martes, 23 de octubre de 2018

Alejandro Cesario (Argentina)

 

Tiempo



Casi en la igualdad.

Hay cicatrices,
calles con prosodia.

 

Yo leo las escrituras ignoradas,
los paréntesis,
regreso a las arterias del potrero,

a la antigua palangre de mi barrio
en óbito creciente.




Así de simple


A Manuel, mi bisabuelo

Vino desprovisto,
trajo la espera entre sus manos.

Rescoldo que lo desgarra.

Pulgar amputado.
No lee.
Alma cuarteada.
Boca empastada.

Conato descienden sus fornidos brazos
con los últimos rayos del poniente,
sus gruñidos, su voz acémila,
su cuerpo cernícalo,
hollado en la morriña.

Pañuelo de cendal sostiene su estampa.

Pico y pala… pico y pala…
nunca pudo terminar
el bruto muro de la casa propia.


Pelón


Se alumbra
con sesgo de luz ambarina.

Ropa harapienta,
manos ajadas curtidas,
borsalino de fieltro negro,
cerilla en la boca.

Carro pelado
en búsqueda de chorra,

penco que bostea,
relincho que humilla,

botella escorada.


Zapala


Respiro sediento sobre las vías muertas, enmohecidas.
Yuyos crecidos granan a los hierros despreciados.
Voces otrora resuenan en la estación acallada.
Vagón de carga sobre rieles amnésicos.
La virgen de Luján en beatitud excelsa tapada por el polvo térreo.
El sol que se urde incinerando la fugaz esperanza.

Me siento sobre un durmiente prístino.
Es todo mutismo, soledad, sequía.

Es la Patagonia.


Agonía


A mi abuela

Lentamente la peino.
Suspira sus postreros pesares
que se desploman sobre mí.

Hediondez que viene de la cama de al lado.
Ojitos pegoteados.
Ósmosis de calma y desesperación.
Oxígeno hueco.

La vuelvo a atusar con mucha timidez.

Lo único que sobreviven
son los bártulos que velan en la memoria.

Aguardo que el cielo linde sobre ella,
que se vaya por la cánula de su puericia.

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