EL SUEÑO DEL DODO
El dodo dormido, soñando con él mismo,
perdido en sus quehaceres. Su esposa montada
en una casa de fieras de proporciones imperiales.
Sus crías masacradas por deporte,
sin un pestañeo, salvo el viento,
que se hace eco de una vieja tonadilla.
Graznidos raros: coracú, coracú,
barridos por la niebla hasta la gruta,
hasta la plantación de azúcar. Picos raros
que se sacuden en el lago de ensueño del cenagal.
Cuerpos cómicos barridos hasta la escarpada
costa. Huesos raros, y luego, nada.
El sol pendía, sangraba en las nubes.
Los ojos de Dios inyectados en sangre, qué sorpresa tan triste.
El dodo se despertó y, al verlos,
despacio volvió a cerrar los suyos.
Fuera de este mundo, entró en el difuso
recuerdo de un verso olvidado por sí mismo.
(Fuente: Revista El Humo)
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