miércoles, 20 de abril de 2022

Eladio Orta (Huelva, España, 1957)

 

LOS CUADERNOS DEL TIO PRUDENCIO  (II)




V

 

 

 

                   Carta anónima a los sobrinitos y sobrinitas de la Isla

 

 

          A vosotros, que crecéis con la humedad de las primeras aguas de otoño, dulces y tiernas como las yerbas que rompen la aurora de los días, retamitas de la tierra, golosinas del aire. A vosotras, que aprendéis a decir las primeras palabras escuchando a los pájaros cantando en las breveras. A vosotros, que sacáis las pichitas al aire y meáis la arena alegremente. A vosotras, que tostáis al sol vuestros chochitos de leche de cabra.

          Sobrinitas y sobrinitos míos, retamitas de las lunas gordas de febrero, suerte habéis tenido de nacer de padres y madres que aman las noches oscuras de la Isla. Suerte habéis tenido, porque aún podéis brincar libremente por los prados como si fueseis barriletes en las manos de los pájaros. Suerte, mis niños, mis niñas de viento y sol, salpicando los aguajes de vuestros rizos. Sobrinitos, sobrinitas del alma, como dirían otros.

          A mis niños, crecidos al compás de las lunas moras y de las tuneras de los vallados. A mis niñas, con sus primeros dientes de maíz dándoles bocaditos a los cañaverales de los navazos. Vuestras cagaditas son terrones de azúcar para la tierra, comidita para los escarabajos peloteros. A mis niños, que crecen revolcándose por las arenas como si fueran animalitos salvajes. A mis niñas, salpicadas de lluvia en sus correrías por las retamas. Vuestras pisaditas en los caminos son manojos de espárragos en vuestras manitas de leche.

          A vosotros, que un día despertaréis al amor al cobijo de una retama y el rastro de una lagartija os hará compañía en el instante que mane la sensación esperada de un cuerpo mitad leche, mitad carne. A vosotros, mis deseados cantos en las noches tristes y de derrota. A vosotras, mis amadas niñas de los silencios y de las largas noches de invierno.

          Sobrinitas y sobrinitos míos, zarapicos de los esteros que vuelan por las venas de la Isla, suerte habéis tenido de nacer en una cornisa de viento, sol, agua y tierra. Suerte, porque rápidamente aprenderéis, dada vuestra dulzura y vuestro pico sabihondo, a distinguir quiénes miran la naturaleza con ojos amorosos de quiénes la miran con el perpetuo deseo de lucro y destrucción. Suerte, mis niños, mis niñas de ojos de búha y piernas de ramas de retama.

          A mis niños, tan crecidos como las papas en mayo. A mis niñas, con sus frutas hinchadas como granadas por septiembre. A vosotros os escribo desde el anonimato universal y la penumbra. A vosotros, golondrinas del retorno, aves sin gallinero.

          Dejo en vuestras manos esta Isla que padece la enfermedad de la especulación urbanística y el síndrome de abstinencia derivado de estos casos.

 

 

  

Los cuadernos del tío Prudencio. Wanceulen Ed. 2021

 

(Fuente: Voces del extremo)

 

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