miércoles, 10 de febrero de 2016

Dos poemas de José Leónidas Escudero



Hacer el no hacer

Por ahí doy en la tecla
pero no soy yo el que la pega,
es un ser escondido en mí que actúa
sin que se me ocurra mover un dedo.

Soy el testigo nada más de eso, o sea
estuve esperando sucediera
sin saber cuándo
y de repente la sorpresa me agarró de alivio.

El viejo Krishnamurti
creo que le llamó a eso "darse cuenta":
quedarse uno con la boca abierta
ante repentina claridá.

Claro qu' es lindo, y si te sucede a vos
no vayas a creerte que sos especial,
sos de aquí no más, común,
pero viste una chispa en tu cielo oscuro.


Aplausos

Fui lejos tanto como nunca
y desperté a media noche asustao
por el encuentro que tuve con los monos.
Sí porque no deja de ser preocupante
soñar estar conversando mano a mano
con tales antecesores.

Ahí estábamos en comer bananas
y el jefe de la tribu me preguntaba
por qué me había metido en pensamientos vanos
como a dónde vamos y de dónde venimos.
Tranquilizate hijo, me dijo,
soy el padre de los humanos que andan perdidos
como vos.

La tribu lo aplaudió y él se paseaba
sacando pecho y mirando a todos
sobradoramente.

En eso me desperté,
di otra vuelta en la cama y pensativo
dije para mis adentros: Te agradezco, mono,
pero ahora te aconsejo yo,
los aplausos al jefe son peligrosos.

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