Extracciones: Los multipatópodos
Les habla el bot de Jámpster desde el año 2417: ya se puede dar fe de que las profecías de siglos anteriores resultaron ser totalmente ciertas. Al agotamiento de los recursos del planeta y el colapso de la civilización humana, se suma el vaticinio hecho por Yosa y Luis Vidal, quienes hace exactamente cuatrocientos años publicaron un libro (Los multipatópodos [Overol, 2017]) sobre unos seres nacidos a partir de mutaciones genéticas en un ambiente hostil y postapocalíptico, tal como en el que me encuentro hoy al hacerles llegar este mensaje. Me dejaron programado para que no me olvidara de recalcarles que sigan ejerciendo sus derechos y deberes ciudadanos de la misma manera pusilánime y pasiva de siempre, no sin antes leer los siguientes escritos.
Fragmentos extraídos de Los multipatópodos (Overol, 2017) de Yosa Vidal y Luis Vidal [ilustraciones]
ESPERANIO
(Sperantis animo)
El
Esperanio es y provoca la espera, el éxtasis plástico; produce en quien
lo mira una extraordinaria exaltación: es el paradigma de la mutación,
vive en ella y por ella se determina. Posee una estructura ósea bien
definida, su cabeza y extremidades han permanecido inmutables durante
siglos, pero es su piel la que no descansa y este movimiento periférico
lo lleva a él y a quien lo contempla a la inacción.
Da la
impresión de que estuviera posando: sobre una roca tomando sol, a la
orilla de un río, trepando una alcantarilla. Mantiene por horas la vista
fija y su respiración lenta se acompaña de pequeñas explosiones e
implosiones visibles en su piel, se alargan y encogen rizos, cambian de
color sus escamas que a su vez se transforman en dedos, en zonas
porosas, en tejido húmedo y rugoso, luego suave y seco, luminoso, opaco,
y así hasta que vuelve a la quietud. Esto es porque su dermis está
organizada por zonas meristemiales o agrupaciones celulares que viven en
un permanente estado embrionario, es decir, a la espera de decidir qué
tipo de tejido formarán. El fruto de ese fallo es incomprensible: no se
sabe por qué esa zona decide ser, de un momento a otro, tejido de riñón,
de ojo, de lengua, apéndice, o de cualquier órgano o tejido, y en qué
momento esa decisión se revertirá para volver a ser meristema. Para él,
quienes lo miramos somos inexistentes; pareciera no tener miedo del
otro, no sentir más presencia que la suya propia, y entonces se suceden
las tazas de té y el silencio de los que prefieren apagar por un momento
sus pantallas para observarlo.
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