdo, tarjeta
de crédito saldada (soy
poco moderno) bien
casado, desayunamos
conversando sobre la
situación mundial, dos
minutos más tarde en
las noticias otro bombazo,
apagamos: no son modos
de comenzar el día
manoseando la mañana
con los tiempos que
corren, mundo
adulterado, todo
revuelto y de
cabeza, hora de
encender el brasero,
acercarse a la ventana
doble, ancha, nieva.
No tengo país, se secó la enredadera, el galán de
noche no despide su
dulzón aroma, el
florero de la sala
resquebrajó los
suelos de baldosa,
las paredes de la
sala, maderas del
techo y muebles,
el propio cristal de
Murano con las cuatro
variedades de flores,
helechos que dejaran
a la hora de salir a
perpetuidad para no
regresar a albas
conocidas, sosiego
de atardeceres con
el veguero en la mano
izquierda en alto, todo
se daba por sentado
hasta que vino aquello,
nos pasaron factura,
salimos (agolpados) al
balcón, vitoreamos, nos
volvimos de espalda,
aterrizamos (cuestión
de media hora sube y
baja). Nos esfumamos
rumbo norte resarciéndonos
en unos años. Y de lejos
cada vez más lejos
desistimos de todo
salvo el idioma.

Y ahí va con sus secuencias a cuestas mi biografía.

La actualizo. Setenta y ocho años. Lima. Acabo de
desayunar exquisiteces
peruanas (un ceviche de
ampanga) las mejores
cocinas de América la
mexicana y la peruana
las peores la cubana y
la argentina. Todo es
concreto: la habitación
(1020 for the record) del
hotel (Los Delfines) la
barra de cereal, la
máquina de hacer café,
la camarera risueña, al
natural: nos explica
asuntos de comida
peruana, un orden,
una vida que termina
sin mayores contratiempos
(dedos cruzo) de poco me
quejo: no me ha ido mal,
burgués sin embonpoint,
al rato calistenia, declinará
como siempre el día a su
hora, mañana a casa: la
actual. En unos meses
no recordaré que estuve
en Lima, comí tamales,
me duché dos veces al
día de puro aburrido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario