domingo, 10 de noviembre de 2019

Olga Khokhlova (Rusia, 1977)


Piedras

 

Supongo que no tuve suerte,
nací en el momento equivocado
y en un lugar equivocado.
En la longitud equivocada,
y más aún, la latitud.
En la errónea medida de mis puntos de vista
a través de las aberturas de mis ojos.
¿Y por cuánto tiempo?
Por todo, desde el principio del tiempo.


1.
Las blancas piedras del desierto susurran:
no te prometemos nada,
y así es la vida,
volamos para de alguna manera siempre extraviarse.
Parece que recientemente fuiste amado,
todo tiembla y se derrumba. Oh Señor, susurro,
respirando intensamente
el tiempo necesario para aprender a aceptar la verdad,
¿Pero por qué? ¿Para qué? ¿A través de cuál ley?
¿Todo esto realmente proviene del Señor?
Las piedras pesan en el pensamiento. Y los sueños enfermos
aprenden otra vez la alegría y el amor.
En la tierra blanca el desierto está listo para combatir
y nosotros somos solo rocas en la orilla de la guerra:
me estoy acostumbrando a pensar en un idioma
demasiado distinto del mío
para no quedar asombrada,
y no es muy difícil con una piedra escondida en mi pecho
y con otra piedra en su mano.

Tú abres, con las blancas
y…


2
Este juego, en principio, puede durar para siempre,
nosotros no lo comenzamos y no nos toca terminarlo.
Ellos dicen que la memoria es terapéutica y transeúnte
puede ser, pero no nos toca a nosotros decidir,
ellos dicen que en algún sitio quizás más allá del océano
en algún lugar
donde nosotros tenemos todavía que llegar o no,
existe la felicidad,
y allí sanarán las heridas al genuino brillo del sol.
Pero oscurece y amanece.
Y digo que desafortunadamente la felicidad es imposible
y con esto, de hecho, doy el primer paso
y tú miras hondo en mis ojos cautelosamente
… muy cautelosamente
como si me tocara a mí decidir.


3.
Me gustaría olvidar todo como una pesadilla,
como cerrar los ojos ante la arena,
esta arena que mana, mana y mana
y no puede ser acallada.
Mana un suspiro: todo esto nace de Mí.
Aquí están mis manos. Señor, tómalo todo.
Mis noches blancas y mis días más negros
me dejan a la deriva.


4.
Para besar labios salados y regarlos con tequila.
Aquí en la orilla, yo amé y aquí no amé.
Las rayas de la muerte,
el pasado es una muerte salada.
Aquí caminé sobre mi cuello
y aquí, muy profundamente,
caminé sobre mi dolor como sobre un camino
gastado hasta el hueso blanco de mis pies descalzos
aquí, aún en tierra seca,
atravesé mi memoria
y aquí, no me mires, me derrumbé.


5.
No siento nada, ya no hay dolor,
no siento nada, ni siquiera dolor.
Escucho el drone detrás de mi tórax
y nadie nos presenta su arrepentimiento. Nadie.
Es el eco antiguo ¿de un verano? ¿De una contienda?
solo un eco, acarreando la culpa de nadie.
Miro un flash, escucho desencadenarse un gatillo
y aquí estamos nosotros
para recordarnos entre las ruinas.
Y ya no puedo recordar a quiénes hablaste,
pero recuerdo la infinita ternura de tus palabras.


 
 
 incluido en Arquitrave (Segunda época, nº 60, junio-septiembre de 2015, Colombia, versión de José María Zonta).
 
 
(Fuente: Asamblea de palabras)

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