martes, 13 de marzo de 2018

Yosa Vidal (Chile, 1981)


Extracciones: Los multipatópodos

Les habla el bot de Jámpster desde el año 2417: ya se puede dar fe de que las profecías de siglos anteriores resultaron ser totalmente ciertas. Al agotamiento de los recursos del planeta y el colapso de la civilización humana, se suma el vaticinio hecho por Yosa y Luis Vidal, quienes hace exactamente cuatrocientos años publicaron un libro (Los multipatópodos [Overol, 2017]) sobre unos seres nacidos a partir de mutaciones genéticas en un ambiente hostil y postapocalíptico, tal como en el que me encuentro hoy al hacerles llegar este mensaje. Me dejaron programado para que no me olvidara de recalcarles que sigan ejerciendo sus derechos y deberes ciudadanos de la misma manera pusilánime y pasiva de siempre, no sin antes leer los siguientes escritos.




portada-Multipatópodos-final-1.jpg
Fragmentos extraídos de Los multipatópodos (Overol, 2017) de Yosa Vidal y Luis Vidal [ilustraciones]




ESPERANIO
(Sperantis animo)

El Esperanio es y provoca la espera, el éxtasis plástico; produce en quien lo mira una extraordinaria exaltación: es el paradigma de la mutación, vive en ella y por ella se determina. Posee una estructura ósea bien definida, su cabeza y extremidades han permanecido inmutables durante siglos, pero es su piel la que no descansa y este movimiento periférico lo lleva a él y a quien lo contempla a la inacción.
Da la impresión de que estuviera posando: sobre una roca tomando sol, a la orilla de un río, trepando una alcantarilla. Mantiene por horas la vista fija y su respiración lenta se acompaña de pequeñas explosiones e implosiones visibles en su piel, se alargan y encogen rizos, cambian de color sus escamas que a su vez se transforman en dedos, en zonas porosas, en tejido húmedo y rugoso, luego suave y seco, luminoso, opaco, y así hasta que vuelve a la quietud. Esto es porque su dermis está organizada por zonas meristemiales o agrupaciones celulares que viven en un permanente estado embrionario, es decir, a la espera de decidir qué tipo de tejido formarán. El fruto de ese fallo es incomprensible: no se sabe por qué esa zona decide ser, de un momento a otro, tejido de riñón, de ojo, de lengua, apéndice, o de cualquier órgano o tejido, y en qué momento esa decisión se revertirá para volver a ser meristema. Para él, quienes lo miramos somos inexistentes; pareciera no tener miedo del otro, no sentir más presencia que la suya propia, y entonces se suceden las tazas de té y el silencio de los que prefieren apagar por un momento sus pantallas para observarlo.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario