El trueno
derrocha
langostas
y manantiales,
y cosas que no se ven.
no eran
dulces salmodias
o veranos nacidisimos
del invierno acezante:
dagas en el cauterio,
vulgares amatistas,
hurones
malditos sean.
Aquello
era la rodilla
hincada
ante
el rey
que desangraba
su territorio,
ganaba un laurel
y se marchaba
con un ronquido
y la corona demacrada.
"Oi, oi, mana mou."
Inedito
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