Dos poemas
Mi abuela
Tenía una tienda de antigüedades - o ésta la tenía a ella.
Entre cucharas de apóstol * y cristal de Bristol,
sedas descoloridas, muebles pesados,
contemplaba su propio reflejo en las bandejas
de metal y las copas de plata, como para demostrar
que el brillo lo es todo, que no se necesita amor.
Y recuerdo que una vez me negué
a salir con ella, porque tenía miedo.
La razón quizá fuera que no quería me tratasen
como a un objeto antiguo. Aun cuando ella nunca dijo
que le doliese mi actitud, yo podía sentir la culpa
de esa negativa, imaginando cómo se sentiría.
Tiempo después, demasiado débil para llevar un negocio, guardó
todos sus objetos más valiosos en una habitación pequeña.
El lugar olía a viejo, a cosas que llevaban demasiado tiempo encerradas,
el olor de ausencias donde aparecen las sombras
a las que no se les puede sacar brillo. Ya no había nada
a lo que devolver de nuevo su propio reflejo.
Y cuando ella murió no sentí pena ninguna,
sólo la culpa por haberla rechazado una vez.
Entré en su habitación en medio de altos
aparadores y armarios - cosas que ella nunca usó
pero necesitaba y en las cuales no había ni la marca de un dedo,
sólo el polvo nuevo que caía a través del aire.
Sala de estar de un hospital psiquiátrico
Utrillo en la pared. Sube por las escaleras
una monja en Montmartre. Debajo, sentados, nosotros los pacientes.
No parece época de rimas lúcidas;
demasiadas alteraciones. No parece época
cuando nada puede fecundar o crecer.
Es como si un grito se abriera de par en par,
una boca exigiendo a todo el mundo que escuche.
Demasiada personas lloran, demasiadas se esconden
y miran fijamente dentro de sí. Tengo miedo,
aquí no hay chalecos salvavidas que ponerse.
La monja sube por las escaleras. La sala
se mueve hasta que el polvo vuela entre nuestros ojos.
La única esperanza es que vendrán visitas
y hablarán de otras cosas que nuestra enfermedad...
Tanto está anquilosado y aun así nada muere.
En Collected Poems 1953-1985, Carcanet, Manchester, 1987
Versión de Jonio González
*
Las llamadas cucharas de apóstol tienen la imagen de un apóstol o un
santo en el extremo del mango. Servían como recordatorio de la Última
Cena. Eran apreciadas sobre todo en Alemania y, especialmente,
Inglaterra. (N. del T.)
Otra Iglesia Es Imposible - Elizabeth Jennings - Carcanet Press - All Poetry - My Poetic Side - The Poetry Archive - Poetry Foundation - Batalla de Papel - Poetas Siglo XXI
Foto: Elizabeth Jennings por Rollie McKenna, 1957 Rosalie Thorne McKenna Foundation / University of Arizona Foundation / National Portrait Gallery, Londres
(Fuente: Otra Iglesia Es Imposible)
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