martes, 16 de octubre de 2018

Horacio Aige


HUGO PADELETTI


Nadie sabe
de aquellas cosas
que ahora
son otras cosas.
De su algo
en abstención y estruendo.
Días claros
donde cada hormiga
cala toda hoja.
Y si es una vejez
en juventud,
…donde
toda tarde es ritornello,
en para cuándo…,
(¿y quién interroga,
y quién es el interrogado?)
si aquellas manos piensan,
que la rosa es para la rosa.
Difícil entonces
cada muerte vivir
porque nadie pone
estos versos al poeta
en sus límpidas desiertas manos,
de estaciones inciertas
dentro de las cuales,
todo tiempo es duro,
en la espera del poema
para el poeta.
Pero en duro recuerdo, certeza
o rareza,
crece, vasta la noche,
de raíz, horizontal,
o de muda voz, que desciende
mineral,
al origen del agua, inicial
y sobre el retorno, en tumulto,
multánime,
todo es espera,
regreso, aire,
vocal.
Por tu nombre,
campo plano, música,
yuyal
y para aquellas tardes últimas,
de ojos de tu madre meditando,
vuelve a pensar esa armonía Keats
por la tarde de Hampstead.
Todas meras cosas que dijiste,
digo, o se dicen
de antiguos plenos rumbos
ya casi extraños,
si te acercas o alejas
a las simples tenazas
que sostienen el anhelo
a todos los rostros
del futuro
en transición terrible
a lo más ajeno.

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