miércoles, 29 de enero de 2020

César Seco (Venezuela, 1959)



MALDOROR

 


Aparece
en una esquina de la página
sostenido por el humo del tabaco.
Detenido
aspirando consonantes
y expirando vocales con un silbo.
Una esdrújula emoción vuelta
en la frente pensamiento.
Cala hondo la mano en el suave
temblor del pantalón.
Acontecido de rayos surcando
el blanco de la hoja
y de vocablos encenderla.
Le veo en el instante de guardar
su libreta en el saco verde alga
que oculta sus harapos.
Su corazón toca en movimiento.
Le pide que apaciente deseos
que lo trizan y devoran en el súbito.
Lo he visto (antes de esto)
decir que le circunda gusano de tinta
milagroso dibujando incesante.
Lo he visto volverse atrás de espaldas
gendarme alquímico con sus manos
apartando el aire: borrado
en un breve zumbido hecho luz
en un cruel pan desmigajado.
No espera haber dicho otro algo
que lo no dicho y no obstante dado.
Solo por una esquina hacia la calle
que le circunda a vuelta de hoja,
por el enlozado de su presencia misma
sigue por la noche su ascendente sombra
que va a mi lado. -¿Eres tú Maldoror?-,
pregunta mi pupila ocupada
por su espanto. Y responde
el neblinoso diluir que en el pliegue
de la Nada asevera: -Estás hombre
en otro entorno de la página escrita-.
Orbe constelado de cifras se hunden
tus dos alas en el lodo.
Voluntad de pájaro aniquilada
en la piel subversiva de muchacho
dilatada en una nube.
Querube metamórfico, febril mirada
de cangrejo, letánico verbo,
tú, palabreado, caminando a un costado.
La palidez de tus arrugas, grito ahogado.
El pulpo y sus ventosas aprehendiendo
el instante de la tinta en el claro.
Abandonas la página despacito,
desnuda provisión vuelta colmo
del tintero acaecido.
Esbelta piedra, pan letrado.
Vuelo de águila en la promesa.
Escindida hoja en el espacio
anonímia celebrada en el paisaje
del sujeto recorrido vuelve a ser hoja,
sin una letra, todo silenciado.


para Ender Rodriguez

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