domingo, 26 de noviembre de 2023

Juan José Saer (Serodino, Santa Fe, 1937 - París, 2005)

 

Puede ser una imagen de 1 persona

 

En el día de todos los santos

 

 
En este día de todos tus siervos, oh Dios, quiero hablarte cara a cara.
Perdóname que te tutee; Colastiné duerme en paz.
Eres dios y señor de todas las piedras, de todos los ríos, de todas las plantas y de todos los animales;
pero tu nombre es una sombra fugitiva.
Quería hablar contigo desde tiempo atrás.
Si has creado el mundo, quizá sabes tanto de él como sabe mi mano de este poema inesperado que ahora escribe.
Los hombres te soñamos poderoso, vemos tu nombre inscripto en cada estrella del cielo,
fuente de toda sabiduría, de toda gracia y de toda condenación.
Tus manos expanden la noche, tus ojos son como rayos de fuego puro.
Pero quizá tú también tiemblas, tú también dudas.
 
Pienso en la carne llagada de esos tus siervos, oh Dios mío.
También nosotros verteríamos nuestra sangre si la maceración se hiciera de pronto luz.
Pero atravesamos ciegos y torpes la cuerda floja que tiembla sobre el mar negro.
Nuestra sangre es anónima, fría y perecedera.
Esos tus siervos arrojaron sobre tu cuerpo oscuro sus treinta monedas de luz.
A nuestra semejanza te hemos creado, oh Dios mío.
Quizá tú también indagas en la oscuridad el fundamento de tu incierto destino,
y por las noches, desnudo en tu reino, lloras una pena solitaria.
Has hecho mal el mundo, oh Dios mío, lo has llenado de muerte y misterio,
de frágiles vidas que estallan con un incomprensible gemido.
Aire, fuego, tierra y agua, sollozan sin paz en una eterna intemperie.
Quizá te compadeces de ti mismo,
pero eres tu propio juez, tu propio testigo, tu propia víctima.
 
¡Oh, que haya una instancia más alta!
Desgarraremos el firmamento y pediremos por ti.
 
La piedra cambia sola bajo su dura corteza,
nos abatimos en el interior de nuestra piel,
los ojos del perro no nos dicen nada.
 
En el día de tus siervos, hablo contigo cara a cara.
Mi palabra es serena, mi queja es melancólica y es clara.
Danos, para comprender el mundo, una luz nueva que sea nuestro sostén.
Dánosla, o la arrancaremos con nuestras propias manos.
Queremos descifrar la muerte, la vida, el aire, los veranos.
Una luz libre, para nuestra condenación o nuestro bien.
Y esto lo pido en el día de todos tus siervos ultrajados. Amén.
 
 
noviembre 2 de 1963
*****

(Fuente: Daniel Rafalovich)

No hay comentarios:

Publicar un comentario