sábado, 19 de octubre de 2019

Gösta Ågren (Finlandia, 1936)


Mañana otoñal 

 

De niño encontré una vez
un dios moribundo. Yacía inmóvil
entre sus alas esperando
que lo dejasen
en libertad. El hombre es
polvo; sólo los dioses pueden morir.
Al alba él ya se había hundido
en una montaña que ahora temblaba
al compás de los latidos de su corazón. Sólo los cordones
de los caminos la mantenían unida. En lo alto,
al este, se derramaban intestinos ardientes
entre las nubes. Comprendí
que un dios utiliza toda
la realidad como cuerpo
cuando sufre. Después
parecía un pájaro muerto,
pero yo sabía que ningún pájaro
puede morir tan profundamente.
 
 
 
 
 
(Fuente: Asamblea de palabras)

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