viernes, 20 de abril de 2018

Héctor Berenguer (Argentina, 1948)


Pasión y muerte de Paolo PaSolini
                                                                                         (Bolonia, 5/3/1922- Ostia (2/11/75)


I
     Era día de todos los santos y no había mucha gente,
él le ofreció veinte mil liras. Amaba a esos muchachos de la vida que ofrecen sexo con un nombre de guerra. El elegido se llamaba Pino Rana, como podía llamarse Rocco, que ahora debe andar por la Vía Ostiense que conduce a la costa, o cualquier otro de los tantos, con falso cinturón D&amp, falso Rolex, falsos Rayband  y falsa identidad y que aún caminan con amor homicida,junto a la basílica de San Pablo o al Capitolio, en la cercanías del templo de Júpiter o como tu amor ocasional, donde el Tíber se convierte en la Fiumara Grande.
     Ahora debes volver a morir en la desolada Ostia, donde pensabas y escribías las últimas cosas, en las luminosas terrazas que dan a la costa, a donde el lagarto se funde con la arena sucia y el todo se hace nada en una línea de agua negra . “Vuelvo a ti, muerte y te redescubro, como el emigrado que ha hecho fortuna.”
II
 
   Aún la noche no te será revelada, la noche de los malditos que son benditos y no quieren serlo, pero los sigue el peso del deseo de una muerte inmaculada. Como los “accattone” o la última cena con la boca sedienta junto al Tíber. Los “Ciento veinte días de Gomorra” ya se han cumplido, la enemistad de los fascistas, católicos confesos, comunistas, brigadistas, demócratas mafiosos. 
   Edipo Rey tiene los ojos puestos en vos, te está mirando, Medea te espera sigilosa. Pero sobre todo, te llama la  humilde campesina que llora eternamente en “Il Porcile” y cuyas lágrimas aún lastiman la tierra que somos y seremos.   Gente normal / me condena al temblor/  a ocultarme/  a desaparecer… Ya los sicarios te esperan como centuriones en el desolado páramo de Ostia. Agitador de conciencias impuras. Te espera el camino al otro mar, el mar de los gentiles, esa Galilea indescifrable donde Mateo desató el ansia imposible de probar la muerte.
   La sangre de la justa muerte y a favor de los  muchos, pero muy pocos.  Mateo Leví  el recaudador arrepentido, el publicano que “vio la destrucción del templo”. Lo que antes fue en el momento y que ya es después, hasta el día de hoy.  El campo de alfarero, el campo de sangre.
   Deja que los indecisos entierren a sus muertos Ya nadie añade un codo a su vida  porque miran y no ven, oyen pero ni escuchan ni entienden : “Sporco comunista”, “Mascalzone”, “Frocio” “Fetuso”.
   Ya no siento delante de mi toda la vida /  Ahora tengo poco tiempo por culpa de la muerte/  Por culpa de este mundo inhumano.
III
 
   Dos de noviembre de mil novecientos setenta y cinco: dice “El Corriere della Sera”.
Asesino confeso: Giuseppe Pelosi, entonces tenía diecisiete años. Vivían  Moravia, su esposa Elsa Morante, el poeta Darío Bellezza. Entre tantos amigos nadie vio nada porque nadie miraba para ese lado y si miraban no te hubieran visto….
Oyeron pero no escucharon. Ahora se sabe que fue una conspiración. Ya lo había profetizado. Oriana en su desierto como Miriam, cuando vio a Jesús y nadie le creyó.
   Giorgio Napolitano “amigo de las artes” tampoco vio nada anormal.  Las Brigadas Rojas se ahogaron en otras sangres. El pueblo dijo: “Algo habrá hecho”… “Se muere como se vive”…   Derecha de la izquierda, izquierda de la derecha…
   Que solo que está el hombre que está sólo consigo.
                                                   
(Fuente: Poesía del Toto de Barro)


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