«Epitafio de una perra de caza»
Sin datos del traductor
La
Galia me vio nacer, la Conca me dio el nombre de su fecundo manantial,
nombre que yo merecía por mi belleza. Sabía correr, sin ningún temor, a
través de los más espesos bosques, y perseguir por las colinas al
erizado jabalí. Nunca las sólidas ataduras cautivaron mi libertad; nunca
mi cuerpo, blanco como la nieve, fue marcado por la huella de los
golpes. Descansaba cómodamente en el regazo de mi dueño o de mi dueña y
mi cuerpo fatigado dormía en un lecho que me habían preparado
amorosamente. Aunque sin el don de la palabra, sabía hacerme comprender
mejor que ningún otro de mis semejantes; y, sin embargo, ninguna persona
temió mis ladridos. ¡Madre desdichada! La muerte me alcanzó al dar a
luz a mis hijos. Y, ahora, un estrecho mármol cubre la tierra donde yo
descanso.
(Fuente: Descontexto)
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