Llanto
Traducción de Robert Richard Rivas
Tú, un extraño, alma gemela,
que dejas atrás el
camino de la dicha.
escúchame.
Sé que tus pies
inocentes todavía están mojados
con la sangre de los
tuyos.
Manos extranjeras han
venido y te han tirado
la rosa sublime de la
libertad,
que finalmente brotó
de los dolores de tu raza.
Deja que su perfume
divino intoxique a todos,
deja que todos
-aquellos distantes, tu vecino,
[los desagradecidos,
vengan y quemen
incienso
ante la Diosa de la
Justicia
que tú tallaste en la
piedra con tu martillo.
Orgullosos sembradores,
dejad que otros recojan con sus
[guadañas
el trigo que madura
en la tierra dorada que labrásteis.
Porque si sóis
perseguidos por el crudo Mal,
no olvidéis que
habéis nacido
para traer el mundo
el fructífero Bien.
Camina por las
avenidas jubilosas
y no permitas que los
contentos vean en tus ojos
aquella imagen de
cadáveres y ceniza.
Dispensa al pasante,
sea un buen hombre o un criminal.
Porque el dolor
Armenio
emerge en la faz de
tus ojos.
Mientras caminas a
través del cruce-de-caminos del júbilo,
no permitas que una
mota de contento o una lágrima
manchen la
majestuosidad del dolor.
Porque para los
derrotados las lágrimas son cobardía
y para los victoriosos,
la sonrisa es frívola, una arruga.
Mujer armenia, con
velos oscureciéndote como la muerte.
Tú, hombre joven con
angustia nativa
corriendo por tu
rostro,
camina calle abajo
sin furia ni odio
y exclama: qué día
brillante,
qué sarcástico cavador
de tumbas...
qué turba, qué
danzas, qué alegría
y cuántas fiestas por
todas partes...
Nuestras mortajas
rojas son banderas de victoria.
Los huesos de
nuestros hermanos son flautas...
con ellos hay otros
haciendo músicas extrañas.
Pero no tiembles
hermana desconocida,
o hermano de destino.
Mientras estudian las
estrellas
cobren ánimo, sigan
adelante.
La ley de la vida
permanece la misma...
los seres humanos no
pueden entenderse entre sí.
Y esta tarde antes de
la puesta del sol
todos ustedes
regresarán a sus casas,
sean éstas de mármol
o de barro,
y calmadamente
cerrarán las traicioneras
persianas de sus
ventanas.
Ciérrenlas del
malvado Capital,
ciérrenlas en la cara
de la humanidad,
y en la cara de su
dios.
Aún la lámpara sobre su
mesa
se extinguirá
por los claros
susurros de sus almas.
Poesía del Genocidio Armenio
(Fuente: Poesía del Toro de Barro)
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