lunes, 5 de marzo de 2018

Leopoldo María Panero (España, 1948 - 2014)


CANTO AL “JARO”

(Perro muerto en la mañana)




Tenemos a un niño en las manos, quizá
a un niño que juega con los dedos manchados de sangre,
y juega
y vuelve a jugar con los esqueletos, sin saber
sin saber jamás lo que la muerte es, como todos
los hombres de su barrio, y es por ello
que la ofrece
a todos rezando, y hasta
el perro aquel de la calle, con manchas blanca y lent
ejuelas
como para salir al circo a llorar, le quiere
hacer saber lo que regala, lo que da a diario, como amor
como amor, para luego dormir con la navaja
esposa, pura, en él
círculo inmóvil del acoso y llorar a veces
cuando recuerda, por
lo que era su madre,
el agujero ese en la piel y la canción rayada
ya para siempre que la noche espera.
Ah, pero la Fiebre!
la fiebre de la sangre como tambor demente
pidiéndole la huída y el saqueo, la fiebre de
no dormir y de estar solo siempre





Lo que Stephan Mallarmé quiso decir en sus poemas

 


Quiso el viejo decir cuando ya la última lámpara
en el cuarto estaba apagada
y el sol no nos veía, la sierpe lanzaba
con las heces del día al pozo del recuerdo
al sueño que todo lo borra, al sueño,
quiso decir el viejo que las leyes
del amor no son las leyes de la nada
y que sólo abrazados a un esqueleto en el mundo vacío
sabremos como siempre que el amor es nada,
y que la nada
siendo así algo que con el amor y la vida
fatalmente rompe, quiere una ascesis
y es por ello que una cruz en los ojos, y un
escorpión en el falo representan al poeta
en brazos de la nada, de la nada henchido
diciendo que ni siquiera Dios es superior al poema.
 
 
 


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