jueves, 30 de noviembre de 2023

Denise Levertov (Ilford, Reino Unido, 1923 - EEUU, 1997)

 

La afirmación

Denise Levertov - La afirmación

 

 

Versión: Isaías Garde


Como los nadadores que se atreven

a tenderse cara al cielo

mientras el agua los conduce,

como los halcones que reposan en el aire

que los sostiene,

así aprendería yo a alcanzar

la caída libre y flotar

en el abrazo profundo del Espíritu Creador,

sabiendo que no hay esfuerzo que obtenga

esa gracia que lo envuelve todo.

 


Denise Levertov - The Avowal 


As swimmers dare

to lie face to the sky

and water bears them,

as hawks rest upon air

and air sustains them,

so would I learn to attain

freefall, and float

into Creator Spirit’s deep embrace,

knowing no effort earns

that all-surrounding grace.

 

(Fuente: Isaías Garde)

 

Alberto Cisnero (La Matanza, Buenos Aires, 1975)

 

GILGAMESH: POESÍA Y POÉTICAS presenta a ALBERTO CISNERO
. Es poeta y editor.
En la entrevista, Alberto dice:
 
«Los libros los publico, que es como destruirlos en pedacitos y arrojarlos y confiar en que el viento y los lectores los van a volver a armar de algún modo.»
 

SELECCIÓN DE SU OBRA

 
 
en “Clase 75” (2023, inédito)
 
 
1-
escribirlo requiere demasiados
detalles; necesitaríamos captar
todo de nuevo: en el recuerdo
el viento mecería achiras
sobre la margen del asfalto,
restos de caucho, tizne,
cada una destas palabras,
algo estrictamente profesional;
y una experiencia como criterio
de verdad: lo que creíamos
era el movimiento. luego
guardaríamos silencio, una acción
que aún podemos hacer solos
porque resulta harto débil
como para engañarse a sí misma.
hay pobres porque hay ricos.
---
 
 
en “Román paladino” (2022, inédito)
18-
 
 
plata y miedo nunca tuvimos.
nos libraría de tener que urdir
réplicas eruditas y de citar,
turulatos, a poetas (u otros
personajes por ustedes preferidos)
secuaces de la anarquía
y el ateísmo, que el único fierro
que vieron en sus vidas
es el de la cuchara sopera.
habrá quienes mejoren
como personas. debimos leerlo
en alguna parte. un amanecer
de abril te contaría lo de escribir
un libro (que aún se llama cartas
a malena) para cuando ya no
estuviéramos ahí, ni en ningún lado.
¿recordarías eso por mí?
---
 
 
28-
 
todos somos principiantes ante
el hallazgo de las palabras. recordalo
si un día te dieras a pensar en nosotros
dos. y que para nadar mojarse había
que. ahora justo cuando (otra vez)
se llenó de gorilas y gestores
el gobierno popular clasemediero
blanco argentino; les ofrecemos
nuestras simpatías: con las cenizas
de los traidores, etcétera. nunca
dentramos en los libros, en las listas,
en dios, en la libertad de conciencia,
en las instituciones libres. pero vivimos
más, precedemos a las palabras.
---
 
 
en “De rayos negros” (2021, inédito)
24-
 
 
resultaba muy sencillo cambiar una letra
o una palabra mendaz por otra, destinar
al lector solitario algo que ya existía antes.
por la línea punteada, como se admite la luna,
el sol y la caída de las hojas durante el otoño,
de una sola vez, tras un solo acto. algún día,
si pudiéramos, haríamos lo mismo con nosotros,
para recordar cuanto olvidamos (creíamos,
buscábamos, pero que siempre destruimos)
en tantos domicilios repetidos y precarios,
en sus patios umbríos, en cada sopa de fideos
instantánea, en todos los chinos del mundo.
---
 
 
en “Adiós y hasta pronto” (2010)
8-
 
 
son los tumultos del corazón
y detrás de todo aquello,
una isla, un redondo horizonte
de agua. el encanto de despertar
reside en la sorpresa; nos
volveremos a ver. los animales
que sufren se parecen.
---
 
 
en “Mil brillos apagados” (2007)
 
 
de su fin
cuando suspendas el tranco, con la
lentitud de un párpado, e indeciso
quede (o de su fin presago) otro
corto episodio de aquel sueño
geórgico, cumplido el frío de ese
primer invierno, roto o vendido
un jacinto, rodando hasta el polvo
se hunda y leve te sea la tierra.
 
 
(Fuente:  Alejandra Boero /  GILGAMESH)

Leopoldo María Panero Blanc (Madrid, 16 de junio de 1948-Las Palmas de Gran Canaria, 5 de marzo de 2014)

 

Puede ser una imagen en blanco y negro de 1 persona

 

 

A mi madre

(reivindicación de una hermosura)
 
 
Escucha en las noches cómo se rasga la seda
y cae sin ruido la taza de té al suelo
como una magia
tú que sólo palabras dulces tienes para los muertos
y un manojo de flores llevas en la mano
para esperar a la Muerte
que cae de su corcel, herida
por un caballero que la apresa con sus labios brillantes
y llora por las noches pensando que le amabas,
y dice sal al jardín y contempla cómo caen las estrellas
y hablemos quedamente para que nadie nos escuche
ven, escúchame hablemos de nuestros muebles
tengo una rosa tatuada en la mejilla y un bastón con
empuñadura en forma de pato
y dicen que llueve por nosotros y que la nieve es nuestra
y ahora que el poema expira
te digo como un niño, ven
he construido una diadema
(sal al jardín y verás cómo la noche nos envuelve)
 
 

(Fuente: Adriana Hoyos)

 

Jorge Carrera Andrade: (Quito, Ecuador, 1903 - 1978)

 

Hombre planetario

 

Salgo a la calle como cada día.
Fantasma entre las casas me pregunto
el color de la hora, el rostro incierto
del azul que me mira
hasta arder en su fuego más recóndito.
La ciudad me cautiva, red de piedra.
Las calles me persiguen,
se congregan en torno
de las plazas de sol, grandes tambores
forrados con la piel
de cordero del cielo.
¿Soy ese hombre que mira desde el puente
los relumbres del río
vitrina de las nubes?
Fui Ulises, Parsifal,
Hamlet y Segismundo y muchos otros
antes de ser el personaje adusto
con un gabán de viento que atraviesa
el teatro de la calle.
 
 
II
Camino, mas no avanzo.
Mis pasos me conducen a la nada
por una calle, tumba de hojas secas
o sucesión de puertas condenadas.
¿Soy esa sombra sola
que aparece de pronto sobre el vidrio
de los escaparates?
¿O aquel hombre que pasa
y que entra siempre por la misma puerta?
Me reconozco en todos, pero nunca
me encuentro en donde estoy. No voy conmigo
sino muy pocas veces, a escondidas.
Me busco casi siempre sin hallarme
y mis monedas cuento a medianoche.
¿Malbaraté el caudal de mi existencia?
¿Dilapidé mi oro? Nada importa:
se pasa sin pagar al fin del viaje
la invisible frontera.
 
 
(Fuente: Adriana Hoyos)

 

Daniel Rafalovich (Santa Fe, 1958)

 

He soñado mil veces

 

He soñado mil veces

con un salto en el tiempo.

He visto extraños desfiles

sobre pasarelas de cristal

en espirales ascendentes.

He tenido sueños concéntricos

(despertaba​​ 

y el sueño seguía allí).

Sueños prehistóricos

en busca de algún fuego.

Sueños medievales

tras un cáliz mitológico.

Sueños con enormes Palacios de Justicia,

entre pasillos selváticos.

También hubo casas desconocidas

en un conocido sur

(y un lago encrespado

y un altillo con libros en desorden).

Y un extraño recital poético

en una suerte de burdel

a cielo abierto.

Y presencias queridas

amor y vino

parpadeos galácticos

cuchillos maquillajes

susurros profecías reflejos

sed sexo caravanas​​ 

amenazas intangibles.

Y, claro, esa caída sin fin

(tan propia de los sueños)

que precede al momento

en que los ojos se abren al abismo.

 

 

 

 

 

 

 

Recuerdo

Cuando a esta tierra

llegaron pioneros.

Bravíos, lúgubre su gesto

seguidos por impasibles teutonas.

Ellas labraban

delicadas tramas:

macramé y estaño.

Aliñaban extrañas ensaladas

de frutos indianos

y someros pasteles alcanforados.

Ellos ordeñaban bóvidos variados.

Araban hasta que el sol carmesí

abandonaba el gran oriente.

Los niños lentamente silabeaban

balbuceantes palabras

de su lengua reciente.

Jugaban desnudos,

sin tocarse,

complicados juegos cisalpinos.

Y al caer la noche

bajo el implacable resplandor

de un satélite amarillento

rezaban (en torno a la mesa

atestada de legumbres, licores florales

y mariposas negras)

un perimido breviario anabaptista.

Luego la tarea más dura era del sueño

(también del mío).

Aunque el de ellos, justo es decirlo,

era mucho más pecaminoso.

 

 

 

 

 

 

Cuidado

no te muevas

están llegando.

Con su ropaje de tinieblas

su silencio pre-tormenta.

Pura pólvora.

Sólo sangre.

No abras las ventanas

las sombras se agitan

los árboles delatan.

No te muevas.

No tiembles.

Miedo –muerte.

Vasta ​​ vida.

 

 

 

 

 

 

 

 

Melodrama

 

"Una mujer de blanco rocío

tendida sobre un manto marroquí

con perlas desmembradas en sus ojos

epigrama irresuelto

poesía del aire"

 

Corren parejos en sus sienes

el decoro victoriano

la desdicha

el desparpajo.

Deja sus huellas marcadas

en todo sillón carmesí

en invencibles campos

con su boca de primaveras larvales.

Muchos miedos enarcaron sus cejas

mucha derrota definitiva

para tan pocos años.

Debe alimentar a un hijo inexistente

debe beber a horcajadas cada gota

debe irradiarse

(hiedra o virus)

a cada cuerpo próximo.

Debe molestar a los dioses insomnes

con sus ayes,​​ sus relatos, sus comedias.

Debe mudarse cada hora

​​ a una casa más lejana.

 

 

 

 

 

 

Lewis Carrol

 

Su ojo acechaba en las corolas,

en los peldaños que el rocío

 barnizaba.​​ Su oquedad, su virtual

 transparencia, empañaba

 con aromas residuales la estación

 de las lluvias.​​ Adormidera.

 ¡Ah! y en esa mansión serena,

 azulejada, trepaban por los rincones

 las arañas de sus manos.

 Alquimia sacramental, de un rincón

 a otro deambulaban los conserjes

 cómplices catando los refrescos

 ambarinos.​​ Y los ángeles de yeso

 en los ángulos internos dejaban caer

 sus suspiros inaudibles.

 En ese deleite impávido dormía

 el predicador, el matemático.

 Hasta que pasaron patinando

 por el parque sus pasados.

 Entonces, aquella niña imperturbable

 saltó a la eternidad. Un parpadeo.

 

Busco, siempre, la tibieza,

La esperanza.

No de fortunas

no de glorias marchitas.

La tibieza del pan recién horneado.

La esperanza de una golondrina

terminando agosto

 

 

 

 

 

 

 

Es la hora en que los pájaros

buscan otro cielo, en las antípodas.

No hay música en el aire.

Domina la atmósfera un silencio tenue.

La carga eléctrica de las nubes

parece encontrar polos de atracción

aquí en la Tierra.

 

Y vos mirás sin ver

 ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​ ​​​​ sin ver

como de costumbre

hacia algún punto fijo

de la ventana abierta.

 

 

(Fuente: Círculo de Poesía)

 

John Ashbery (EEUU, 1927 - 2017)

 

El príncipe negro

 

Podría ser una pisada en el bosque

o un antiguo mensaje del Rey de los Ratones

que dijera: Volvé a la frontera, te perdonamos todo.


Y él se había perdido, farrfullando en la costa de una

isla inexplorada. Sus gestos y su discurso tenían total sentido

considerados juntos. Apenas el viento los dispersaba

dejaban de importar, les importaban a unos pocos.

 

   Traducción de Ezequiel Zaidenwerg



Salma Khadra Jayyusi (Jordania, 1926 - 2023)

 

«Elegía a los mártires»

Versión de Juan Carlos Villavicencio






Sé que murieron «para que la patria pueda vivir»,
Nuestra patria, la tierra de los asesinados, este campo hundido en sangre;
Sé que la libertad es roja, y este su precio,
Su increíble precio, todo empapado de suspiros;
Lo sé… pero el dolor en lo más profundo de mi corazón no lo sabe.
Lloro por cada ojo que perdió la luz,
Por cada espíritu que exhaló su último suspiro.

Recuerda,
Oh caudal de riqueza abundante y fértil,
Oh tierra de perlas y esmeraldas,
Donde las minas de turquesa fluyen en los cauces de los ríos,
Y las perlas de la luz de la luna se bañan en el frescor de la noche,
Oh tesoro de amarillo polvo dorado,
Oh cascada de diamantes a la luz de la mañana,
Recuerda–
El rubí es su joya más preciosa,
Recuerda–
La temporada de renacer es su época de mayor de orgullo,
Con sus miles de luminosas primaveras 
Que una vez perdieron, en un instante, el lustre de la vida,
Sus miles de manos dadivosas,
Y su generoso regalo, una vez congelado por la nieve de la muerte,
Y recuerda–
El río de sangre es tu más preciado río,
Fluyó de las venas de tus hijos –generaciones sacrificadas–
Y en tu suelo bondadoso y perfumado se desvanecieron y se disolvieron
Quienes una vez repartieron vida dondequiera que fueran.
Cada uno iría ebrio en su camino
De juventud fresca, de esperanza verde, de deseo,
Algunos ajenos al mundo, otros obsesionados en el amor,
Algunos plantando las semillas del bien,
Otros cosechando, con flores y canciones,
Y algunos conspirando para arrancar frutas de los labios rojos…
Ellos fueron hombres como los demás,
En su debilidad y determinación, en su nostalgia,
En su esperanza múltiple, en el anhelo doloroso,
Entonces… cuando la leyenda del mal destrozó su sueño,
Y una pregunta los desafió, con su eco, severo y abrupto:
«¿Será la justicia y la muerte del mal, o la ambición la enterrada viva?
¿Una vida en la sumisión o en la negativa obstinada?»
Tomaron su decisión, y las tumbas vacías 
Se llenaron
De juventud fresca, de esperanza verde, de deseo
De una vida libre ofrecida sin reservas,
Desbordando el oscuro pozo de cada tumba.

Así murieron, y otros aún siguen en su camino.
Su sueño es un destino ineludible, ¡una generación sacrificada!
Un febril escalofrío inunda mi corazón, y en mis ojos brota
Una lágrima de pena y un destello de amor propio.



(Fuente: Descontexto)

 

Ángela Serna (Salamanca, España, 1957)

 

UN POEMA DE SER PALABRA DESNUDA 

 


 

…como el aire que exigimos trece veces por minuto

para ser y en tanto somos…

Gabriel Celaya

 

 

ACHICAR la balsa

como si fuera la de Medusa.

 

Grabar a fuego

los nombres que partieron.

 

No dejar

de pronunciar sus nombres.

 

Repetir

hasta el agotamiento

sus nombres.

 

Gabriel.

Sus nombres.

 

Amalia.

Sus nombres.

 

Claudio.

Sus nombres.

 

Gloria.

Sus nombres.

 

Joaquín.

Sus nombres.

 

Alejandra.

Sus nombres.

 

José Carlos.

Sus nombres.

 

Alfonsina.

Sus nombres.

 

Carlos.

Sus nombres.

 

Ernestina.

Sus nombres.

 

Joan.

Sus nombres.

 

Rosalía.

Sus nombres.

 

José.

Sus nombres.

 

Ángela.

Sus nombres.

 

Blas.

Sus nombres.

 

Juana.

Sus nombres.

 

Jorge.

Sus nombres.

 

Teresa.

Sus nombres.

 

Ángel.

Sus nombres.

 

Anne.

Sus nombres.

 

Claude.

Sus nombres.

 

Sus nombres.

 

Tantos.

Repetir sus nombres

junto al nombre

de las cosas.

 

Junto al nombre

que somos.

Y en tanto somos.

 

Y no pretender

que el polvo sea un aliado.

 

Seguir más allá del polvo.

Desde el polvo.

 

Ser polvo.

Camino.

Y despertar.

 

Despertar.

 

 

* Gabriel Celaya, Amalia Rodrigues, Claudio Rodríguez, Gloria Fuertes, Joaquín Fraile, Alejandra Pizarnik, José Carlos Beltrán, Alfonsina Storni, Carlos Pérez Uralde, Ernestina de Champourcin, Joan Brossa, Rosalía de Castro, José Hierro, Ángela Figuera, Blas de Otero, Sor Juana Inés de la Cruz, Jorge Oteiza, Santa Teresa de Jesús, Ángel González, Anne Sexton, Claude Esteban.

 

 

 

Ángela Serna

Ser palabra desnuda

¿Quién es esta mujer que pasa?

 

La Única Puerta a la Izquierda

 

(Fuente: Papeles de Pablo Müller)



 

Eleanor Ross Taylor (Norwood, EE.UU., 1920-Falls Church, EE. UU., 2011)

 

Puede ser una imagen de una persona

 

EVA

 

La serpiente en mi Edén
se tragó a Adán.
Se deslizó en las comidas;
por supuesto, en mi cama.
Me rodeó
apretando con fuerza, con fuerza,
soltando un dulce veneno
en mi cabeza,
no como una simple víbora.
 
Ese estúpido se ha ido, dijo,
estrangulándome,
ámame a mí en lugar de a él.
 
 
 
 
____________________
en "Blackbird", vol. 7, n.º 1, primavera de 2008, ed. digital / "Captive Voices. Poems 1960-2008", Louisiana State University Press, Baton Rouge, 2009. Versión de Jonio González. En la imagen, Eleanor Ross Taylor (Norwood, EE.UU., 1920-Falls Church, EE. UU., 2011 / Encyclopedia Virginia). 
 
 
 

EVE

 

The serpent in my Eden
swallowed Adam.
He slithered into meals;
of course, my bed.
Wrapped himself tighter, tighter,
all around me,
ejecting sweetish venom
in my head,
no simple adder.
That stupe's gone, he said,
strangling,
love me instead.
 
 
(Fuente: Jonio González)

 

Simone Weil (París, 1909 - Reino Unido, 1943)

 

¿Cuántas veces la claridad de las estrellas, el sonido de las olas del mar, el silencio de la hora que precede al alba llegan vanamente a manifestarse para llamar la atención de los hombres?

 

LA PUERTA

 

Ábrenos pues la puerta y veremos los vergeles,
Beberemos su agua fría donde la luna dejó su huella.
La larga ruta quema enemiga a los extranjeros.
Erramos sin saber y no encontramos lugar alguno.

Aquí la sed está sobre nosotros. Queremos ver flores.
Esperando y sufriendo, aquí estamos ante la puerta.
Si es necesario romperemos esta puerta a golpes.
Presionamos y empujamos, pero la barrera es demasiado fuerte.

Hay que languidecer, esperar y mirar vanamente.
Miramos la puerta; está cerrada, inquebrantable.
Fijamos en ella los ojos; lloramos bajo el tormento;
La vemos todavía; el peso del tiempo nos abruma.

La puerta está ante nosotros; ¿de qué nos sirve querer?
Vale más irse abandonando la esperanza.
No entraremos jamás. Estamos hartos de verla…
La puerta al abrirse dejó pasar tanto silencio

Que ni los vergeles surgieron ni flor alguna;
Solo el espacio inmenso donde habitan el vacío y la luz
De pronto se presentó de un lado al otro, colmó el corazón,
Y lavó los ojos casi ciegos bajo el polvo.

 

 

LA PORTE // Ouvrez-nous donc la porte et nous verrons les vergers, / Nous boirons leur eau froide où la lune a mis sa trace, / La longue route brûle ennemie aux étrangers. / Nous errons sans savoir et ne trouvons nulle place. // Nous voulons voir des fleurs. Ici la soif est sur nous. / Attendant et souffrant, nous voici devant la porte. / S’il le faut nous romprons cette porte avec nos coups. / Nous pressons et poussons, mais la barrière est trop forte. // Il faut languir, attendre et regarder vainement. / Nous regardons la porte; elle est close, inébranlable. / Nous y fixons nos yeux; nous pleurons sous le tourment; / Nous la voyons toujours; le poids du temps nous accable. // La porte est devant nous; que nous sert-il de vouloir? / Il vaut mieux s’en aller abandonnant l’espérance. / Nous n’entrerons jamais. Nous sommes las de la voir. / La porte en s’ouvrant laissa passer tant de silence // Que ni les vergers ne sont parus ni nulle fleur; / Seul l’espace immense où sont le vide et la lumière / Fut soudain présent de part en part, combla le cœur, / Et lava les yeux presque aveugles sous la poussière. 

 

 

[1] Weil, Simone. Pensamientos, poemas. Traducción, introducción, selección, y notas de Carolina Massola, Córdoba, Alción, 2023.

 

(Fuente: Hablar de poesía)

 

Otilio Recanatti (Avellaneda, Argentina, 1885-1939)

 

Puede ser una imagen de una persona

 

 

SENTAR CABEZA

 

Un canba de partién fue al rioba de las ranas
y justo esa noche era farra 'e cadeneros.
El estaca lo fletó minga de biaba:
a un belinún es al bardo darle el pesto.
 
El goruta piantó sin saber pa' dónde
y manyado el estrilo cayó en Los Olivos,
arrabal de alfalfa, algún grata y laburantes,
reflejos de agua, jazmín, luna en los patios.
 
Junó la cheno, tranquila y estrellada,
se imaginó tan pancho al lado del badén.
Barriada pulenta, carburó el goruta,
y en eso que pasa una pebeta bien fetén.
 
 
 
___________________
en "Rimas rantifusas", Salvador Malera Editor, Buenos Aires, 1916. En la imagen, Otilio Recanatti (Avellaneda, Argentina, 1885-1939 / Archivo familiar)
 
 
(Fuente: Jonio González)

 

James Joyce (Irlanda, 1882 - 1941)

 

 Una flor regalada a mi hija


James Joyce - Una flor regalada a mi hija



Versión: Isaías Garde

Frágil la rosa blanca y frágiles
La manos que la dieron
Cuya alma marchita es más pálida
Que la onda menguada del tiempo.

Rosa frágil y hermosa -pero aun es más frágil
El prodigio salvaje
Que se esconde en tu suave mirada,
Mi muchacha de venas azules.

[Trieste, 1913]



A Flower Given to My Daughter

Frail the white rose and frail are
Her hands that gave
Whose soul is sere and paler
Than time’s wan wave.

Rosefrail and fair — yet frailest
A wonder wild
In gentle eyes thou veilest,
My blueveined child.

[Trieste, 1913]
 
 
(Fuente: Isaías Garde / zoonphonanta)

 

Adam Zagajewski (Ucrania, 1945 - Polonia, 2021)

 

Breves instantes


Esos breves instantes
que suceden tan raramente;
¿es esto la vida?

Esos días contados
cuando vuelve la claridad;
¿es esto la vida?

Esos momentos cuando la música
recupera su dignidad;
¿es esto la vida?

Esas raras horas
cuando vence el amor;
¿es esto la vida?

 

(Fuente: Life vest under your seat)


 

Carolina O. Fernández (Lima, Perú)

 

dos poemas













Vía Láctea




No sé si alguna vez leerás estas quilcas
En el vendaval que las alberga
ellas siguen la banda sonora de la Vía Láctea

Escribo en la lengua que se impuso
preñada de las galanías propias de la lengua de mi madre
melodía en rumi viva de las bellas Cahuillaca y Chaupiñamca
melodía fina como dirían el Inca Garcilaso y Gamaliel

En piedra viva se escribe lo inconmensurable
para renombrar lo impuesto a las magnolias

~

Altazor



Entre la bugambilia diviso el rostro sonriente de Juanita la vecina
lleva bastón y canasto de flores
A su lado     Hölderlin saluda con un suave ademán de su brazo en alto

Respondo los afectuosos gestos con un ramo de hortalizas
y un Altazor que corro a depositar en sus manos

Mas allá encuentro a la vecina con el regazo acongojado
me habla de la biopsia de los lunes
de los fines de semana sumergida entre los animes
celebrando a su heroína

En el quiosco de periódicos doña Ceci no podrá continuar repartiéndolos
los pasajes están por las nubes

***
 Bordando quilcas. Lima: Hipatía, 2023.
 
 
(Fuente: La comparecencia infinita)

 

Dylan Thomas (Swansea, Gales 1914-Nueva York, Estados Unidos, 1953)

 




 
30. No entres dócilmente en esa noche tranquila
 
 

No entres dócilmente en esa noche tranquila,
la vejez debería arder y maldecir cuando termina el día;
furia, furia contra la agonía de la luz. 

Aunque los hombres sabios sepan al morir que la oscuridad es justa,
porque sus palabras no han forjado ninguna luz, ellos
no entran dócilmente en esa noche tranquila. 

Hombres buenos, en su última hora, lloran por el brillo
con que sus frágiles actos pudieron haber bailado en una verde bahía,
furia, furia contra la agonía de la luz. 

Hombres rebeldes que atraparon y cantaron el sol en vuelo,
y que aprenden, demasiado tarde, lamentándose en su camino,
no entres dócilmente en esa noche tranquila. 

Hombres solemnes, cerca de la muerte, ven con mirada enceguecedora
que los ojos ciegos pueden arder como meteoritos y alegrarse,
furia, furia contra la agonía de la luz.

Y tú, padre mío, allí en tu triste plenitud,
maldíceme, bendíceme con tus lágrimas feroces, te lo ruego.
No entres dócilmente en esa noche tranquila.
furia, furia contra la agonía de la luz.


Versión de Silvia Camerotto
 

Poemas escogidos (1934-1952)
Editorial Barnacle.
Ilustración de Merlina Cisnero
(De próxima aparición)










Foto: Dylan Thomas mientras actuaba como director de escena de El deseo atrapado por la cola, de Pablo Picasso, Londres, 1950 Haywood Magee/Getty Images


Do not go gentle into that good night,
Old age should burn and rave at close of day;
Rage, rage against the dying of the light.

Though wise men at their end know dark is right,
Because their words had forked no lightning they
Do not go gentle into that good night.

Good men, the last wave by, crying how bright
Their frail deeds might have danced in a green bay,
Rage, rage against the dying of the light.

Wild men who caught and sang the sun in flight,
And learn, too late, they grieved it on its way,
Do not go gentle into that good night.

Grave men, near death, who see with blinding sight
Blind eyes could blaze like meteors and be gay,
Rage, rage against the dying of the light.

And you, my father, there on the sad height,
Curse, bless, me now with your fierce tears, I pray.
Do not go gentle into that good night.
Rage, rage against the dying of the light.
 
 
(Fuente: Otra Iglesia Es Imposible)

 

Eunice Odio (Costa Rica, 1919-1974)

 

"Declinaciones del monólogo"

 


 
 
I
Estoy sola,
muy sola,
entre mi cintura y mi vestido,
sola entre mi voz entera,
con una carga de ángeles menudos
como esas caricias
que se desploman solas en los dedos.
Entre mi pelo, a la deriva,
un remero azul,
confundido,
busca un niño de arena.
Sosteniendo sus tribus de olores
con un hilo pálido,
contra un perfil de rosa,
en el rincón más quieto de mis párpados
trece peregrinos se agolpan.

II
Arqueándome ligeramente
sobre mi corazón de piedra en flor
para verlo,
para calzarme sus arterias y mi voz
en un momento dado
en que alguien venga,
y me llame...
pero ahora que no me llame nadie,
que no quepo en la voz de nadie,
que no me llamen,
porque estoy bajando al fondo de mi pequeñez,
a la raíz complacida de mi sombra,
porque ahora estoy bajando al agónico
tacto de un minero, con su media flor al hombro,
y una gran letra de te quiero al cinto.
Y bajo más,
a las inmediaciones del aire
que aligerado espera las letras de su nombre
para nacer perfecto y habitable.
Bajo,
desciendo mucho más,
¿quién me encontrará?
Me calzo mis arterias
(qué gran prisa tengo),
me calzo mis arterias y mi voz,
me pongo mi corazón de piedra en flor,
para que en un momento dado
alguien venga,
y me llame,
y no esté yo
ligeramente arqueada sobre mi corazón, para verlo,
y no tenga yo que irme y dejar mi gran voz,
y mi alto corazón
de piedra en flor.

                                             Marzo, 1946
                                             San José, Costa Rica
 
 

Eunice Odio en Este es el bosque: 25 poemas (Editorial La pollera, Chile, 2021, ed. de Vicente Undurraga).
 
 
(Fuente: Asamblea de palabras)