El paréntesis
Adoro cada noche al dios que persevera
en el
imprescindible oficio
de inventar el
paréntesis, el hueco
donde llenar la
voz
con las huellas
del día, con palabras
bien dichas, con
espejos donde tu piel proyecta
caricias
milenarias, despedidas y dudas.
Lo adoro en ese
tiempo del final de la tarde,
cuando todo se
vence a la lenta marea de las sombras
y vuelven viejas
sílabas a encontrar el sentido
que olvidamos:
nos ronda
la lectura
remota de un libro de Pavese,
rescoldos de
veranos y domingos,
devociones
ajadas por la labor del tiempo
pueblos que idealizamos
en paréntesis
como el que cada
tarde inventa
ese dios tan
extraño que vive en nuestra casa.
Del libro De viejas estaciones invernales.
2006.
Igitur.
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