sábado, 15 de febrero de 2020

José Kozer (La Habana, Cuba, 1940)


Cántico


Para Antonio Piedra


Antes, y ya son décadas fraguaba belleza, en el
harnero de Dios cribo
hoy, fuga de auroras,
vacío vegetal (río) rocío
matinal, polvillo óseo:
me contento esquivando,
me pongo de perfil, un
solo ojo para mirar a
fondo como me
desfondo, con un ojo
se ve menos: despacio
voy variando, me
contento viendo
sobrenadar en la
superficie del
momento algún
quehacer, la ventana,
una conversación de
su mano, en realidad
me guía, me atavío de
chino con batilongo
estampado de semilunas,
caracolas y coleta: me
llevo la tela al oído no
oigo nada, qué oír, la
tela cubre y calla, soy
un chino ancestral,
territorial, de Dios
tarugo, en una cumbre
bebemos vino de arroz,
hago el conteo, está
claro que somos nueve,
de gutapercha los
cuerpos, de estraza
el contenido, dioses
de estropajo nos
contemplan. Muere
Dios verdadero en
ropa interior, lo percibo
a la desbandada para
su resurrección,
inconsútil.


El reloj de las cinco dio las cinco reparé de primera y
pata la falta de badajo,
fanal de hierro hecho
trizas, el viento se
arqueaba insonoro,
cuestión de travesías
y espacios la duración:
llano, llano, que me voy.
¿Y el asidero? Ah, he
aquí mi contento, la
fibra vegetal del
almuerzo, el estropajo
en el borde material
del fregadero, mi
madre, el ceño
fruncido, lude y
lude la vajilla: la
miro desde abajo,
mis fondillos sucios,
mis partes inquietas.
Furia y desvío contra
el mal de ojo, también
los zahoríes mueren:
cueva, caverna el
reencuentro, a la
hora de la muerte
huelo insaciable su
matriz. En general
útero y regreso,
astilla universal la
descomposición. Y
antes las hormigas,
la flor que denominan
bola de mundo, volumen
de Dios, y el agua, Señor,
el agua, y la adafina del
sábado.

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