con Jorge Riechmann
Para que no siga creciendo el páramo, aplazarnos.
Para que nazca el asombro de lo sencillo, demorarnos.
Para reconocernos igual a cualquier otro en la lumbre de cada cosa,
dilatarnos.
Para que se extienda el azar verde de todo lo milagroso, retrasarnos.
Rezagarnos, llegar tarde, no llegar.
Quedarnos, errabundos, por las plazas,
pensativos en el espectáculo de las ventanas,
perdidos en las calles como si las miráramos por primera vez.
Entretenernos en las estaciones, prorrogar el verano,
chuparnos como dulce por donde se abre la tarde,
eternizarnos, no cerrar las noches y así, de seguido
no acabar de hacer casi nada,
no valer nada,
no valer para nada.
Estarnos, dejar de ser ellos,
renunciar a ser como ellos,
ni un minuto más ellos,
y cómplices de la nueva superexistencia, vivirnos,
y entonces
empezar el día, correctamente, por el beso de un niño,
los afectos compañeros,
el sentido común,
sobre todo,
empezar el día por el sentido común.
(Fuente: Life vest under your seat)
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