sábado, 25 de mayo de 2024

Omar Shabanah (Amman, Jordania, 1958)

 

«El poeta»

Versión de Juan Carlos Villavicencio




FRAGMENTO 3
 
Aquí
en el piso diez.
Aquí
en un cuarto
en el piso diez.

Aquí
sobre la ciudad,
entre las torres de la ciudad
sobre un mar tranquilo,
entre temblores y luz cálida,
entre fracturas y un sueño,
un pájaro se acuesta a descansar.

Aquí
en su noche
en el piso diez
duerme el lobo anciano.

Pero el viejo sigue siendo como un lobo,
tomando con la noche de su destierro,
y toma al son de los desterrados de la copa
y dibuja por toda su ciudad
retazos de memoria,
y una oscuridad brillante llena de mártires.

Y toca, en la noche de la muerte,
una canción sobre la franca libertad.

Y escribe amor desde la ciudad de su pasión.
Canta, soñando con la ciudad de sus visiones.
Lee recuerdos acerca de deambular
y revolotear, ahogándose en la ilusión de la muerte. 

Un anciano
intenta recuperar la infancia,
y traer de vuelta a los árboles,
y a un campo que lo hiere con el calor del Valle del Jordán.

Un hombre adulto recupera la inservible tierra para la trilla 
al ritmo de un mar muerto
y el sonido de los fedayines junto al río.

Un hombre adulto rozando los cincuenta.

Un hombre adulto que no se siente de mediana edad en espíritu,
pero en los recuerdos
su mediana edad crece como un árbol.

Aquí,
en el piso diez,
los recuerdos vienen
como la bestia que sigue al exilio.

Aquí
en el piso diez.
Aquí hay un niño que esconde cuadernos
hechos con balas fedayines
en su bolso.

Un muchacho que tomaba mensajes
desde su campamento hasta su exilio en las torres de oficinas.
Soñando con el aire de su pueblo detrás del río
él sigue un río de pensamientos
y se sumerge en negros pozos de aislamiento.

Aquí hay un hombre
que ha vagado por las capitales
escondiendo una hermosa ilusión en sus bolsos:
un cuadro llamado revolución.
  
Y fue confundido y extraviado.
Extraviado y confundido
hasta que se perdió a sí mismo en el mundo
y su universo se convirtió en un pozo.

Aquí,
en el piso diez.

Aquí los años se reúnen, día a día.
Aquí, un hombre adulto
recoge los recuerdos de su vida,
reúne a abuelas y niños,
y ve lo que la gente no ve.

Ve, a su edad, una chispa decrépita
procedente de la era de Adán
– o –
ve los años como días.
Aquí, un hombre adulto.

Aquí,
reunidos en la casa,
en la Casa del Poeta
cerca de una piscina.

Aquí
lo que sea que haya entre Fayrouz y Korsakov,
entre el mar y las montañas,
y entre una civilización cuyo turno ha llegado

y entre una civilización anterior
que ocupa el corazón
entre los chinos, los romanos y los hicsos.
Los difuntos se sienten atraídos por él,
aquí
están presentes todos los amantes del tiempo.
 
Y ha llegado Tarfa ibn al-Abd
con la opción de dos infiernos.

Aquí está Ovidio con sus Metamorfosis.
Aquí está Dante con la Divina Comedia, forjando su viaje.

Aquí está el espíritu de Ibn Burd y al-Ma'arri,
y aquellos seguidores de Abu Nuwas
y de los salvajes vagabundos.

Aquí están Dalí y Picasso y Guernica,
y Lorca vino trayendo el texto de Neruda
para demostrar que había vivido,
y aquí está Kavafis para escribir un cartel para las ciudades en ruinas.

Aquí.

Aquí estoy
otra imagen de La tierra baldía.
Aquí está Eco, que
dibujó la iglesia con el nombre de la rosa
y Henry en el Trópico del escándalo.
Walt Whitman llorando con sus hojas de hierba seca.

Aquí está Al-Sayyab,
contando una historia sobre una prostituta ciega.
Él la conoce
y desborda su exilio a través del Golfo.
Aquí.
Aquí, al décimo piso

vinieron al-Jundi y 'Adwan.
Umran vino 
de mallaja de los poetas
y vino Muhammad al-Qaysi.
Vino leyendo La Despedida:
«A mis días
A la ráfaga del tomillo de montaña».
Él vino del Festival de Jerash,
para llorar por la matanza que hizo crecer las anémonas.
Él volvió de su muerte
para contar su exilio.
Vino a decir:
«¿Cuántas veces moriremos para no separarnos?».
Y el vino
a tocar la flauta durante los días en el campamento,
a tocar su flauta en las calles del exilio.

Aquí dejará salir el sonido de la poesía y el poeta:

Para tu alma, oh Muhammad al-Qaysi,
oh amigo de los desposeídos
y maestro de los ghazals,
Tomo un vaso tras otro.
Bebo lo que queda de ti en mí,
y me emborracho con tus poemas que dejaron
huellas que el tiempo no olvida.
Me trago días enteros que bebimos juntos
en la oficina secreta,
o en la casa de Layla.
Oh príncipe de la poesía y de los viajes

tu rostro no se aleja
de tu barba solemne
ni de tu voz 
–la voz de la montaña–
ni de tu luto interminable.
Entonces parto a la eternidad.
Hasta los confines de la eternidad
así es que deja que mi sangre llore.

Aquí, en el piso diez

el anciano lloró solo por sus amigos errantes.
Lloró por pueblos como los iroqueses, 
que fueron destruidos.
¿Pero dónde está la música de esas primeras naciones?
¿Dónde está su canto?

Y lloró.
Lloró por un sol oscurecido por el avance de los halcones de metal
desde el oeste de esta existencia,
desde los comerciantes de armas y morfina.

Lloró por una luna amiga que desaparecía entre los barrotes,
bebiendo 'La Galaxia de los Muertos' como un vaso lleno,
y lloró por otra luna destruida por una bomba,
y por una tercera, cuyas células del alma fueron traspasadas
por las huellas del cáncer.

Llegó la hierba palestina
de la ciudad de Deir al-Ghusun
a Qatanna en las colinas que rodean Jerusalén.

Llegó el niño seguido por los francotiradores.
Él vino,

vino un niño del Campamento Wihdat,
y un niño del Campamento Baq'a,
aquí se conocieron.

Aquí,
en el piso diez.
Aquí,
en el asiento para la mediana edad,
bebiendo whisky
y llorando,
bebiendo vodka
y contando los recuerdos de los años,
tejiendo recuerdos para los asesinados y el mañana asesino. 

Aquí
en el piso diez
Me siento.

Soy el poeta.

Estoy en el piso diez.

Soy la sorpresa.

Soy el pájaro que verá
el fin del diluvio
y vendrá portando la rama de la liberación.
Aquí.

Aquí
sobre la ciudad,
entre las torres de la ciudad,
no veo ni un niño ni un hombre adulto

veo un fantasma delgado con los ojos hundidos como yo,
bebiendo vodka,
sus dedos me hacen señas,
y estoy sentado donde él está sentado
bebiendo vodka.

Y bajamos –
no se adónde
pero me veo en los espejos de su alma
y lo veo en mi alma.

Lo veo recorriendo caminos.
Él me ve, mira más allá de él para ver adónde voy,
entonces me perdí y él se perdió.

Grito: Tú eres Noé para nuestra era
él grita: Tú eres Noé para nuestra era 
 
Grito: tú eres mi nacimiento
y él grita: tú eres mi muerte
Entonces gritamos:
tu eres mi nacimiento y mi muerte
oh mi hermano en el piso diez.


(Fuente: Descontexto)

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario