El plato vacío:
En la doméstica posteridad del plato vacío
hay lugar para cualquier historia. Cabe el busto
de Ugolino, un yermo infestado de lestrigones, el
onda de tiempo (cifra irremontable de horas y pirámides).
Este plato de barro cocido, con su tueste oscuro
de disco y floripondio, puede jugar a precipitarse
y estallar en añicos, y disolverse entre el danzante
dominó de las baldosas.
O acometer el río, ese áspid de viva porcelana y,
en arrebato de loca alfarería, conocer la libertad.
(Fuente: Meta Poesía)
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