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Al invierno
¡Invierno! Cierra tus puertas inquebrantables:
tuyo es el norte; allí has construido tu oscura
y profunda morada. No sacudas tus tejados,
ni inclines tus columnas con tu carro de hierro.
No me escucha; sobre las enormes profundidades
cabalga pesado; sus tormentas están desencadenadas,
enfundadas en acero corrugado; no me atrevo a levantar mis ojos,
porque ha alzado su vara sobre el mundo.
¡Mira! Ahora el monstruo espantoso, cuya piel se adhiere
a sus huesos fuertes, avanza sobre las rocas que crujen:
todo lo marchita en silencio, y en su mano
desnuda la tierra y congela la vida frágil.
Se sienta en los acantilados, — el marinero
grita en vano. ¡Pobre desgraciado, que lidia
con tormentas! — hasta que el cielo sonríe y el monstruo
es arrastrado, mientras grita, a sus cuevas debajo del Monte Hekla.
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To Winter
O Winter! bar thine adamantine doors:
The north is thine; there hast thou built thy dark
Deep-founded habitation. Shake not thy roofs,
Nor bend thy pillars with thine iron car.
He hears me not, but o’er the yawning deep
Rides heavy; his storms are unchain’d, sheathed
In ribbed steel; I dare not lift mine eyes,
For he hath rear’d his scepter o’er the world.
Lo! now the direful monster, whose skin clings
To his strong bones, strides o’er the groaning rocks:
He withers all in silence, and in his hand
Unclothes the earth, and freezes up frail life.
He takes his seat upon the cliffs, — the mariner
Cries in vain. Poor little wretch that deal’st
With storms! — till heaven smiles, and the monster
Is driven yelling to his caves beneath Mount Hecla.
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Extraído de The selected poems of William Blake – by Blake, William, 1757-1827 | Wordsworth Editions, 2000, p. 5 | Traducción de Juan Arabia | Buenos Aires Poetry, 2021.
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