5 poemas de sombría / estrella / fugaz
Este poemario enhebra hilos entre el universo y el caos existencial en la Tierra, e intenta ordenar los ríos por los que fluye la vida cotidiana: amor, mito, rutina diaria, deber… Cada poema abre una tormenta de metáforas en las que el poeta objeta algunas bases de la existencia humana.
En Zenda reproducimos cinco poemas de sombría/estrella/fugaz (Eolas), de Mario Pera.
***
Bosque negro
Cortar la roca
dejar que el arpegio fúnebre corra en el pentagrama del próximo invierno
permitir que el silencio envuelva al árbol que arde
día tras día
frente al mar
la misma ceniza de la rama
presiona sobre nuestra frente
el polvo
y forma
la huella de una larva
el incidente
un sol invisible que palpita mientras los pájaros se alejan del oeste
corta con un hilo tenso los bordes del verano
segundo nacimiento
entre avispas que aletean y saltan con violencia
mientras la floresta se calcina
un óvulo levita y anida el día en el abismo oculto del fogón
hasta perder de vista la flecha
que vuela sin ser oída
entre constelaciones que forman
como rebaños
un bosque negro
***
Rumbo solar
Vuelve a mí tu rostro sin ojos
vuelve el ruido del lápiz
arando una partitura en el papel
los límites de tu sombra en el abecedario de la sangre
disco negro que gira como un aura
en torno a tu cabeza
con el peso implacable del amor en tu pulso
y la mueca del armadillo moribundo
sobre tus labios
se acumulan nubes en la ventana y flores podridas en tu cuello
el galope de mi aliento busca tu origen
bajo mi cuerpo
danza la estrella
hace erupción
entre las ramas que atraviesan el cielo
como una escalera
hacia lo inevitable
Cae el trinar del ave
el humo del crepúsculo
en latigazos que se sumergen en la espalda
Puebla el rayo solar el sendero
la lentitud del nuevo día contra el suelo
ese bostezo que se abre como un grillete
al concluir la noche
arrugados los párpados por tu oscuridad
lavo las cenizas en tu dorso y descubro
el número áureo del lenguaje
de los cuerpos que se hallan en la luz de las partículas condenadas a fluir
a cavar por largo tiempo una sombra
en el vacío de la chispa
Vuelve a mí tu rostro sin ojos
el ruido del lápiz quebrando tu esqueleto
para sacar el polvo de la estrella
a distancia truena tu respiración
los átomos blancos que revolotean
abro pausado y alevoso una grieta entre tus piernas
y en ellas
alzo el puñal como un almendro de bronce
a punto de florecer
***
Camuflaje
El ojo con que escribo, es aquel con el que tarjo un poema resbalando de mi dedo
El ojo con que me atraganto, es aquel con el que observo el borde de la luz en el otoño
El ojo con que olvido, es aquel con el que horado la palabra hasta la carne
El ojo con que enfermo, es aquel con el que marchito el plumaje del amor
El ojo con que brillo, es aquel con el que cicatrizo el vacío que me dejó su cuerpo
El ojo con que alzo los días, es aquel con el que soplo el sonido de su piel mientras cae
El ojo con que canto, es aquel con el que me derrumbo como un trueno sobre el pasto herido
El ojo con que ilumino, es aquel con el que broto y me expando hasta encajar en sí mis espinas
El ojo con que humedezco, es aquel con el que abro la sílaba en mi lengua
El ojo con que enciendo, es aquel con el que estallo los pétalos pudriendo la tierra
El ojo con que oscilo, es aquel con el que agito la tarde entre mis venas
El ojo con que me coagulo, es aquel con el que desuello el florecer de la semilla y carbonizo el cerezo
El ojo con que escribo, es aquel con el que hundo en una flecha en pleno vuelo
el dolor del ciervo
a punto de morir
***
Ceremonia oblicua
Nada es tan preciso como la sombra del sol contra la espina del cactus
cerrar los ojos bajo el caer de la lluvia
dudar del follaje que esconde al pájaro
alegoría que se hunde oblicua sobre la mejilla
con la violencia evolutiva de la voz
y la migración perpetua de los cuerpos hacia la ventana
el grávido afán por nombrar una tras otra las densidades
que pueblan el cuerpo agazapado entre las líneas del ocaso
luto reluciente de la angustia que hierve en la boca
Borrar la oscuridad
ajar la retina al pie del árbol cartesiano que nos guarece
la poesía respira por cada poro con un esplendor piramidal
solitaria en cada coito recoge
el vestigio de un amor inerte
sucio aire que resiste en el corazón
arde pulsa embate
es ausencia instalada como un nudo que vuelve a la garganta
hasta apagar la voz
Nada es tan preciso como la sombra de la hierba que crece sin raíz
rito banal de un pueblo atravesado por las ramas de la culpa
el remordimiento tejido en un manto amarrado sobre los ojos
con el encanto torpe de un cuerpo sin sombra sentado en una banca
borrada de su pecho la humedad de una lágrima
entronizada en él la estación más fría
cae el vacío
El costo de repetir las costumbres aprendidas en la infancia
herida que se abre como el maíz que se lanza a las palomas
truena la caracola para calmar el fracaso
los ojos del cuervo en los que se degrada el amanecer
al ramificarse el sol sobre un barro que al secar
pierde sus bordes
No existe nada tan preciso como el caminar de los cangrejos
o como aquello que es nada y sin embargo siempre ha existido
al acecho
ampollando la palabra en la garganta
irreconciliable
siempre a punto de explotar entre los dientes
***
Viento a favor
Limpiar la luz del ojo y su brillo derramado sobre la piedra
exprimir la luz del relámpago
su dureza
al brotar entre las ramas de los árboles
fluyendo el río prospera desde el cántaro agrietado de la niñez
fluyendo la claridad ocupa el horizonte
y aglutina los signos contra el seso
el símbolo
el gesto
lo humano burilado en la carne sin fondo
cubiertos los párpados por el barro de la premonición
enterrado el paisaje sin hallar sitio en la mirada
eco que nos destroza lento
con cada latido
Un pájaro sin alas corta el horizonte
poliniza el territorio perdido que gira entre las constelaciones
talla el hambre en las cuerdas de una voz
que habla sin oxigenarse
Limpiar la luz del ojo hasta que sangre la estrella
el amanecer
el regreso a ese primer rayo
oráculo del barrizal
y una vez más observar al gallo enloquecido cantando al sol
elevando las alas al cielo sobre la roca
esperando que con la lluvia caiga también el paraíso
Limpiar el rastro de la estrella del ojo
la alquimia de su amargo lenguaje
el hacha láctea que afilada derrumba el firmamento
conservando el fuego y su luz
una aureola falsa desorienta mi vuelo
como una libélula enciende el calor de la ausencia
Astro negro!
Trino que giras fingiendo ser
entre mis manos
la forma exacta del olvido
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Autor: Mario Pera. Título: sombría/estrella/fugaz. Editorial: Eolas.
(Fuente: Zenda libros)
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