martes, 1 de octubre de 2019

Nelly Sachs (Alemania, 1891 - 1970)



Las cumbres de los montes
se besarán
cuando los hombres
abandonen
sus cabañas de muerte
y -con los arco iris-
coronen
al consuelo de siete colores
de la tierra que sangra -



Antes de que crezca, os escucharé Isaías *

¡Hace mucho que hemos olvidado el escuchar!
Si Él -en otro tiempo- nos hubiera plantado
plantado como hierba de dunas, en el mar
eterno,
creceríamos en pasturas tupidas,
como la lechuga crece en el huerto.

Aunque tengamos asuntos
que nos lleven más allá
de Su luz,
aunque bebamos el agua de cañerías
que se acerque muriendo
a nuestra boca, eternamente sedienta,
aunque caminemos por una calle
bajo la cual la tierra ha sido llevada al silencio
por un empedrado...
no debemos vender nuestro oído,
oh, nuestro oído no debemos vender.
También en el mercado,
en el cálculo del polvo,
más de uno da -rápidamente- un salto
sobre la cuerda de la nostalgia;
porque él escuchó algo,
dio el salto fuera del polvo
y sació su oído.
Apretad; oh, apretad -en el día de la
destrucción-
a la tierra el oído que escucha,
y escucharéis, a través del sueño
escucharéis
cómo en la muerte
empieza la vida.



* Isaías: Y puso mi boca como espada aguda, me cubrió con la sombra de su mano; y me puso por saeta bruñida, me guardó en su aljaba.




Al amanecer,
cuando un ave ensaya el despertar...
empieza el momento de la nostalgia de todo el
polvo
al que la muerte ha abandonado

Oh, hora de los nacidos,
pariendo en dolores en los que se forma
la primera costilla
de un nuevo ser humano.

Amado, la nostalgia de tu polvo
atraviesa rugiendo mi corazón.



Coro de los Consoladores

Somos jardineros que nos hemos quedado sin
flores...
No se puede plantar ninguna hierba medicinal
de ayer para mañana.
La salvia se ha marchitado en las cunas,
el romero ha perdido su aroma
delante de los nuevos muertos,
incluso el ajenjo estuvo amargo, sólo ayer.
Las flores del consuelo brotaron demasiado
brevemente
no alcanzan para el dolor de una lágrima de
niño.

Quizá nueva semilla
arraigue en el corazón de un cantor nocturno.
¿Quién de nosotros puede consolar?
En las profundidades del desfiladero
entre el ayer y el mañana
está el querubín
pulveriza con sus alas el rayo del dolor
pero sus manos mantienen separadas las rocas
del ayer y del mañana
como los bordes de una herida
que debe permanecer abierta
que aún no puede sanar.

Los rayos del dolor
no dejan conciliar el sueño
al campo del olvido
¿Quién de nosotros puede consolar?

Jardineros somos,
y nos hemos quedado sin flores,
y estamos sobre una estrella que irradia,
y lloramos.






(Fuente: Poéticamente correcto)

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