martes, 31 de diciembre de 2019

Roberto Bolaño (Chile)


La Poesía Latinoamericana


Algo horrible, caballeros. La vacuidad y el espanto.
Paisaje de hormigas.
En el vacío. Pero en el fondo, útiles.
Leamos y contemplemos su diario discurrir:
Allí están los poetas de México y Argentina, de
Perú y Colombia, de Chile, Brasil
Y Bolivia.
Empeñados en sus parcelas de poder,
En pie de guerra (permanentemente), dispuestos a defender
Sus castillos de la acometida de la Nada
O de los jóvenes. Dispuestos a pactar, a ignorar,
A ejercer la violencia (verbal), a hacer desaparecer
De las antologías a los elementos subversivos:
Algunos viejos cucú.
Una actividad que es el fiel reflejo de nuestro continente.
Pobres y débiles, son nuestros poetas
Quienes mejor escenifican esa contingencia.
Pobres y débiles, ni europeos
Ni norteamericanos,
Patéticamente orgullosos y patéticamente cultos
(Aunque más nos valdría aprender matemáticas o mecánica,
¡Más nos valdría arar y sembrar! ¡Más nos valdría
Hacer de putos y putas!)
Pavos rellenos de pedos dispuestos a hablar de la muerte
En cualquier universidad, en cualquier barra de bar.
Así somos, vanidosos y lamentables,
Como América Latina, estrictamente jerárquicos, todos
En la fila, todos con nuestras obras completas
Y un curso de inglés o francés,
Haciendo cola en las puertas
De lo Desconocido:
Un Premio o una patada
En nuestros culos de cemento.

Epílogo: Y uno y dos y tres, mi corazón al revés, y cuatro y cinco y seis, está roto, ya lo veis, y siete y ocho y nueve, llueve, llueve, llueve…




(Fuente: El hombre aproximativo)

lunes, 30 de diciembre de 2019

Sergio Witz (México)


La patria entre mierda


Yo
me seco el orín en la bandera
de mi país,
ese trapo
sobre el que se acuestan
los perros
y que nada representa,
salvo tres colores
y un águila
que me producen
un vómito nacionalista,
o tal vez un verso
lopezvelardiano
de cuya influencia estoy lejos,
yo, natural de esta tierra,
me limpio el culo
con la bandera
y los invito a hacer lo mismo:
verán a la patria
entre la mierda
de un poeta.



(Fuente: El hombre aproximativo)

Anthony Seidman (Los Ángeles 1973)


Borrado


Me sobrevivirán las hormigas
la sequía
ese zumbido en los oídos cuando uno se sienta en la oscuridad

no tendré heredero

me sobrevivirá una mujer llamada Zealous
con humo de cigarrillo
con ardor de brandy
con sombrero de copa y en ropa interior
ella untará sus labios en otro pretendiente

huecos negros dejados por la implosión de las estrellas
el peso de los testículos de un semental
espinas y abrojos pegados a la piel del coyote
hasta los dientes azules de las dagas
abundarán
mientras el sol florece en su propia radiación

¡desde su superficie explotarán crustáceos amarillos!

todo eso
va a acompañar mi último aliento

tambaleando sobre las manos y las rodillas
para recuperar las canicas del recuerdo
más sabio será convocar a la criatura
que muta durante las pesadillas
y dejar que arañe en el punto exacto en el que me quemé espontáneamente
sin dejar
herederos ni discípulos

solo un eco
zumbando dentro
de sí mismo y dentro de sí mismo
y dentro de sí mismo
zumbando dentro de sí mismo
y dentro de sí mismo
zumbando


Versión: Isaías Garde



Erasure


I will be survived by the ants
by drought
by the ringing in one’s ears when seated in the dark

I will have no heir

I will be survived by a woman named Zealous
she with cigar smoke
with burn of brandy
wearing a top-hat & lingerie
she will smear her lips against another pretender

Black gaps left by imploded stars
the weight of a stallion’s testicles
thorns & burr sticking to the coyote’s fur
even the blue teeth of daggers
will abound
while the sun will thrive on its own radiation

Yellow crustaceans will explode from its surface!

All of that
will accompany my last breath

Lurching on one’s hands & knees
to retrieve the marbles of memory
it will be wiser to summon the creature
who molts during nightmares
and let him claw at the very spot where I spontaneous-combusted
leaving behind no
inheritors nor disciples

only an echo
ringing inside
itself and inside itself
and inside itself
ringing inside itself
and inside itself
ringing



(Fuente: Biblioteca Ignoria)

André Breton (Francia, 1896-1966)


Los escritos vuelan 

 

El raso de las páginas de los libros que se hojean modela una mujer tan hermosa
Que cuando no se lee se contempla esa mujer con tristeza
Sin osar hablarle sin osar decirle que es tan hermosa
Que cuanto uno está por saber no tiene precio
Esta mujer pasa imperceptiblemente entre un murmullo de flores
A veces se da vuelta en las temporadas impresas
Para preguntar la hora o mejor quizás finge contemplar atentamente las joyas
De un modo insólito en criaturas humanas
y el mundo muere una ruptura se produce en los anillos de aire
Una herida a nivel del corazón
Los diarios matutinos traen cantantes cuyas voces tienen el color de la arena en orillas tiernas y
          peligrosas
y a veces los vespertinos dejan paso libre a cumplidas muchachitas que conducen fieras
          encadenadas
Pero lo mejor está en el intervalo entre ciertas letras
Donde manos más blancas que el cuerno de las estrellas a mediodía
Saquean un nido de golondrinas blancas
A fin de que llueva para siempre
Tan bajo tan bajo que las alas no puedan entremezclarse
Manos por las que se asciende hasta brazos tan leves que el vapor de los prados en sus
          graciosas volutas sobre las charcas es su espejo imperfecto
Brazos que sólo se articulan al peligro excepcional de un cuerpo creado para el amor
Cuyo vientre llama a los suspiros desprendidos de las zarzas llenas de velos
Y que sólo tiene de terrestre la inmensa verdad helada de los trineos de miradas sobre la
          extensión absolutamente blanca
De lo que no veré más
A causa de una venda maravillosa
Que es la mía en el juego al gallo ciego de las heridas.
 
 


André Breton en Le revolver à cheveux blancs (1931), incluido en Antología de la poesía surrealista de lengua francesa (Fabril Editora, Buenos Aires, 1961, selec. y trad. de Aldo Pellegrini).

Héctor Berenguer (Argentina, 1948)


Lo que queda
El cuerpo me mira
y se lleva un cuerpo que no es.
Se lleva mi ausencia
como si fuera su alma.
Lo que queda
también es parte de lo que se va.
Nada mira quien todo lo ve,
lo que no ve su frente
lo ve su espalda.
La poesía conoce tus lágrimas
pero no las seca.
Lo que queda o nos deja
es ir muriendo en otros.
La ausencia nunca se lleva nada de importancia…
Se lleva sólo lo que dejó la vida.
 
 
(Fuente:  Poesía de El Toro de Barro)

domingo, 29 de diciembre de 2019

Giacomo Lopardi (Italia, 1798 - 1837)

La retama



Y tú, lenta retama, 
que de frondas fragantes
esta campiña desolada adornas,
también al cruel poder morirás luego
del subterráneo fuego,
que volviendo al lugar que ya conoce
avaro ha de extender su rojo manto
por tu fresca espesura. Indiferente
doblarás bajo el peso del destino
tu cabeza inocente:
mas hasta entonces no la habrás en vano
doblegado con súplicas cobardes
del futuro opresor, ni erguido nunca
delirante del orgullo a las estrellas,
sobre el desierto donde
lugar y nacimiento
el azar, no tu gusto, darte quiso;
que más sabía que el hombre, menos necia,
no creíste jamás que por el hado
o por ti misma eterno
tu caduco linaje fue creado. 
 
 
 
“La retama o la flor del desierto”, fragmento, en Obras, Giacomo Leopardi, trad. de Miguel Romero Martínez, Madrid, Aguilar de Ediciones, 1960

Giacomo Leopardi (Italia, 1798 - 1837)


El infinito Canto XII



Amé siempre esta colina,
y el cerco que me impide ver
más allá del horizonte.
Mirando a lo lejos los espacios ilimitados,
los sobrehumanos silencios y su profunda quietud,
me encuentro con mis pensamientos,
y mi corazón no se asusta.
Escucho los silbidos del viento sobre los campos,
y en medio del infinito silencio tanteo mi voz:
me subyuga lo eterno, las estaciones muertas,
la realidad presente y todos sus sonidos.
Así, a través de esta inmensidad se ahoga mi pensamiento:
y naufrago dulcemente en este mar.


Pablo Antonio Cuadra (Nicaragua, 1912 - 2002)


La noche es una mujer desconocida


Preguntó la muchacha al forastero:
–¿Por qué no pasas? En mi hogar
está encendido el fuego.

Contestó el peregrino: –Soy poeta,
solo deseo conocer la noche.

Ella, entonces, echó cenizas sobre el fuego
y aproximó en la sombra su voz al forastero:
–¡Tócame! –dijo–. ¡Conocerás la noche!




(Fuente: El hombre aproximativo)

Leopoldo María Panero (España, 1948 - 2014)


El beso de buenas noches


I

Padre, me voy:
voy a jugar en la muerte,
padre me voy.
Dile adiós a mi madre,
y apaga la luz de mi cuarto:
padre, me voy.
Dile a aquel niño que allá ríe,
no sé de qué, si de la vida,
mi nombre, sólo mi nombre.
Pon mis juguetes en buen orden
oso con oso, pon al perro
con el pájaro, en cuanto al pato
déjalo solo, al pato:
padre, me voy: voy a jugar con la muerte.
Había una llama, sí, en mis ojos,
porque velaron tantas noches
y no logró nadie cerrarlos
sino yo; perdona, padre, que no hubiera
nadie, sino yo: me voy,
me voy solo a jugar con la muerte.



II

Padre, estoy muerto, ya, y qué oscuro
es todo esto:
no hay luna aquí, no hay sol ni tierras,
padre, estoy muerto.
Somos los muertos como enfermos
y el cementerio el hospital
para jugar aquí a los médicos
sábana blanca y bisturí
y tantas tumbas como lechos
para soñar: y son tan blancos esos huesos
padre tan blancos: como soñar.
Dicen los otros, los más muertos
los que ya llevan tiempo y tiempo
aquí vengándose de Dios
que vendrá el Diablo, el buen Diablo
que vendrá el Diablo con más flores
de las que nadie pueda traer.
Padre, estoy muerto, no estoy solo
padre, estoy muerto, tengo amigos
con quien jugar.



III

Madre, esos besos que en la tumba
aún me das
son despertar, son nuevo frío;
estuve vivo, ya lo supe
ahora
déjame olvidar.



IV

Padre, estoy muerto, y es la tumba
una cuna mucho mejor
padre, no hay nadie, ya estoy solo
padre, si alguna vez de nuevo
vuelvo a vosotros, padre, si otra
vez yo vivo, no sé con qué voy a soñar.



(Fuente: El hombre aproximativo)

Vasily Vasilievich Kazin (Rusia, 1898-1981)


La garlopa 

 

Rápida, garlopa, arrástrate de prisa,
cuchichea, canta en el banco,
peina la madera con tu acero,
con tu peine caliente de acero.

¡Ay rubios rizos de madera,
revoloteando hacia el suelo!
Sois aromáticos y dulces,
como untados de miel.

¿Recuerdas, garlopa,
su despedida rápida, agitando
sus rubios rizos deliciosos,
pisando tenuemente las virutas?

En aquel instante, te hundí
profundamente en la madera. Luego
de aquella silenciosa despedida,
dejé que el polvo te cubriera.

Y he aquí que hoy al encontrarte, muda,
evocas en mi alma aquellos rizos,
y cuando rozas, rápida, la tabla
hablas como sus rizos: susurrando.

Rápida, garlopa, arrástrate de prisa,
rumorea, canta en el banco,
peina la madera con tu acero,
con tu peine caliente de acero.
 
 


  incluido en Antología de la poesía soviética (Ediciones Júcar, Madrid, 1974, versión de Blas de Otero). 
 
 
 
(Fuente: Asamblea de palabras)

sábado, 28 de diciembre de 2019

Carlos Vicente Castro (México, 1975)


Un algo kitsch


No me contestes demasiado pronto, queridísima Frika: un diamante en bruto,
     díganlo si no los africanos en las minas,
es lo mismo que un trozo de carbón (lo que cueste es asunto de Wall Street).
Los siglos y siglos en el congelador de la tierra nos los entregan relucientes,
brillantes como los cerebros de algunos genios de la
     zoología, como algunos sabelotodo con quienes nos encontramos a un paso
     de hormiga,
en la fila de la caja rápida.
He ahí la brillantez con que los diamantes en bruto se nos presentan, como
     un botones mal vestido detrás de nuestra propina.
Yo prefiero guardar distancia, agrandar mi campo de energía oscura, densa como
     el vacío.
A mí me gustaría que los diamantes pudieran derretirse, y por qué no, beberse.
Sería un gran negocio.
Algunos no hemos pulido el estilo, andamos brutalmente desgarbados,
     las palabras se nos embotan de la boca, y si los diamantes bebidos
     nos aportan un algo kitsch, pues quién se negaría.
Claro que tendrían que ser digestivos, en eso la brillantez de nuestros
     científicos hace milagros —aunque no precisamente cuando nos referimos al
     estilo.
Ya ves, se me va el tiempo en explicarte que soy un bruto para entender
cuando me hablas de diamantes.





El blanco es no dar en el blanco


La hoja en blanco es una antigua amiga que de pronto se ha quedado en
     blanco antes de decir nada, ni bu como un fantasma bajo la sábana,
una postal de Nueva York que conseguimos en un bazar
sin jamás haber subido a la cima de la estatua.
No hay mujer que desista al impulso de soñarse en la parte más alta
de la hoja en blanco, con su vestido semiblanqueado ondeando como
     una bandera.
Pero sabes, querido Vitrubio, la historia, incluso las instantáneas personales
son sólo un intento por plagiar la realidad,
la verdadera historia está en las zonas blancas que manchamos con los dedos
     al pasar la rugosa página del día.
Pero el blanco me persigue como un oso polar hambriento entre odiosos
     témpanos de hielo mientras brindo contigo. Claro, oh Vitrubio, con mi vodka
     Absolut a las rocas.
Y mi blanco es no dar en el blanco.
Y blancas estrellas fugaces rayan la oscura fealdad del cielo.
Por eso te digo, a nada le tengo más miedo que a ser aplastado por el BLANCO.

Carlos Vicente Castro (México, 1975)



Mi reino fue comido por los buitres,

 


MI REINO FUE COMIDO por los buitres
un día de sol envenenado de números. Yo
huí en camisa por desiertos que parecían
infinitos, infestados
de beduinos que me aceptarían
dándome un penoso dromedario para seguirlos
al final de su caravana.
Hemos asaltado reinos mejores
de lo que fue el mío
y, por honor, no nos hemos quedado con ninguno.

(De “Apócrifos”)

(Fuente: El hombre aproximativo)

viernes, 27 de diciembre de 2019

Raymond Carver (EEUU, 1938 - 1988)


Para siempre

Traducción de Juan Carlos Villavicencio






A la deriva en un manto de humo,
sigo el sendero rayado por un caracol
en el jardín hasta el muro de piedra del jardín.
Solitario al fin me pongo en cuclillas, veo

lo que hay que hacer, y de repente
me adhiero a la piedra húmeda.
Lentamente empiezo a mirar a mi alrededor
y escucho, valiéndome

de todo mi cuerpo como el caracol
se vale de su cuerpo, relajado, pero alerta.
¡Increíble! Esta noche es un hito
en mi vida. Después de esta noche

¿cómo podría volver a esa
otra vida? Mantengo mis ojos
en las estrellas, y con mis antenas
las saludo. Espero

durante horas, sólo descansando.
Más tarde, el dolor comienza a asentarse
en minúsculas gotas alrededor de mi corazón.
Recuerdo que mi padre ha muerto

y que pronto me iré de
este pueblo. Para siempre.
Adiós, hijo, dice mi padre.
Por la mañana desciendo

y deambulo de vuelta a casa.
Todavía están esperando,
con el miedo cortando sus rostros,
mientras se encuentran con mis nuevos ojos por primera vez.




en Fires, 1983











Forever

Drifting outside in a pall of smoke, / I follow a snail’s streaked path down / the garden to the garden’s stone wall. / Alone at last I squat on my heels, see // what needs to be done, and suddenly / affix myself to the damp stone. / I begin to look around me slowly / and listen, employing // my entire body as the snail / employs its body, relaxed, but alert. / Amazing! Tonight is a milestone / in my life. After tonight // how can I ever go back to that / other life? I keep my eyes / on the stars, wave to them / with my feelers. I hold on // for hours, just resting. / Still later, grief begins to settle / around my heart in tiny drops. / I remember my father is dead, // And I am going away from this / town soon. Forever. / Goodbye son, my father says. / Towards morning, I climb down // and wander back into the house. / They are still waiting, / fright slashed on their faces, / as they meet my new eyes for the first time.
 
 
 
 
(Fuente: Descontexto)

Alan Mills (Guatemala, 1979)


Fata Morgana


Un hombre vio en el desierto
lampos de luz sobre las rocas
anuncios de la oscuridad que espera.
(las rocas son lágrimas secas
vestigios de alguna memoria
deseosa de asirse a la tierra).

Un hombre vio en la distancia
sorbos de luz separando cielos y arenas
y mares que transpiran ausencia.

Un hombre mira al mundo alejarse
cual espejismo o suave marea.

Shigeharu Nakano (Japón, 1902-1979)


Canto

 

Tú no cantes
no cantes a las flores de cerezo
ni a las alas de las libélulas
no cantes al murmullo del aire
ni al aroma del cabello de las mujeres.

Niégate
todas las cosas débiles
todas las cosas frágiles
todas las cosas melancólicas.

Rechaza
todas las cosas sentimentales
y canta con franqueza
lo que piensas
lo que llena nuestro estómago.

Canta las cosas que penetran al corazón
canta un canto que aúlle cuando lo destrocen
un canto que brote desde el fondo del agravio.
Estos cantos
cántalos valerosamente con una melodía severa.

Estos cantos
clávalos con martillo en el corazón de la gente.
 


 incluido en Antología de la poesía moderna del Japón (1868-1945) (UNAM, México, 2010, selec. y trad. de Atsuko Tanabe). 
 
 
 
(Fuente: Asamblea de palabras)

Jean Cocteau (Francia, 1889 - 1963)


El paquete rojo




Mi sangre se ha transformado en tinta. Convendría evitar a toda costa esta repugnancia. Estoy envenenado hasta la médula. Canté en la oscuridad y ahora es esa canción la que me da miedo. Más aún: soy leproso. ¿Conocen las manchas de moho que simulan un perfil? No sé qué encanto de mi lepra engaña al mundo y lo autoriza a abrazarme. ¡Peor para él! No me conciernen las continuaciones. Sólo he expuesto llagas. Hablan de graciosas fantasías: es culpa mía. Es de locos exponerse inútilmente.
Mi desorden se amontona hasta el cielo. Los que amaba están unidos al cielo por un elástico. Vuelvo la cabeza… Ya no están más ahí.
Por la mañana me inclino, me inclino y me dejo caer. Caigo por la fatiga, el dolor, el sueño. Soy inculto, nulo. No conozco ninguna cifra, ningún dato, ni nombres de ríos ni lenguas vivas o muertas. Cosecho ceros en historia y geografía. Si no fuera por algunos milagros, me perseguirían. Por otra parte, he robado los papeles a un tal J. C. nacido en m. l. el... Muerto con 18 años tras una brillante carrera poética.
Esta cabellera, este sistema nervioso mal plantado, esta Francia, esta tierra, no me pertenecen. Me repugnan. Los cancelo mientras sueño de noche.
La madre no ve más que fuego. La amo. Me lo da. No digan que la engaño. Como contrapartida le doy la ilusión de tener un hijo.
He dejado el paquete. Que me encierren, que me linchen.
Que lo entienda quien quiera: Soy una mentira que siempre dice la verdad.
 
 
 
en La mentira que siempre dice la verdad (Antología), 2015




(Fuente: Descontexto)




jueves, 26 de diciembre de 2019

Alan Mills (Guatemala, 1979)


El nombre del que escribe



El que escribe se llama como yo.
El que escribe se ha cambiado de nombre para parecerse a mí.
El que escribe se llama como el que se llama como yo.
El que escribe ha cambiado su nombre para parecerse al que cambió
su nombre para parecerse a mí.
El que escribe ha escrito su nombre sobre el mío para que se me olvide
que soy yo.
El que escribe ha cambiado las letras de su nombre para que no me dé
cuenta de que soy yo.
El que escribe se llama como el que cambia las letras de su nombre
para parecerse a mí.
El que escribe ha cambiado mi nombre por el suyo a modo de que se le
olvide que soy yo.
El que escribe se llama como el que se esconde atrás de un nombre que
lo hace olvidarse de mí.
El que escribe no soy yo pero se llama como yo.
El que escribe no se llama como yo pero soy yo.
El que ha cambiado su nombre ahora se llama como yo pero sigue sin escribir como yo.
El que escribe tiene las mismas letras de mi nombre pero no se llama como yo.
El que escribe tiene un nombre sin letras que se parece a mí.



(Fuente: El hombre aproximativo)

Salomón de la Selva (Nicaragua, 1893-1959)


Prisioneros 

 

     Son gente.
De eso no cabe duda.
Gente como nosotros,
que come, que duerme, que se entume, que suda,
que odia, que ama.
Gente como toda la gente,
y sin embargo — diferente.

     Como les hemos arrancado
todos los botones,
caminan agarrándose
los pantalones,
y llevan el cuerpo doblegado.

     Pudiera ser cansancio,
pero no es eso.
Pudiera ser vergüenza...
En fin, qué nos importa :
¡Son nuestros prisioneros!

     Está prohibido darles cigarrillos.
Bien. Se les daré a escondidas.
Alguno de ellos debe de haber leído
a Goethe; o será de la familia de Beethoven
o de Kant; o sabrá tocar el violoncelo...
 


  incluido en Antología de la poesía latinoamericana de vanguardia (1916-1935) (Ediciones Hiperión, Madrid, 2003, ed. de Mihai G. Grünfeld). 
 
 
 
(Fuente: Asamblea de palabras)

Konstantinos Kavafis (Grecia)


El plazo de Nerón

Traducción de Miguel Castillo Didier







No se inquietó Nerón cuando escuchó
El vaticinio del Oráculo de Delfos.
«Los setenta y tres años que tema».
Tenía tiempo aún para gozar.
Tiene treinta años. Muy suficiente
es el plazo que el dios le da
para preocuparse de los peligros futuros.

Ahora va a regresar a Roma un poco cansado,
pero cansado exquisitamente por este viaje,
que fue todo días de placer
-en los teatros, en los jardines, en los gimnasios…

Atardeceres de las ciudades de Acaya...
Ah la voluptuosidad de los cuerpos desnudos sobre todo…

Esto con Nerón. Y en España, Galba
secretamente su ejército reúne y lo ejercita,
el anciano de setenta y tres años.



(Fuente: Descontexto)

miércoles, 25 de diciembre de 2019

Pierre de Ronsard (Francia, 1524 - 1585)


Soneto a Elena



Cuando seáis muy vieja, a la luz de una vela,
sentada junto al fuego, hilando y devanando,
mis versos cantaréis, asombrada exclamando:
"Ronsard me celebraba, cuando yo aún era bella".


Y no tendréis sirvienta que oyendo un verso tal,
aunque medio dormida, el trabajo olvidado,
al escuchar mi nombre no se haya despertado,
vuestro nombre alabando con elogio inmortal.

Yo estaré bajo tierra, y, fantasma sin huesos,
a la sombra del mirto tomaré mi reposo;
y vos junto al hogar, una vieja encorvada,

lamentando mi amor y vuestro cruel desdén.
Vivid, hacedme caso, no esperéis a mañana:
recoged desde hoy mismo las rosas de la vida....



Akushtap Baktyguereyeva (Kazajistán, 1944)


El potro salvaje 

 

Querido padre mío, vendrá la primavera,
y se derretirá la nieve blanca.
Habíamos guardado de la yegua un potrillo
que habías elogiado por su raza tan pura
y poderlo montar y correr velozmente
después de que te cures.
En él cabalgarías desde el mismo barranco,
irías a las fiestas para participar en las carreras.
No pudimos pensar que cuando la pradera se pusiera tan verde,
jamás ensillarías aquel potro salvaje.
Un potro de carreras sin su dueño no será bien cuidado.
Tampoco encontraría un amo conveniente.
Se le oye relinchar en medio de su cuadra
antes de que amanezca, echándote de menos.

Su brío fue heredado de su raza.
Rompió todas las cuerdas que le ataron.
Un día destrozó la valla de los sauces
donde pasaron noche caballos numerosos.
No sé qué es lo que atrajo su atención.
La gente lo miraba retozando.
¡Pobre salvaje ansiando libertad!
Sin embargo volvió para entrar en su cerca.
Hoy ha bebido agua de un cubo entre mis manos.
¿Quién sería capaz de entender la tristeza de un equino?
...Nos hemos convertido de indomables en mansos.
¡La vida reconoce su potente energía!
 
 


  incluido en Antología de la poesía kazaja contemporánea (Siglos XIX, XX y XXI) (Ediciones Vitruvio, Madrid, 2017, selec. y trad. de Justo Jorge Padrón).

martes, 24 de diciembre de 2019

Fabricio Estrada (Honduras, 1974)


El amor en tiempos del narcoestado, Tegucigalpa



No sé qué decir cuando veo el pequeño corazón de un reptil

Los libros que me dicen
que he existido acaban de quemarse.
También ardió la pareja que se besaba en el parque
con un corazón de helio a punto de reventar.
Mi hijo me habla de dinosaurios
sin imaginar
que llevo extinto muchas eras.
En medio del fuego
lo veo como un bello vitral
de vagas referencias sagradas.
Le explico entonces sobre quiénes somos
sin ser aquellos reptiles que no sobrevivieron
y que no lograron amar con poesía
ni tomar en fotos la caída del cielo.
Le digo que muchas cosas se enfrentan con sangre fría
y que bajo el agua
las cosas parecen sueño
hasta que algo en el tímpano se rompe
y nos avisa que debemos volver a la orilla
a secarnos para entrar a la casa que ya no existe.
Vamos –le digo-, pequeño velocirraptor,
crucemos Pangea
antes que la deriva nos vuelva irreconocibles
y que el cometa caiga sobre la pareja que se besa
en el parque más olvidado de Tegucigalpa.
Fabricio Estrada
 
 
 
 
 
 

 (Fuente: Bitácora del párvulo blog)

Louis Aragon (Francia, 1897 - 1982)


PERSONAS PÁLIDAS


Más mísero que las piedras
triste a más no poder
el hombre escuálido
el atril hubiera querido aniquilarse
Qué frío el viento me penetra en el sitio
de las hojas
de las orejas muertas
Solo cómo patalear para ahuyentar el frío
con qué pie iniciar la semana
Un silencio que nunca acaba
Ni una palabra tierna para engañar al invierno
La sombra del alma del amigo La escritura
Tan solo las señas
Mi sangre daría una sola vuelta
Los sonidos se pierden en el espacio,
como dedos congelados.
Nada más
que un patín abandonado en el hielo
El fulano
A través de él se ve el día

Lambros Porfyras (Grecia, 1879-1932)


Esta noche

 

Esta noche, Dios mío, tu tierra es hermosa de confín a confín.
Han adornado la colina de rojos brezos
como si fuese la víspera de una dulce fiesta, y el día
tarda también en desvanecerse como una amada sonrisa.

A derecha e izquierda, en la soledad del camino, los álamos
inmóviles en la escasa luz. No se mueve en ellos ni una rama.
No tiembla ni una hoja. A donde mires, todo se calla
y piensas que su silencio es una muda plegaria.

Abajo, en las laderas del monte, se ladea, hundido
en la sombra del sueño, en la turbia calma,
el querido pueblo, lejano y atardecido,
como gozoso lugar para las almas que se han vuelto santas.

Y, por encima, dos nubes que son, se diría, ángeles
vestidos de blanco, que se detuvieron con sus alas abiertas
y encontraron tan hermosa la tierra y tan dichosa
que se quedaron y se olvidaron del cielo por esta noche.
 
 
 
(Fuente: Asamblea de palabras)

lunes, 23 de diciembre de 2019

Roberto Juarroz (Argentina)




Así como no podemos




Así como no podemos
sostener mucho tiempo una mirada,
tampoco podemos sostener mucho tiempo la alegría,
la espiral del amor,
la gratuidad del pensamiento,
la tierra en suspensión del cántico.

No podemos ni siquiera sostener mucho tiempo
las proporciones del silencio
cuando algo lo visita.
Y menos todavía
cuando nada lo visita.

El hombre no puede sostener mucho tiempo al hombre,
ni tampoco a lo que no es el hombre.

Y sin embargo puede
soportar el peso inexorable
de lo que no existe.





en Séptima poesía vertical, 1982




domingo, 22 de diciembre de 2019

Ezra Pound (EEUU)


Histrión


Ningún hombre se ha atrevido todavía a escribir esto,
Y sin embargo sé cómo son las almas de los grandes hombres
Algunas veces pasan a través nuestro,
Y nos fundimos en ellos, y no somos
Más que reflejos a salvo de sus almas.
Así soy Dante por un lapso y soy
Un François Villon, poeta y ladrón
O soy alguno de los santos que no puedo escribir,
Para que no se escriba blasfemia contra mi nombre;
Esto dura un instante y la llama desaparece.
Es como en nuestro centro donde brilla una esfera
Translúcida, oro fundido, ese es el “yo”
Y en esto se proyecta de alguna forma:
Cristo, o Juan, o el Florentino;
Y como el claro espacio no es una forma
Impuesta sobre sí misma.
Así nosotros dejamos de ser por un momento
Y estos, los Maestros del Alma, sobreviven.



(Fuente: El Hombre aproximativo)

Stefan Markovski (Macedonia, 1990)


Extranjeros 

 

Una vagabunda busca un cigarrillo en la estación
en las bolsas de los pasajeros están
los átomos que finalmente acabarán desvaneciéndose
entre las paredes de la comodidad.
Lo absurdo de la espera llena los vestíbulos
y reemplaza las palabras
miradas congeladas proclaman las fiestas
llorando el piano ruega un poco de cortesía
somos extranjeros
con miradas indiferentes y enfocadas
con ojos ante los grafitis
que a veces se diluyen con los frescos
con peligrosos y mínimos movimientos
con una mudez habladora y el tiempo esculpido
en la piedra hueca de Sísifo con la que hacen malabares los hombros
para nosotros la ciencia es un conjunto de poemas incomprendidos
en nuestros jardines pronto crecerán piñas
para que recojan las palabras arrojadas.


  incluido en Vallejo & Co. (Internet, enero de 2019, trad. de Marco Vidal González).



sábado, 21 de diciembre de 2019

Margaret Atwood (EEUU)


Nada

 


Nada como el amor para devolverle
la sangre al lenguaje,
la diferencia entre la playa y sus
distintas piedras y vidrios rotos, un duro
alfabeto cuneiforme, la delicada cursiva
de las olas; espinas y huevas líquidas, desierto
y marisma, verde que vuelve de un salto
de la muerte. Las vocales carnosas
otra vez como labios o dedos arrugados, y los dedos
juegan con las piedritas reblandecidas
como se juega con la piel. El cielo
no está vacío y allá lejos, sino que lo tenés
acá nomás, contra los ojos, derretido, tan cerca
que le sentís el gusto. Tiene gusto a
sal. Lo que te toca es lo que vos tocás.




Traducción de Enrique Zaidenwerg.


Odiseas Elytis (Grecia)


El Monograma

 



Es pronto todavía en este mundo, me oyes,
aún no se han amansado los monstruos, me oyes.
Mi sangre perdida y el afilado, me oyes,
cuchillo
Como un carnero que corre por los cielos
y rompe las ramas de los astros, me oyes.
Soy yo, me oyes
Te amo, me oyes
Te abrazo y te llevo y te pongo
el blanco vestido de novia de Ofelia, me oyes.
Dónde me dejas, a dónde vas y quién, me oyes
toma tu mano en los diluvios
las inmensas lianas y las volcánicas lavas
Llegará un día, me oyes
en que nos entierren y miles de años después
nos transformarán en rocas brillantes, me oyes
para que se refleje en ellas la crueldad, me oyes
de los hombres
y en mil pedazos nos lanzarán
a las aguas, uno a uno, me oyes
Mis amargas piedras cuento, me oyes
Y es el tiempo una gran iglesia, me oyes
donde a veces, las imágenes de los santos
lloran lágrimas verdaderas, me oyes.
Las campanas abren en las alturas, me oyes
un profundo sendero para que yo pase
Esperan los ángeles con velas y salmos fúnebres.
No voy a ninguna parte, me oyes
o ninguno, o los dos juntos, me oyes
Esta flor de la tormenta y, me oyes
del amor,
de una vez por todas la cortamos
y que no vuelva a florecer, me oyes
en otra tierra, o en otra estrella, me oyes
No existe la tierra no existe el aire
que tocamos, el mismo, me oyes
Y ningún jardinero tuvo la alegría en ningún tiempo
después de tanto invierno y de tanto viento del norte, me oyes
de ver abrirse una flor, sólo nosotros, me oyes
en medio del mar
sólo por deseo del amor, me oyes
hicimos emerger una isla entera, me oyes
con grutas y cabos y acantilados florecidos
Escucha, escucha
Quien habla en el agua y quien llora – ¿oyes?
Quien busca al otro, quien grita – ¿oyes?
Soy yo quien grita y yo quien llora, me oyes
Te amo, te amo, me oyes



(Fuente:  El hombre aproximativo)

Albanella Chávez (Bolivia, 1985)


espejo 

 

si entra en el escenario la teoría de tu cabeza estrellada contra el piso
la alerta roja de tu nube comienza a arder
te descubren nebulosa entre párpados cerrados
te levantas de la nube
te sueñas sin saber qué haces               tus brazos se mueven pero no son tuyos
existen con un movimiento intrascendente

la sed errante me persiguió hasta ahí en que el aroma blanco se bañó de rojo
la sed errante extrajo hielo          me sumergió íntegra
borrón de dibujo en calca pétrea

bostezo de boca abierta una lengua escupió un cuerpo deshabitado

lo que pasó en la habitación oscura              muere cierto


pero desde que el homicida del tiempo rondó el hueco que el tiempo hizo en su propia frente
el tiempo mismo construyó un manzano
 
 


Albanella Chávez, incluido en Los tres cielos. Antología de la poesía amazónica de Bolivia (Editorial 3600, Bolivia, 2015, selec. de Homero Carvalho Oliva).
 
 
(Fuente: Asamblea de palabras)

viernes, 20 de diciembre de 2019

Josely Vianna Baptista (Curitiba, 1957)


Schima

 
Cobre reflejándose en el oro de los ojos:
sin jarcia ni cordaje los móviles oscilan, barcos
sin rumbo, a la deriva (desiertos), río adentro
(en el lecho cambiante), sin remo ni vela
al viento. Deslizan un intervalo, río afuera,
en el linde (los sueños) -superficie.
Nubes y agua, pénsiles, fluctuando en los ojos.
Reverso de mortaja, los mantos corren en álveos:
los barcos tienen velámenes.


*


>

misiones


campánulas lacias
oscilan entre las ruinas:
primera lluvia
después de las sombras
nítidas
de los soles largos
pétalos crespos
se estremecen entre
el negro de las varas
que el viento azota
y el estruendo de las vainas
en semillas
(pequeñas naves
singlando el pasto
con su fronda
negra de brotes
y destrozos)
-carozos de otoño,
restos del estío-
reliquias


*


>
NINGÚN GESTO
SIN PASADO
NINGÚN ROSTRO
SIN EL OTRO


*


>

PASO



tras paso:
anturios marchitos
en el basalto
lodo
o soto:
sobre el rastrojo
el cuero sangriento
de los pedregullos
en la suela
los tajos
el suelo arduo
pero alado


*


>

EL SEBO


que enciende
la lumbre
es el mismo
que unge
las manos
que abren
surcos
entre raíces
y rastrojos,
tegumentos
de mudas,
hongos
en el estiércol


*


>
moradas nómades
carcomas y termitas roen,
voraces, la choza de ripias
penden del pilar ramos de trigo,
hecho amuleto para graneros llenos;
peroles espolvorean costras de grano molido
y las redes balancean sus harapos,
cerca del piso donde una mancha negra
revela el antiguo fuego
todo abandono y, sin embargo,
allá fuera el pomar sembrado
para los que ahora cruzan
(fardos vacíos), uno
a uno, los once mil
guapuruvús


*


>
donde el cielo encuentra a la tierra


la brea devore de la noche
el propio rastro:
en el suelo ocre, de bruces,
lo oscuro oscurezca,
noche tan noche
que se desdoble en día
los charcos zumben
otra vez insectos;
viren los regueros
de lodo
en que chapoteo
-con el sol-
polvo purpúreo,
o largos rulos
que el viento
eleva y devana
a plomo el sol se ofusque
a sí mismo
y la tarde atardezca
en un crepúsculo
núcleo de sombras,
nieblas entre dos luces
(frutos brunos se pudren
en la escudilla)



       (Trad. Reynaldo Jiménez)


(Fuente: Jámpster)

Ted Hughes (EEUU)


La parte sensible


Tus sienes, donde se adensaba tu cabello,
eran la parte sensible. Una vez, como experimento,
dejé caer una lima en los electrodos
de una batería de doce voltios -y explotó
como una granada. Te lanzaron
un rayo en el cráneo.
Con sus batas blancas y sus caras pálidas
revoloteaban de nuevo
para ver cómo te encontrabas, con tus correas.
Si tus dientes estaban aún intactos.
La mano calibrando en la palanca
de nuevo sin sentir nada
excepto una nada queriendo sentir
algún ramalazo de sensación. El terror
era la nube de tu ser
que esperaba esos relámpagos, Vi
la rama de un roble tajada tras un estallido.
Tú viste la pierna de tu padre. ¿Cuántos tirones
permitiste que te diera ese dios agarrándote
de los pelos brutalmente? Los informes
escaparon de regreso a las nubes. ¿Qué fue
lo que se vaporizó? Donde los pararrayos lloraban cobre
y el nervio se arrancó la piel
como un niño abrasado
huyendo tras el resplandor de la bomba. Te dejaron caer
como un rígido pedacito de alambre
por los tendidos eléctricos de Boston. Las luces
del Senado se amortiguaron
mientras tu voz buceaba dentro
a través de la válvula de escape del sótano.
Y años después, apareció
expuesto como una radiografía
el mapa de tu cerebro, aún con manchas negras,
con cicatrices de tierra quemada
de tu retiro. Y las palabras
eran rostros a contraluz
sujetándose las entrañas.



(Fuente: El hombre aproximativo)

Friedrich Hölderlin (Alemania)

Hiperion, o el eremita en Grecia



"¿No envejece el hombre, no se marchita, no es como una hoja caída que no vuelve a encontrar su árbol y que es arrastrada por los vientos hasta que la arena la entierra?
¡Y, sin embargo, su primavera vuelve!
¡No lloréis cuando lo más perfecto se marchita! ¡Pronto se rejuvenecerá! ¡No os entristezcáis cuando calla la melodía de vuestro corazón! ¡Pronto vuelve a encontrar una mano que la hace brotar de nuevo!
Y yo, ¿cómo era?, ¿no era como una lira rota? Aún sonaba un poco, pero eran sones mortuorios. ¡Había cantado mi sombrío canto del cisne! Con gusto me hubiera trenzado una corona fúnebre, pero sólo tenía flores de invierno.
Y ahora, ¿dónde estaba el silencio mortal, la noche y el vacío de mi vida, la mezquindad de ser mortal?
Sin duda, la vida es pobre y solitaria. Vivimos aquí abajo como el diamante en la sombra. Preguntamos en vano cómo hemos venido aquí para volver a encontrar el camino que nos lleva hacia arriba.
Somos como el fuego que duerme en la rama seca o en el pedernal, y luchamos e intentamos encontrar en todo momento el fin de nuestra estrecha prisión. Pero acaban llegando los momentos de liberación que compensan siglos de lucha, momentos en que lo divino sale de su celda, en que la llama se desprende de la madera y se eleva victoriosa sobre las cenizas, en que nos parece que el espíritu libre, olvidadas las penas y la servidumbre, vuelve en triunfo a las galerías del sol."





(Fuente: La Ciudad de los Inmortales)

Axayácatl (México, Imperio azteca, 1449-1481)


Canto de Axayácatl, señor de México

 

 

Ha bajado aquí a la tierra la muerte florida,
se acerca ya aquí,
en la Región del color rojo la inventaron
quienes antes estuvieron con nosotros.
Va elevándose el llanto,
hacia allá son impelidas las gentes,
en el interior del cielo hay cantos tristes,
con ellos va uno a la región donde de algún modo se existe.

Eras festejado,
divinas palabras hiciste,
a pesar de ello has muerto.
El que tiene compasión de los hombres, hace torcida invención.
Tú así lo hiciste.
¿Acaso no habló así un hombre?
El que persiste, llega a cansarse.
A nadie más forjará el Dador de la vida.
¡Día de llanto, día de lágrimas!
Tu corazón está triste.
¿Por segunda vez habrán de venir los señores?
Sólo recuerdo a Itzcóatl,
por ello la tristeza invade mi corazón.
¿Es que ya estaba cansado,
venció acaso la fatiga al Dueño de la casa,
al Dador de la vida?
A nadie hace él resistente sobre la tierra.
¿Adónde tendremos que ir?
Por ello la tristeza invade mi corazón.
Continúa la partida de gentes,
todos se van.
Los príncipes, los señores, los nobles
nos dejaron huérfanos.

¡Sentid tristeza, oh vosotros señores!
¿Acaso vuelve alguien,
acaso alguien regresa
de la región de los descarnados?
¿Vendrán a hacernos saber algo
Motecuhzoma, Nezahualcóyotl, Totoquihuatzin?
Nos dejaron huérfanos,
¡sentid tristeza, oh vosotros señores!

¿Por dónde anda mi corazón?
Yo Axayácatl, los busco,
nos abandonó Tezozomoctli,
por eso yo a solas doy salida a mi pena.
A la gente del pueblo, a las ciudades,
que vinieron a gobernar los señores,
las han dejado huérfanas.
¿Habrá acaso calma?
¿Acaso habrán de volver?
¿Quién acerca de esto pudiera hacerme saber?
Por eso yo a solas doy salida a mi pena.
 


Axayácatl, incluido en Trece poetas del mundo azteca (Fundación Editorial El perro y la rana, Caracas, 2006, selec. de Miguel León-Portilla). 
 
 
 
(Fuente: Asamblea de palabras)

jueves, 19 de diciembre de 2019

Stéphan Mallarmé (Francia)


El cigarro



Toda el alma resumida
cuando lenta la consumo
entre cada rueda de humo
en otra rueda abolida.


El cigarro dice luego
por poco que arda a conciencia:
la ceniza es decadencia
del claro beso de fuego.

Tal el coro de leyendas
hasta tu labio aletea.
Si has de empezar suelta en prendas

lo vil por real que sea.
Lo muy preciso tritura
tu vaga literatura.



(Fuente: El Rey Cronopio)

Hugo Padeletti (Rosario, Argentina)


PRIMAVERA EN BERNA 


A Miss Moore le hubiera gustado
una ciudad como ésta.
Paraíso Terrestre – Edad Media – New York

escala humana. La herradura
de Aar (literalmente
turquesa líquida), la secuencia

de los puentes, las laderas
en flor, ¡qué acicalarse
de la mente!

Y el Botanischer Garten y los otros
jardines:
la historia natural (el pithecantropus

erectus),
Bach, Brecht y los oráculos
del libro: AUSGEWÄLTE

GEDICHTE. Para colmo, en la fosa
medieval, tienen osos (´virtuosos
en su ejemplaridad´), el ingrediente

de la bestia.
Ando (y no me canso)
por las recovas. Llueve

y no me mojo. Ritmos
de arcadas y de fuentes
y escaparates: discos

y números de DU
y quinqués y grabados
de plantas (FRAGARIA

VESCA), y cuántas
antigüedades vivas
y modernas preguntas

y respuestas: altas
finanzas, alta
cultura, altas

arboledas seguras. ¿No hay
pobreza?
Pero hay infancia. Todo, extrañamente,

conmemora la infancia. Esta es la torre
del Reloj, el juguete mimado. Aquí jugaba
Klee. Entre tan vívida evidencia

aprendió a ‘hacer visible’:
las onduladas hojas art nouveau
de los robles, los brotes

de los abetos, los cuajados
arcoíris de savia en las orillas
rampantes, duplicados

en el río. Y ahora, en la Klee-Stiftung,
la irrupción
de los cuadrados mágicos, la grave

melodía soñada
del Arabisches Lied, la cicatriz
de Pathos, el rotundo canto llano

del fin. ¡Qué numerosa
natura naturata
para un empeño. DILIGENTE

CULTIVO,
y humano, aunque nos cueste!
Como ahora, entre el cielo

que chispea y el césped
que destella,
la danza (verde-rojo, azul-naranja)

del cuerpo juvenil y la pelota
de la mente. ¿Partido
perdido? ¿La energía

del hombre es la energía
mental pero la mente
la abraza? ¿Es la pelota

quien juega al jugador?
Más lejos, entre bosques
profundos como el mar,

nos acuna
con su ‘tonada lenta’, la sembrada
meseta, los pezones

de leche y miel,
de cereales, de frutas, de hortalizas
de relojes y de química.

Adentro inmaculada
limpieza, dobles puertas
y edredones guardados por la abuela
para otro invierno.




(Fuente: Hablar de poesía)

José Antonio Mazzotti (Perú, 1961)


Muerte por fuego 

 

Una aureola cicatriza por el cielo un flash cortante
Descuelgas tu trenza Kalypso el prófugo de los humanos
Encerraste el abanico refrescado siete años por la brisa
Que creaste del Soplo Divino el duradero el que fecunda
Las piedras en la playa y la espuma del pez espada
Las plantas transparentes del sobaco de los puentes
Los huevos de esmeralda de las aves legendarias
Tu soledad de halo jubiloso que refrescaba la noche

En Ogigia gustaban tus gotas bailar y asomabas la cabeza
Buscando al peregrino abandonado en el cuaderno silente
Tú lo escribiste pero ahora nada dices ahora desapareciste
Secuestrado por los malignos elementos las mareas
Solías cantar en las mañanas y el suelo relumbraba
Tu risa dirigía las orquestas de abejorros tus delgados
Labios pronunciaban discursos de chubasco el pueblo
Te era devoto y ofrendaba coca y cuyes en tu santuario

Amaste con la calma intensidad del cometa contemplaste
Atardeceres simultáneos con tu Herida Abierta
Porque el Reino del Señor se extiende de tus plantas
Y crecen rosales rozando tus tobillos oh Aparecido
Salve tu amor mi amor ausente Salven
Tus manos las montañas horadadas las planicies
Arrasadas las profundidades donde caen los moluscos
Al vertedero insaciable Líbranos Apu Kalypso
De amar todos los seres sin poder tocarlos

Abrumado por los menesterosos desapareciste en el mar
Abandonaste puro tus huestes por delito de insolencia
Y ahora la miasma radiante la mancha de fuego se apodera
De las caparazones de los boticarios de la piel de la arena
Perdidos en su ignorancia rampan despampanantes
Los corazones macerados en vinagre de ajenjo y miel
Amenizando las almenas curioseando en los portones
Donde abandonan las madres a sus recién nacidos

Esta ladera de iglesia de orines radioactivos
Esta cuchilla saliendo del mástil del aire perdido
Este chillido de ave avezada enviada para comer vísceras
Este revólver de sentidos indistintos y balas babosas
Compiten ante ti y ante ti coleópteramente murmuran
Tu fama curadora de cristales y de labios de aluminio
Tu figura alargada que erecta los espíritus del valle
Tu sombra soberana creciente mientras el Sol se oculta

Y agitas tu fragancia de orquídeas tu chaleco espacial
Vuelves para tatuarnos los olvidos bienintencionados
Incurres en manías monetarias y en cálculos minuciosos
Hablas poderoso por los ríos secos por los altoparlantes
Inundas los temores con arrepentimiento y alcohol
Oh Aparecido ya seas hombre / ya seas mujer permítenos
Acariciar los pétalos de plata besar la espuma de felpa
De bocas de los copos de sabiduría eterna y retornable

Salve esa cresta de obsidiana de abultada penumbra
Su amor caracolesco de chasquidos y troncos flotantes
Su sangre insuflada de polen y de savia de dolores
Infinitos por la ausencia de estrellas por la sombra
De la lluvia ascendente como espina y su boca de rosa
Salve grandísimo puto de los avernos insaciables
Donde se pierde el niño acurrucado de bakelita
En una masa insomne y en un bulto sin cabeza
 
 
 
(Fuente: Asamblea de palabras)

Eugenio Montejo (Venezuela)


Islandia
 
Islandia y lo lejos que nos queda,
con sus brumas heladas y sus fiordos
donde se hablan dialectos de hielo.
Islandia tan próxima del polo,
purificada por las noches
en que amamantan las ballenas.
Islandia dibujada en mi cuaderno,
la ilusión y la pena (o viceversa).
¿Habrá algo más fatal que este deseo
de irme a Islandia y recitar sus sagas,
de recorrer sus nieblas?
Es este sol de mi país
que tanto quema
el que me hace soñar con sus inviernos.
Esta contradicción ecuatorial
de buscar una nieve
que preserve en el fondo su calor,
que no borre las hojas de los cedros.
Nunca iré a Islandia. Está muy lejos.
A muchos grados bajo cero.
Voy a plegar el mapa para acercarla.
Voy a cubrir sus fiordos con bosques de palmeras.
 
 
 
 
(Fuente: Contracorrientes)
 
 
 

miércoles, 18 de diciembre de 2019

Juan José Rodinás (Ecuador)


Canción de los niños zombis que recorren el campo

 

1
Los niños de ojos negros
los niños deformes,
pero los niños de piel oscura
y los niños lisiados,
pero los niños de segunda mano
como niños tontos
y
como niños expulsados
sobre la tierra muerta.



2
El paisaje me dice:
No, Juan, tú eres un hombre viejo
y no cantas.
Solamente los niños cantan:
tú eres un pulpo negro
sobre los ojos de algún niño sin manos.
Has llorado, Juan, en los caballos que crecen
y corren desde tu corazón
hacia tu corazón sin manos.
Crecen las noches de las estrellas,
siguen las galaxias,
los dedos de niños enterrados.
Crecen las galaxias en los senos negros
de las muchachas diminutas.
¿Para qué corres tanto?
Una palabra pequeña/
es suficiente/
respira suficiente/
en el cielo/
máquina de no sentir/
máquina inerte.


3
La habitación me dice:
1. Niño sin manos, ¿dónde están tus muertos?
2. Bienvenida, estrella: solo los días nos esperan, las dagas enterradas en la nieve sentida. Las manos bocabajo en la nieve de los ojos perdidos, lastimados. Un niño con una escafandra se sumerge en un mar negro y pesca pequeños hipocampos ligeramente eléctricos. Así tu corazón-cabeza. ¿Cómo negarte el derecho a morir si estás tan lejos?
3. El llanto no recibe del mundo las preguntas. Arriba de las cosas los caballos mueren.
4. Yo hería lo que siente. Árboles sin mí, árboles que hablaban sentimiento: jamás una pizca de lógica en las hojas que te reciben por el aire.
5. Yo hería las rosas virales, las rosas de la multiplicación hería. Yo jamás te sentí. Piedras en reposo que hablan un idioma sin gente. Qué hablan que no hay gente.


4
Un caballito levemente lisiado camina por un desierto de hielo y un esquimal lo señala. Nada ocurre después. Solo esa escena: ese paraje inmenso y esa desolación. ¿Sabes, niño, dónde queda ese pueblo? Un lugar donde todo está hecho de lenguajes y números. No hay sentimientos. Hay orden y simetría. Las cosas funcionan dentro de las cosas. La vida existe sin la vida. ¿Sabes, niño, de qué te morirás? Cáncer, diabetes. Observando mis huesos sobre una imagen de niños enterrados donde juegan los topos a esconderse.


5
No sé resolver esto:
el fuego crece
para no sé decir
quién me amó
no me amó en realidad.
Así me preguntaba,
para no sé decir
“piénsalo
una muchacha no me amó
y no sé decirlo”.
Una muchacha dijo
el cielo es lo que tú no eres.
Y no sé darle la vuelta a los paisajes
donde los fuegos artificiales comunican
el vacío de todas las cosas de la tierra.
La ignorancia que necesito para creer en alguien.
El lenguaje solo señala
que se vacían las jarras
y que, sin embargo, puedo beber de ellas.
Nada comunica nadie
pero nunca volveré
al sueño de las estrellas,
eran pesadillas,
estrellas sueñan
el sueño del sueño que volvía,
era
y
volvía
otra vez a explicar el vacío
donde la gente caminaba sola:
mi mente volverá,
mariposa de alambre,
a posarse
en las ruinas
de las cosas
pobres,
de las cosas
inexplicables.




(Fuente: El hombre aproximativo)


Alfonsina Storni (Argentina, 1892-1938)


Date a volar 

 

Anda, date a volar, hazte una abeja,
En el jardín florecen amapolas,
Y el néctar fino colma las corolas;
Mañana el alma tuya estará vieja.

Anda, suelta a volar, hazte paloma,
Recorre el bosque y picotea granos,
Come migajas en distintas manos
La pulpa muerde de fragante poma.

Anda, date a volar, sé golondrina,
Busca la playa de los soles de oro,
Gusta la primavera y su tesoro,
La primavera es única y divina.

Mueres de sed: no he de oprimirte tanto...
Anda, camina por el mundo, sabe;
Dispuesta sobre el mar está tu nave:
Date a bogar hacia el mejor encanto.

Corre, camina más, es poco aquéllo...
Aún quedan cosas que tu mano anhela,
Corre, camina, gira, sube y vuela:
Gústalo todo porque todo es bello.

Echa a volar... mi amor no te detiene,
¡Cómo te entiendo, Bien, cómo te entiendo!
Llore mi vida... el corazón se apene...
Date a volar, Amor, yo te comprendo.

Callada el alma... el corazón partido,
Suelto tus alas... ve... pero te espero.
¿Cómo traerás el corazón, viajero?
Tendré piedad de un corazón vencido.

Para que tanta sed bebiendo cures
Hay numerosas sendas para tí...
Pero se hace la noche; no te apures...
Todas traen a mí...
 
 
 
(Fuente: Asamblea de palabras)

martes, 17 de diciembre de 2019

Alberto Girri (Buenos Aires, 1919 - 1991)


EPÍSTOLA A HIERONYMUS BOSCH 

 
Qué bien supiste
cuanto nosotros, hijo de ira,
no comprendimos,
el principio del mal
deformador de nuestra materia,
mal material que examinaste
como quien apila cuerpos
y con frías incisiones
extrae de sus cabezas la locura,
y de sus organismos
la confusión de los tres reinos:
árboles con rostros,
piedras que también son plantas,
metales animados, venenosos,
el insecto cabalgando al pájaro,
el pájaro afilando su cuchillo;
pues de eso hablaste y gritaste
y bajo formas de visión
establecías que juntos propiamente
componemos un solo cuerpo,
privados del gran beneficio,
sustraídos al amor de la semilla
que cayó en el suelo y murió
para no perderse, perdernos.
Mas siempre el hombre,
yo, cualquiera, tú mismo,
el hombre y su desnudez
correteando atontado
por jardines de delicias
y planicies infernales
y detrás y arriba
del carro de heno del mundo
en el que cada cual arrebata lo que puede;
su desnudez, no el sexo,
añorando la totalidad de la desnudez,
la primitiva unidad hermafrodita,
el completo ser adán-eva.
        Vagabundo de lo extraño,
        mano que aspiró a ser conciencia,
        que la oración de tu oficio
        haya subido derecha
        como un perfume.



(Fuente:  Hablar e poesía)

Berta García Faet (Valencia, España, 1988)



DESEO  
Y mujeres que sólo se alimentan de pétalos de rosa
OLIVERIO GIRONDO
and the lovers
pass by, pass by
SYLVIA PLATH
Padres, hermanos, amigos, profesores:
soy un ser de deseo.
No es suficiente el contexto
−yo en el salón, en la bañera, en el cine, en el despacho:
ocupada en las tareas que desubican el deseo−
para lograr acallar este hecho sin espacio:
que, especialmente,
soy un ser de deseo.
En el reino de la astenia y sus panfletos,
en el milenio de la saturación y los cuerpos bellísimos
encerrados en patéticos frasquitos de fobias,
sin tocarse,
yo soy un ser de deseo: bocas entreabiertas,
corazón-voluta.
En el mundo de los helados estanques
de unidades inconmensurables y aisladas del contacto
(cuerpos bellísimos agarrados a maderas,
miedosos de rozar un tobillo,
por si al final se enamoran),
os tan-solemne-y-tierna-y-felizmente anuncio
una pulpa de deseo: no puedo salir de Shostakovitch
y me alimento de trompetas y de amores de la infancia
que me encuentro en el metro y de señores-frutas.
Soy un ser de deseo:
1. Sé lo que es una revuelta de hormigas rojas
africanas
por entre las piernas.
2. Sé lo que es llegar a morderse los labios.
3. Sé lo que es decirle, por ejemplo
oh qué interesante
mientras pienso
oh Dios lo que te haría
oh Dios oh Dios en cuanto te descuides
te planto un beso que te mueres de colores;
y,
luego,
impondré mi disciplina −y una cierta dulzura−
en tu cuarto ex-templo-de-ver-castamente-películas;
y,
luego,
montaré una fiesta con los que un día fueron míos,
y os haréis buenos amigos, y volveremos todos
a un cierto París básicamente de cuellos.
Porque,
sobre todo,
soy un ser de deseo;
y si me muevo por el mundo
es para que engorde, que engorde, que engorde
a mis expensas.
Constantemente paso hambre.
Soy un ser de deseo, caminamos juntos
por mi diagonal de cosas:
algún prodigio, alguna ventana.
Y sólo cuando mi deseo
se ha convertido en una inmensa bola
o en un pichón o conejo obeso y planetario,
lleno de estrías por seguir creciendo
hasta llegar al límite abismal de su volumen posible,
sólo entonces,
cuando su tamaño ya nos resulta plenamente asqueroso,
socialmente nocivo, sentimentalmente molesto,
lo mato
y me lo como.
De Fresa y herida (Diputación de León, 2011)
 
 
 
PROCEDENCIA: ACRÍLICOS
todo lo que alcanza el cuerpo a hacer en vida
BRODSKY
Formo parte de aquel selecto grupo de chicas
a las que Las Chinas han acariciado el pelo
¿es natural? ¿es natural? ¿es natural?
y los chicos comido concienzudamente
muslos y omoplatos en garajes y autocines.
Me casaré contigo. Verás. Me casaré contigo.
Desde sus cubitos-corazón, los inocentes
numerosos mirones supuestamente imparciales
(hoy, por sinestesia, físicos, aves y piedras,
un médico, un músico, un gestor de manías)
se empeñaron en proclamar el supuesto prodigio
de mis atributos visibles (los de todas las chicas)
(que, a los quince años, somos todas la misma:
un dibujo de Brenda, vulva-mirto-en-el-agua,
¡mirad los pellizcos!: violetas contra el mundo)
Hoy está claro:
el amor lo ve todo muy bello
muchas gracias a lo cual
formo parte de aquel selecto grupo de chicas
que, en la adolescencia,
no hicieron régimen.
¿Nos vamos a París? ¿Nos vamos a París?
Me casaré contigo. Verás. Me casaré contigo.
Los chicos (hoy la mayoría filósofos de la ciencia,
escultores de fresas, pintores de heridas, diplomáticos)
se atrevían,
se atrevían a sangrar por las rodillas
(su menstruo divertido),
se atrevían,
y nosotras −lógicamente vírgenes y drogadas−
creíamos muy importante
cerrar mucho los ojos al besarnos.
Hoy está claro:
fueron tiempos felices
muchas gracias a lo cual
formo parte de aquel selecto grupo de chicas
a las que acechaban por los mares los hombres excesivos
−nos moríamos de miedo, corríamos, sudábamos;
pero nos sentíamos bonitas: eso bastaba: eso entonces
bastaba−
y los chicos nos juraban apasionadamente
atrocidades y absurdos en cementerios y playas,
y los chicos exponían con notable entusiasmo
sus motivos: es baratísimo, verás, te lo prometo,
y los chicos adoraban increíblemente subversivos
cada una de nuestras explosivas fotosíntesis.
Hoy está claro:
fuimos precoces en la exuberancia
muchas gracias a lo cual, más tarde, ésta
no pudo confundirme
y he sabido
que, si el criterio es la valentía,
todo es decadencia desde los trece.
Ya que formo parte de aquel selecto grupo de chicas
a las que Las Chinas Del Verano Inglés acariciaban el pelo
¿cómo lo haces? ¿cómo lo haces? ¿cómo lo haces?
y los chicos comían eruditamente
en literas y jardines vértebras y labios.
Me casaré contigo. Verás. Cuando cumplamos veinte.
Hoy todo está claro:
el amor lo ve todo muy bello,
fueron tiempos felices,
soy una coleccionista y,
celosa y sucia,
palpo
las páginas de mi acumulación.
 
 
 
 
(Fuente: Revista El Humo)