lunes, 11 de marzo de 2019

Robert Frost -


Dos vagabundos en tiempos de barro


Desde el barro llegaron dos extraños
Y me sorprendieron partiendo leña en el jardín,
Uno de ellos me distrajo
Con un saludo alegre: "dales duro".
Supe muy bien por qué se había detenido
Dejando que el otro se le adelantara.
Supe muy bien lo que tenía en mente:
Quería hacer mi trabajo por dinero.
Yo partía buenos bloques de roble,
Tan grandes como la tabla donde los cortaba;
Y cada pieza que golpeaba limpiamente
Caía sin astillarse, como piedras divididas.
Los golpes que una vida de autocontrol
Había evitado en favor del bien común,
Se los propinaba ese día, dándole permiso a mi alma,
A unas maderas sin importancia.
Al sol hacía calor, aunque la brisa era fresca.
Ustedes saben cómo es un día de abril
Cuando sale el sol pero el viento sigue.
Estás un mes adelantado, en la mitad de mayo.
Pero apenas terminás de decirlo,
Viene una nube y cubre la bóveda soleada;
El viento alcanza su máximo frío,
Y entonces estás dos meses atrás,
En la mitad de marzo.
Un mirlo baja suavemente, se posa
Y se vuelve hacia el viento para alisar sus plumas,
Su canto, tan modulada que no podría despertar
A ninguna flor, aún en capullo.
Está nevando un poco, el mirlo se da cuenta a medias
De que el invierno juega a hacerse el muerto.
Salvo por su color, él no es triste,
Aunque no animaría el florecimiento de ninguna cosa.
El agua, que en el verano
Tendremos que rastrear con una vara mágica,
Forma ahora un arroyo en cada huella,
Un estanque en cada pisada.
Alegrate con el agua pero no te olvides
De la escarcha que se agazapa debajo de la tierra,
Ella irrumpirá ni bien se ponga el sol
Para mostrar en el agua su diente de cristal.
Aquella fue la vez que más amé mi trabajo,
Y esos dos, cuando vinieron a molestarme,
Hicieron que lo amara más.
Se podría pensar que yo nunca había sentido antes
El peso de un hacha equilibrándose en lo alto,
El contacto de la tierra en la planta de los pies,
La vida de los músculos balanceándose con suavidad,
Regulares y húmedos, en la tibieza primaveral.
Salidos de los bosques, dos robustos vagabundos
(Que Dios sabe dónde habrán dormido anoche)
Consideraban que partir leña era un asunto de ellos.
Hombres de los bosques y leñadores,
Me juzgaban según sus habilidades.
Excepto por el modo en que un tipo manejaba el hacha
No tenían manera de reconocer a un tonto
.
Ni ellos ni yo decíamos nada.
Sabían que solo tenían que quedarse ahí
Para que el peso de su lógica entrara en mi cabeza:
Yo no tenía derecho a jugar
Con aquello que para otros era un trabajo.
Mi derecho podría ser el amor pero el de ellos era la necesidad.
Y puestos lado a lado,
El derecho de ellos era más justo- de acuerdo.
Pero ceda quien quiera a la separación.
El objetivo de mi vida es unir
Mi diversión con mi vocación,
Tal como los dos ojos se hacen uno en la mirada.
Solo donde amor y necesidad son uno,
Y en el trabajo se pone la vida,
La acción realmente está hecha
Para el cielo y para el bien futuro.



Versión: Isaías Garde


(Fuente: Biblioteca Ignoria)

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