domingo, 25 de febrero de 2024

José Watanabe (Perú, 1945 - 2007)

 

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𝗣𝗼𝗲𝗺𝗮 𝘁𝗿á𝗴𝗶𝗰𝗼 𝗰𝗼𝗻 𝗱𝘂𝗱𝗼𝘀𝗼𝘀 𝗹𝗼𝗴𝗿𝗼𝘀 𝗰ó𝗺𝗶𝗰𝗼𝘀

 

Mi familia no tiene médico
ni sacerdote ni visitas
y todos se tienden en la playa
saludables bajo el sol del verano.
Algunas yerbas nos curan los males del estómago
y la religión sólo entra con las campanas alborotando los canarios.
Aquí todos se han muerto con una modestia conmovedora,
mi padre, por ejemplo, el lamentable Prometeo
silenciosamente picado por el cáncer más bravo que las águilas.
Ahora nosotros
ninguno doctor o notable
en el corazón de modestas tribus,
la tribu de los relojeros
la más triste de los empleados públicos
la de los taxistas
la de los dueños de fonda
de vez en cuando nos ponemos trágicos y nos preguntamos por la muerte.
Pero hoy estamos aquí saludables escuchando el murmullo
de la mar que es el morir.
Y este murmullo nos reconcilia con el otro murmullo del río
por cuya ribera anduvimos matando sapos sin misericordia,
reventándolos con un palo sobre las piedras del río tan metafórico
que da risa.
Y nadie había en la ribera contemplando nuestras vidas hace años
sino solamente nosotros
los que ahora descansamos colorados bajo el verano
como esperando el vuelo del garrote
sobre nuestra barriga
sobre nuestra cabeza
nada notable
nada notable.
_______


EL LÍMITE

 

Negras siluetas de pájaros de cartón pegadas en el vidrio
de los ventanales
advierten a los pájaros de vuelo distraído o ensimismado
que hay un límite en la transparencia del aire.
Los ventanales son sellados, herméticos al invierno
pero también a todo sonido.
En el mundo de afuera
no ladra el perro que, ladrando, espanta palomas,
no se oye la canción silbada del jardinero turco,
no crujen las hojarascas al rodar de las bicicletas.
Esos movimientos perfectamente silenciosos
adquieren cierta ritualidad que nos asusta.
Los enfermos somos
una triste fila de ángeles de amplias batas para volar.
¿Quiénes serán nos preguntamos los cinco escogidos (de entre cien)
que volverán al mundo donde cada movimiento
dura con su sonido?
Una desesperanza completa sería mejor que la incertidumbre estadística.
Tienen razón esas negras siluetas en el vidrio, vistas
siempre en el borde difuso de nuestras miradas:
«Hacia afuera
es más severo el límite en la transparencia del aire».
 
 
(Fuente: Lab De Poesía)

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