viernes, 25 de agosto de 2023

Héctor Giuliano (Piamonte, Italia, 1947)

 

PARTE DIARIO
 

En esta tierra
de congojas
y zarzales quemados,
no hay lugar
para hadas ambarinas
y abrazos de hidras y culebras.
 
No hay espacio
ni luces
que vengan del cielo
para sanar la tristeza
al errante peregrino,
al espíritu y la flecha.
Las hojas tiemblan
sin aire,
lloran las cabras,
late la espuela
y el potranco se escuerza,
castañetean dientes
como orejas
que oyen cerraduras violadas,
gime el que labura,
espumajea el enfermo,
come mierda Juan
y orina bebe Claudio,
turbio el arroyo,
arde la floresta,
y más se agranda
el que miente
y toca la misma guitarra.
Y el bobo corea
y el no bobo lo encuesta.
Y el que diga
lo contrario
no aprendió de guerras,
connubios y fijezas,
oro latón,
bilis por berenjena;
y el tolondro ve pasar un jote
y cree que canta una calandria,
ve los rictus de una hiena
y ve la risa de su mamacita,
pero a teta seca.
 
Regazo y regodeo,
del que tira los piolines,
encastillado
en el búnker,
punto omega
inmanente y trascendente
de trono continúa,
de jodas se apechuga,
palmadas y promesa reparte,
se cobra con embriones
y miserias;
a él
nuestro cuero,
nuestros no
y nuestros sí,
el alma,
los botones y pelusas,
el futuro,
el bolsillo
y bagatelas. 
 
No hay
"energía de síntesis",
"temporalidad/eternidad"
"el que estuviera allí",
no hay héroes,
esclarecidos o videntes,
comisiones reguladoras,
caudillos
que preñan cabezas,
cósmicos rayos
caen de a puñadas
sobre robo que nos han robado
y robarán.
 
La ley se reescribe:
cómplice;
la ley cambia:
embuste;
la ley arranca de cero,
sopa otra vez.
 

- Inédito -

 

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