Dos poemas
El catalán
En mi infancia mis padres
lo fueron enterrando,
sólo lo usaban para andar por casa.
Mi abuela, en cambio
vivía todo el día
apoyada en su lengua.
Su catalán también crecía allí,
en ese suelo árido
donde tuve dos nombres:
aquel con que mis padres me llamaron
y el de mi yo silvestre y marginal
en boca de mi abuela.
Ya no tengo ese idioma
ni ese nombre,
sólo el recuerdo del clima agreste
en que mi abuela hablaba.
Había un ruido excesivo
que me impedía saber
lo que mis padres callaban
al perderlo.
Pero yo aún escucho
su música huidiza
me da lo necesario para ir tanteando
entre la oscuridad.
No puedo conformarme
como lo hacía mi abuela
imaginando que las palabras surgen
sólo para dar forma al pensamiento.
Necesito que me hagan tropezar;
que me fije en que no puedo ver así de golpe
y me obliguen a estar, a detenerme.
Tramas, 2007
En esta mente nuestra parece haber un dios
en busca de sentido:
que las piedras, los árboles,
los pájaros, las flores
no sean sólo eso;
que los muertos permanezcan aquí,
nos acompañen
y nos den fuerza para sobrevivir.
A veces esa mente se abandona
cuando estoy en el parque con mi perro;
estamos con nuestras manadas
y en esa condición nos igualamos:
sólo queremos estar en el presente
sin que haya otro sentido que pasar
la tarde con los nuestros.
Salto y sueño, 2021
En "Pareja a la intemperie y otros poemas", Revista Cardenal
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Foto: Maremotom
(Fuente: Otra Iglesia Es Imposible)
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