«La casa»
Los labios y trenzas de esa mujer
irradiaban luz cuando por casualidad la conocí.
Ella arrancó una flor de mis costillas
y voló hasta la fuente
donde construyó su casa con su resplandeciente seda.
Cuando la besé,
corrió como una gacela
brillando a través del campo abierto de Dios.
Le dije: «¿Quién eres, yegua del agua?»
y ella dijo: «Soy reina».
Cuando la abracé
ella me envolvió con sus olas
y encendió las estrellas de mi espíritu.
Le dije: «¿Quién eres, flor de terciopelo?».
Ella dijo: «Soy las plumas del ruiseñor,
la leche de los besos».
Cuando le di mi más dulce abrazo
y realicé mi oración ritual,
ella irrumpió a través de mí, de cada célula y vena
y erigió sobre mi cadáver
una casa que existirá toda la vida.
(Fuente: Descontexto)
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