jueves, 28 de enero de 2016

Vicente Huidobro


«Los verdaderos poemas son incendios. La poesía se propaga por todas partes, iluminando sus consumaciones con estremecimientos de placer o de agonía».
«Se debe escribir en una lengua que no sea materna».
«Los cuatro puntos cardinales son tres; el sur y el norte».
«Un poema es una cosa que será».
«Un poema es una cosa que nunca es, pero que debiera ser».
«Un poema es una cosa que nunca ha sido, que nunca podrá ser».
«Huye del sublime externo si no quieres morir aplastado por el viento».
«Si yo no hiciera al menos una locura por año, me volvería loco».


Vicente Huidobro

De  ALTAZOR


No hay tiempo que perder
Los iceberg que flotan de los ojos de los muertos
Conocen su camino
Ciego sería el que llorara
Las tinieblas del féretro sin límites
Las esperanzas abolidas
Los tormentos cambiados en inscripción de cementerio
Aquí yace Carlota ojos marítimos
Se le rompió un satélite
Aquí yace Matías en su corazón dos escualos se batían
Aquí yace Marcelo mar y cielo en el mismo violonchelo
Aquí yace Susana cansada de pelear contra el olvido
Aquí yace Teresa ésa es la tierra que araron sus ojos hoy ocupada por su cuerpo
Aquí yace Angélica anclada en el puerto de sus brazos
Aquí yace Rosario río de rosas hasta el infinito
Aquí yace Raimundo raíces del mundo son sus venas
Aquí yace Clarisa clara risa enclaustrada en la luz
Aquí yace Alejandro antro alejado ala adentro
Aquí yace Gabriela rotos los diques sube en las savias hasta el sueño esperando la resurrección
Aquí yace Altazor azor fulminado por la altura
Aquí yace Vicente antipoeta y mago
Ciego sería el que llorara
Ciego como el cometa que va con su bastón
Y su neblina de ánimas que lo siguen
Obediente al instinto de sus sentidos
Sin hacer caso de los meteoros que apedrean desde lejos
Y viven en colonias según la temporada
El meteoro insolente cruza por el cielo
El meteplata el metecobre El metepiedras en el infinito
Meteópalos en la mirada
Cuidado aviador con las estrellas
Cuidado con la aurora
Que el aeronauta no sea el auricida
Nunca un cielo tuvo tantos caminos como éste
Ni fue tan peligroso
La estrella errante me trae el saludo de un amigo muerto hace diez años
Darse prisa darse prisa
Los planetas maduran en el planetal
Mis ojos han visto la raíz de los pájaros
El más allá de los nenúfares
Y el ante acá de las mariposas
¿Oyes el ruido que hacen las mandolinas al morir?
Estoy perdido
No hay más que capitular
Ante la guerra sin cuartel
Y la emboscada nocturna de estos astros

Beatriz Vignoli (Rosario, Argentina)


La caída 

Si te dicen que caí
es que caí.
Verticalmente.
Y con horizontales resultados.Soy, del ángulo recto
solamente los lados.
Ignoro el arte monumental del sesgo,
esa torsión ornamental del héroe
que hace que su caer se luzca como un salto.
Ese rizo del mártir que, ascendiendo
se sale de la víctima
y su propio tormento sobrevuela
no es mi especialidad. Yo, cuando caigo,
caigo.
No hay parábola
ni aire, ni fuerza de sustentación.
Un resbalón: espero. Al suelo llego
por la ruta más breve.
Un alud, una piedra,
una viga a la que han dinamitado.
No hay astucias del cuerpo en mi descenso.
Se sobrevive: el fondo
del abismo es más blando
para quien no vuela, sólo cae.
Si te dicen que caí,
no vengas
a enseñarme aerodinámica revisionista.
No me cuentes de los que cayeron venciendo.
No vengas a decirme
que no crees que haya sido un accidente.
En lo único que creo es en el accidente.
Lo único que sabe hacer el universo
es derrumbarse sin ningún motivo,
es desmoronarse porque sí.

lunes, 25 de enero de 2016

Alberto Laiseca

Dos poemas chinos


Escribiendo un poema

Escribo este poema con una delgada varilla de junco;
la tinta, al deslizarse, produce un ruido ensordecedor.
La clarividencia otorga deslumbramiento
y un pequeño dedal de malaquita
crece hasta contener el Río Amarillo.
En la pared de mi cuarto
está la vieja pintura de una rosa bermellón;
ese inofensivo objeto neutro e indoloro
me aturde con el insoportable perfume de miles de flores.
Todo eso has producido en el corazón de quien espera.

Hwang Tsi Lie. Dinastía Chou.


El estancamiento

Cabello, Manantial del Este:
¡cuán grande tu error!
Antes que dejarte conducir
por la Pandilla de los Cuatro Retrógrados,
habría sido preferible tu retiro y tu poesía.
Siete Malas Cabezas intoxicaron la tuya.
¿Dónde está la industrialización?
¿Dónde la tecnificación de los campos?
¿Por qué tus ejércitos medran con armas primitivas,
inermes frente a los Dos Imperialismos?

De los papeles que se han recuperado del camarada Feng, muerto durante la Revolución Cultural.
Alberto Laiseca (Rosario, 1941), Poemas chinos, Libros de Tierra Firme, Buenos Aires, 1987.

domingo, 24 de enero de 2016

José Kozer (Cuba)


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De la mano de Paul Cézanne; JK, 75 años, sitúa y Sobremesa, de José Kozer



Paul Cézanne, «Pan y huevos», 1865.





De la mano de Paul Cézanne


Nos sentamos a comer al pie de un hormiguero.

Columnas de humo, ¿qué retribuir?

De una pieza de pan destituido hormas desmigajo
          nos llenamos la boca.

Despedazar prismas de harina rendir tributo del
          pan a los prismas.

La cabeza bajamos el cuerpo ladeamos duermen
          rombos de levadura
          motas de algodón en
          las sienes.

En los ojos un doble significado ortográfico.

¿Y esta tangente? ¿Y ese viraje? La yagua abre
          en dos el pan recién
          sacado de la tahona
          deja ver mariposas
          de luz crisálidas en
          reposo del trigo
          deja ver el orden
          indefectible.

El desmigajamiento. Un paralelepípedo. Fulgor
          de la segur. Bajar el
          buey la testuz. El
          trigo quebrarse bajo
          la roya.

La avidez del subsuelo sosteniendo un primer
          punto de hormigas
          aparece.

Ya a la expectativa. A su remate el hambre. Nos
          queda sentarnos de
          espaldas a comer.
          Alzar de la negrilla
          los pasos rimeros
          de la hormiga a la
          salida de su primera
          tromba acaparando
          del embrión a la mies
          cohorte tras cohorte
          de panes.
Todo lo precede. Rombo, el mantel. Elipse, la
          garrafa. Azul rubí de
          inaccesibles cofres
          sobre el mantel. Del
          vino su sombra.
          Arabescos al alzar
          las copas. Sombra
          azul del rubí el
          arabesco profundo
          del vino.

Madre naturaleza concédenos simiente de gencianas
          encaje candeal
          de sombras
          impertérritas.

Un prisma inveterado. Separarnos ya. Imposible
          desencajarnos. A lo
          destituido acercar
          un bosquejo primero
          de la mano al rombo
          de la harina amasando
          doce gorjeos de un
          pan a sus panes
          de istmos cimas
          orografías un pan
          adyacente a la
          perpendicular
          reconfigurada de
          la mano a la boca.
 
Inédito
 

sábado, 23 de enero de 2016

Pedro Lemebel (Chile)


Manifiesto (Hablo por mi diferencia)

 

No soy Pasolini pidiendo explicaciones
No soy Ginsberg expulsado de Cuba
No soy un marica disfrazado de poeta
No necesito disfraz
Aquí está mi cara
Hablo por mi diferencia
Defiendo lo que soy
Y no soy tan raro
Me apesta la injusticia
Y sospecho de esta cueca democrática
Pero no me hable del proletariado
Porque ser pobre y maricón es peor
Hay que ser ácido para soportarlo
Es darle un rodeo a los machitos de la esquina
Es un padre que te odia
Porque al hijo se le dobla la patita
Es tener una madre de manos tajeadas por el cloro
Envejecidas de limpieza
Acunándote de enfermo
Por malas costumbres
Por mala suerte
Como la dictadura
Peor que la dictadura
Porque la dictadura pasa
Y viene la democracia
Y detrasito el socialismo
¿Y entonces?
¿Qué harán con nosotros compañero?
¿Nos amarrarán de las trenzas en fardos
con destino a un sidario cubano?
Nos meterán en algún tren de ninguna parte
Como en el barco del general Ibáñez
Donde aprendimos a nadar
Pero ninguno llegó a la costa
Por eso Valparaíso apagó sus luces rojas
Por eso las casas de caramba
Le brindaron una lágrima negra
A los colizas comidos por las jaibas
Ese año que la Comisión de Derechos Humanos
no recuerda
Por eso compañero le pregunto
¿Existe aún el tren siberiano
de la propaganda reaccionaria?
Ese tren que pasa por sus pupilas
Cuando mi voz se pone demasiado dulce
¿Y usted?
¿Qué hará con ese recuerdo de niños
Pajeándonos y otras cosas
En las vacaciones de Cartagena?
¿El futuro será en blanco y negro?
¿El tiempo en noche y día laboral
sin ambigüedades?
¿No habrá un maricón en alguna esquina
desequilibrando el futuro de su hombre nuevo?
¿Van a dejarnos bordar de pájaros
las banderas de la patria libre?
El fusil se lo dejo a usted
Que tiene la sangre fría
Y no es miedo
El miedo se me fue pasando
De atajar cuchillos
En los sótanos sexuales donde anduve
Y no se sienta agredido
Si le hablo de estas cosas
Y le miro el bulto
No soy hipócrita
¿Acaso las tetas de una mujer
no lo hacen bajar la vista?
¿No cree usted
que solos en la sierra
algo se nos iba a ocurrir?
Aunque después me odie
Por corromper su moral revolucionaria
¿Tiene miedo que se homosexualice la vida?
Y no hablo de meterlo y sacarlo
Y sacarlo y meterlo solamente
Hablo de ternura compañero
Usted no sabe
Cómo cuesta encontrar el amor
En estas condiciones
Usted no sabe
Qué es cargar con esta lepra
La gente guarda las distancias
La gente comprende y dice:
Es marica pero escribe bien
Es marica pero es buen amigo
Súper-buena-onda
Yo no soy buena onda
Yo acepto al mundo
Sin pedirle esa buena onda
Pero igual se ríen
Tengo cicatrices de risas en la espalda
Usted cree que pienso con el poto
Y que al primer parrillazo de la CNI
Lo iba a soltar todo
No sabe que la hombría
Nunca la aprendí en los cuarteles
Mi hombría me la enseñó la noche
Detrás de un poste
Esa hombría de la que usted se jacta
Se la metieron en el regimiento
Un milico asesino
De esos que aún están en el poder
Mi hombría no la recibí del partido
Porque me rechazaron con risitas
Muchas veces
Mi hombría la aprendí participando
En la dura de esos años
Y se rieron de mi voz amariconada
Gritando: Y va a caer, y va a caer
Y aunque usted grita como hombre
No ha conseguido que se vaya
Mi hombría fue la mordaza
No fue ir al estadio
Y agarrarme a combos por el Colo Colo
El fútbol es otra homosexualidad tapada
Como el box, la política y el vino
Mi hombría fue morderme las burlas
Comer rabia para no matar a todo el mundo
Mi hombría es aceptarme diferente
Ser cobarde es mucho más duro
Yo no pongo la otra mejilla
Pongo el culo compañero
Y ésa es mi venganza
Mi hombría espera paciente
Que los machos se hagan viejos
Porque a esta altura del partido
La izquierda tranza su culo lacio
En el parlamento
Mi hombría fue difícil
Por eso a este tren no me subo
Sin saber dónde va
Yo no voy a cambiar por el marxismo
Que me rechazó tantas veces
No necesito cambiar
Soy más subversivo que usted
No voy a cambiar solamente
Porque los pobres y los ricos
A otro perro con ese hueso
Tampoco porque el capitalismo es injusto
En Nueva York los maricas se besan en la calle
Pero esa parte se la dejo a usted
Que tanto le interesa
Que la revolución no se pudra del todo
A usted le doy este mensaje
Y no es por mí
Yo estoy viejo
Y su utopía es para las generaciones futuras
Hay tantos niños que van a nacer
Con una alíta rota
Y yo quiero que vuelen compañero
Que su revolución
Les dé un pedazo de cielo rojo
Para que puedan volar.

miércoles, 20 de enero de 2016

Vladimir Maiacovski


Conversando con la Torre Eiffel

París,
caminada por millones de pies,
gastada por miles de llantas.
Ando errante por tus calles,
solo, hasta el horror,
                                           ni un rostro amigo,
 hasta el horror,
                                 ni un alma.
Alrededor mío,
los autos fantasean una danza.
Alrededor mío,
desde sus fauces de dragones-pescados y luises,
silba y cae el agua de las fuentes.
Llego a la plaza de la Concordia,
y espero a que venga a la cita,
cruzando la niebla,
surgiendo tras las casas apiladas,
la torre de Eiffel.
¡Chist...!
Torre,
más despacio,
que la pueden ver.
La luna, tema de guillotina,
asiste a nuestra cita.
Me acerqué a ella,
susurrándole en la radio-oreja.
He aquí lo que le digo:
-He hecho propaganda a los edificios y a las cosas.
Nosotros,
sólo esperamos su aprobación.
Torre,
¿quiere encabezar la insurrección?
Torre,
nosotros la elegimos jefe.
Usted,
modelo de genio y técnica,
no debe quedar aquí,
ocultando sus contornos Apollinarios.
No es para usted,
este lugar de podredumbre,
París de prostitutas,
la Bolsa,
y los "poetas".
Los Metró están de acuerdo.
Los Metró están conmigo.
Ellos,
arrojarán al público,
de su embaldosados vientres.
Y la sangre nueva,
lavará las paredes,
de los afiches de polvo y perfume.
Ellas,
-las paredes-
están convencidas.
Ellas no quieren ser esclavas de los avisos lujosos,
ellas saben que les sienta mejor a la cara,
nuestros agudos carteles de lucha.
¡Torre!
¡No tenga miedo a las calles!
Si el Metró no suelta la gente,
la calle lo castigará con los rieles.
Yo levantaré el motín de los rieles.
¿Teme?
Los tractores vendrán en columnas,
nos defenderán.
Vendrá Rive-gauche en nuestra ayuda.
¡No tema!
Ya me puse de acuerdo con los puentes.
Vadear los ríos,
                                 no es fácil.
Los puentes,
se levantarán de golpe,
movidos por el encono,
cerrando las entradas a la ciudad,
por todos los costados de París.
Al primer llamado,
se amotinarán los puentes,
arrojando a los peatones,
con su toros de piedra.
Se rebelarán todas las cosas,
las cosas,
ya no pueden soportar más,
este orden de cosas.
Pasarán quince años o veinte,
se ablandará el acero,
y las mismas cosas
se lo aseguro,
irán solas,
a venderse por las ferias de Montmartre.
¡Torre vamos!
Venga con nosotros.
Usted,
allá, en casa,
nos hace más falta.
¡Venga con nosotros!
La recibiremos,
con el brillo de nuestros aceros.
La recibiremos,
con más ternura que al primer amante amado.
¡Vamos a Moscú!
Torre,
allá tenemos más lugar.
Usted,
tendrá todas las calles que quiera.
Nosotros,
la cuidaremos,
cien veces al día,
lustraremos su acero y su cobre,
y quedará como el sol.
Deje,
que su ciudad-,
París de tontas pitucas,
París de bulevares abribocas,
acabe sola,
enterrada en el cementerio del Louvre,
con el vejestorio de su museo en los bosques de Boulogne.
¡Adelante!
¡Marche!
¡Marche con sus cuatro patas poderosas,
remachadas según lo planos de Eiffel,
para que en nuestro cielo,
asome tu frente de radio,
para que nuestras estrellas,
ante ti se avergüencen!
¡Decídase, torre!
Hoy se levantan todos,
removiendo a París,
desde la cabeza hasta los pies.
¡Vamos,
venga con nosotros a la URSS!
¡Venga, con nosotros!
Yo,
le conseguiré el pasaporte.

(Versión Lila Guerrero)

martes, 19 de enero de 2016

Juan José Saer


—Miren: el colibrí.

Todos dejan de hablar y giran la cabeza en dirección al arbusto de flores amarillas; incluso Riera, que estaba sentado de espaldas a ese sector del patio, se incorpora y se queda mirando: aleteando sin parar, el cuerpo diminuto del pájaro se mantiene en el aire frente a una flor amarilla mientras su pico se introduce en ella. El aleteo vertiginoso produce un efecto doblemente sorprendente al contrastar con la inmovilidad total del patio, los árboles, el pasto, el agua azul de la pileta ahora que ningún cuerpo ni ninguna brisa la turba, y sobre todo las figuras humanas que se han fijado en actitudes diversas, con la vista dirigida hacia el arbusto amarillo y el cuerpecito que sacude las alas con frenesí para neutralizar la fuerza de gravedad. Los personajes vivientes de hace unos segundos, transformados en sus propias efigies petrificadas, el jardín y la casa con todas sus dependencias, y lo que está más allá de sus límites, calles, caminos, pueblos, ríos, ciudades, mundo, de los que no llega ningún ruido, ningún movimiento, son como un decorado dispendioso, digno de la magia legendaria del colibrí, que aparece, con la regularidad de las constelaciones, súbito, en los jardines, y vuelve a desaparecer con la misma rapidez, igual que si fuese un espejismo o una visión. parece concentrarse, durante unos minutos, en una de sus partes, alada y vistosa, y sin embargo, a pesar de su prestigio, toda la energía que saca con el pico de la flor amarilla se consume en el momento mismo de ser obtenida, a causa del aleteo agotador que lucha contra la atracción terrestre.
 
 
(En La Grande)

lunes, 18 de enero de 2016

Macedonio Fernández (Buenos Aires, 1874 - 1952)


No creo:

En la sugestión y en el poder de imitación (Sociología).
En la clasificación de los placeres humanos en viciosos y necesarios (Fisiología de la salud).
En la noción económica del lujo como contrapuesto en utilidades a la noción de necesidad (Economía Política).
En la superioridad ni moral ni económica del trabajo intelectual sobre el material.
En la superioridad del trabajo inventivo sobre el trabajo monótono.
En las máquinas. En el ahorro de jornadas de trabajo y aligeramiento de las tareas del hombre. Las máquinas son hijas del trabajo.
En que haya ocurrido jamás en la humanidad una verdadera y esencial superproducción.
En la Terapéutica: esperanza infantil antibiológica.



- Macedonio Fernández

sábado, 16 de enero de 2016

Paco Urondo


Hoy un juramento


"Cuando esta casa.
en la que vivo hace años,
tenga
una salida, yo cerraré
la puerta para guardar su calor;

y la abriré
para que los vientos
de todas partes, vengan
a lavarle la cara;
a remontarla,
de esa manera con que vuelan
las intenciones,
los aparecidos, los recuerdos por venir,
y lo que a uno le asusta
aunque todavía no haya ocurrido..."




 

Roberto Juarroz


21

El destino del paso que no damos
se inscribe en un espacio paralelo
y nace allí una secuencia de pasos no dados,
que cumplen sin embargo su destino de pasos
y en algún lugar o tiempo
se encuentran
o por lo menos se cruzan con los nuestros
y entonces de alguna manera los corrigen.
Hacia un lado o hacia otro,
el hombre debe dar todos sus pasos.

 

jueves, 14 de enero de 2016

Hugo Padeletti


La elocuencia



Dijo Emerson:
-' Odio
las citas'
Yo no, hervimos
a grados diferentes.

Hay dicursos
sobre dragones y hay dragones
de corazones.
¿Qué argumento
vale aguardar?
(Subamos
al trampolín.)
Las frases que se apoyan
mutuamente
duermen juntas; la cosa
-la elocuencia
perfecta-
no es su presa.
(Saltemos
del trampolín.)
La 'herida
de una mancha', los ' tridentes
de un pájaro', hasta 'el gato
que accede al rey'
son pelos
en la trampa.


HUGO PADELETTI, La tentación, Obra reunida, poemas verbales-poemas plásticos, tomo II.

*foto: collage IDEALOGÍA ENDÓGENA (Bs. As.,1885)

Crisitina Piña (Argentina)


Hermandad




Hermanos cancerosos,
leprosos, cardíacos y accidentados,
amputados y aplastados por el dolor,
yo me he unido a ustedes
desde el grito sin descanso,
yo comulgué con ustedes
desde la miseria de un cuerpo
que se niega a obedecer,
un cuerpo autónomo en su forma de sufrir
de pedir un remedio
para el daño inaguantable.
Hermanos infartados,
tuberculosos y con delirium tremens,
con el pie baldado por la parálisis cerebral,
con el páncreas hecho trizas por la infección,
yo como de su mesa y mendigo su pan,
yo busco en la bella analgesia
el olvido de la sierra que pulveriza mis huesos,
yo comparto en la desgracia de un cuerpo
herido por la enfermedad,
la condición humana abyecta
que nos hace más hermanos
que el amor.
Hermanos sin alivio ni cordura,
hermanos en la escrófula y el herpes,
picados de viruelas, trozados por la peste,
ahogándose en un enfisema atroz,
yo sé lo que se siente cuando todo el universo
se reduce a un punto que entra en erupción
y la lava del dolor nos arrastra
nos crucifica
nos cunde
plegados en el grito y la experiencia del filo
en las entrañas o en el hueso.
Hermanos en el dolor del cuerpo,
hermanos en la bilis que se vuelca,
las células que, enloquecidas, se devoran a sí mismas,
en el aullido silencioso de la noche de hospital,
en la plegaria entrecortada rumbo al quirófano,
yo he comido la carne del delirio por el dolor
que no cesa,
he bebido el acíbar de la caricia que no calma,
he conocido la magia sin par de la morfina que de pronto sí,
de pronto envuelve los nervios calcinados
con su lienzo y su consuelo.
Hermanos cancerosos, hemipléjicos
o atravesados por una bayoneta,
somos la idéntica carne irredenta,
el mismo grito estentóreo o silencioso
donde claudica nuestra especie.

Cristina Piña (Buenos Aires, 1949), Meditaciones orgánicas. Ediciones Del Dock. Buenos Aires. 2014.

martes, 12 de enero de 2016

Marcelo Percia



Los amantes no se asocian ni se unen, 
ni se relacionan ni se vinculan, ni se 
conectan ni se enlazan, ni se rozan;  
los amantes se esperan en una cita
a la que no llegan: 
aman esa común ausencia.



Fabio Morabito


Icaro

Cuando le dieron su pase de abordar
vieron que su maleta no pesaba nada.
Tuvo que abrirla. Estaba vacía.
¿Por qué su maleta viene vacía?, le preguntaron.
No tuve tiempo de hacer la maleta, dijo.
¿Por qué la trajo si viene vacía?
No me gusta viajar sin maletas.
También su equipaje de mano venía sin nada
y lo revisaron con ayuda de los perros.
Lo observaron durante el vuelo: rubio,
casi albino, muy alto, ensimismado y tímido.
La azafata, al servir el almuerzo,
le preguntó de mala forma si iba a comer.
Asintió, pero sus brazos demasiado largos
le impidieron manejar los cubiertos,
no probó casi nada y pegó la cara al vidrio.
Había pedido asiento de ventana
y su vecino gordo se fijó en el gesto
que estremecía sus hombros:
el gesto de alguien que se sacude
una adherencia que lo agobia,
un tic entre pueril y arcaico.
Era evidente que sufría por la estrechez
y, apenas descubrió un asiento libre,
el gordo emigró, no soportando ese calvario.
Más tarde se apagaron las luces
y pidieron que cerraran las cortinas,
pero él no quiso, absorto en mirar las alas.
Tuvieron que llamar al oficial en segunda.
Me mareo, dijo, si no miro las alas,
o tal vez dijo me muero.
Fueron sus primeras palabras en el vuelo
y también las últimas. Al fin lo convencieron
de no perjudicar la oscuridad de la cabina.
Para que se durmiera le ofrecieron una almohada extra.
Lo hallaron muerto después de la película. ~

miércoles, 6 de enero de 2016

Mario Santiago Papasquiaro (México, 1953 - 1998)


Canción Implacable

 

Me cago en Dios
& en todos sus muertos
Me cago en la hostia
& en el coñito de la virgen
Me cago en los muertos
del Dios de Dios
En la soberbia de Federico Nietzche
en el cuerpo tembloroso de mi alma
& en las ortigas al aire del ateo
En la muerte prematura de los justos
en la fugacidad del coito & sus centellas
en el verbo animal
en la imaginación-rizoma
en los textos del saber tan destetado
En la raja de los mundos
yo me caigo
Concentrado en el incendio de mis poros
En este alcohol-maleza que me cimbra
en el ojo infinito de mis huellas
en el furor salvaje del desmadre
en la imposible muerte & sus ofrendas
en el barro de áspid que calienta
en las rocas de la amada
en la levitación de mi calaca
en el cojo corazón de lo innombrable
En el aleph acuoso de mis llagas
en la vítrea desazón de mi asesino
en la mano del placer
en la droga anidada en sus colmillos
En el ogro filantrópico & su esposa
en la tumba del azar tan manoseada
en el germen de la lírica / que es caca
En la boñiga aérea
en las lagañas topas
en el cráneo todo esplendor de Charleville
En las ratas que aún huyen del Mar Ebrio
en lo blando
en lo fofo
& en lo inerme
En el eructo de éter de los sapos
en las sangres hirvientes
en las sombras
en el rosa gargajo de las albas
en el vidrio insensato que he escogido como calle en las barrancas de Venus tumefacta
En el platón del festín
en las bacinicas de la tregua
en el hongo podrido & su tridente
En el genealógico tumor de la US Army
en el extenso linaje de la mierda
Abismo & resplandor / azar & viento
Vena abierta de cocxis a clavícula
Regazo de embriaguez
Llama de arpas embozadas
En las ingles sin axilas de Dios-inventamuertos
en el suave & múltiple rumor que hacen 2 lágrimas
en el mar : en sus desiertos :
& en mí mismo.


Mario Santiago Papasquiaro con su bastón mirando el infinito.

martes, 5 de enero de 2016

Jorge Eduardo Eielson (Perú)


Ceremonia solitaria alrededor de un tintero, 1964.

 


Todo el mundo huye de mi corazón
Porque parece un cocodrilo. Todo el mundo dice
Que no soy un hombre sino un árbol derribado. Nadie sabe
Que entre mis ojos de niño y mi pecho cansado
Hay solamente musgo, llanto, flores indecibles,
Versos que parecen de oro puro
Y no son sino fragmentos de una estrella de papel.
No es culpa mía si estoy hecho de cristales amargos,
De irremediable ceniza y líquidos ardientes
Que se disputan mi ternura y sin cesar empujan
Dolorosas poleas, émbolos y ruedas escarlata.
Soy solamente un puñado de tierra que tropieza,
Un insolente juguete de cabellos negros
Y dientes amarillos. No es culpa mía
Si no parezco de carne y hueso, si bajo mi sombrero
Y mi pantalón gastado palpita un cielo puro,
Si todo el mundo dice que no amo a la gente
Porque me pongo una corbata y observo el firmamento,
O porque estoy hecho de sustancias aciagas,
De sonrientes materias que sollozan y sollozan
Y sollozantes materias que sonríen y sonríen.
Soy solamente un animal que escribe y se enamora,
Un laberinto de células y ácidos azules,
Una torre de palabras que nunca llega al cielo
Porque no toca ni se apoya en los luceros,
Sino en mi pobre corazón siempre en tinieblas,
Siempre en el fondo de un tintero,
Como si fuera un cocodrilo


sábado, 2 de enero de 2016

José Lezama Lima

Ah, que tú escapes...


Ah, que tú escapes en el instante
en el que ya habías alcanzado tu definición mejor.
Ah, mi amiga, que tú no querías creer
las preguntas de esa estrella recién cortada,
que va mojando sus puntas en otra estrella enemiga.
Ah, si pudiera ser cierto que a la hora del baño,
cuando en una misma agua discursiva
se bañan el inmóvil paisaje y los animales más finos:
antílopes, serpientes de pasos breves, de pasos evaporados,
parecen entre sueños, sin ansias levantar
los más extensos cabellos y el agua más recordada.
Ah, mi amiga, si en el puro mármol de los adioses
hubieras dejado la estatua que nos podía acompañar,
pues el viento, el viento gracioso,
se extiende como un gato para dejarse definir.

viernes, 1 de enero de 2016

Poemas de Franco Bordino


ZOON POLITIKÓN


Cada uno es una criatura posible
y la imposibilidad de muchas otras.
Así entendió algún hombre el cosmos,
el ser tal cosa en cada cosa. Sólo
en él la esencia se comporta
así, como una furia negadora,
como una afrenta contra el prójimo:
sólo en el hombre hay
aquella nada destructora.
Viles hombres
odian al que odia
lo que ellos aman, aman a lo igual.
No pueden sostenerse
en su ser tranquilos. La herida te abre:
sabés la muerte y, con ella, la eternidad:
el deseo de no ser carne, la acritud de lo infligido,
el deseo de mandar. Junto a otros hombres,
se amasan pueblos contra pueblos, sistemas que recubren
la disparidad. El amor es un refugio de los necios.
Mirame... ¿Quién puede amar? Con tanta imagen,
¿quién puede ver? Apenas aire que se toca,
un rápido fulgor y corriente modulada,
una idea que pasa y que se adosa...
Todo ello, al fin, es más fuerte
que cualquier corazón:
desentierra el odio de la especie,
impone para todos la recta dirección.
Hombre de las tabernas,
de ritos y cafés
donde el destino de otros se debate:
sólo el odio pone a un hombre sobre otro,
sólo la amnesia nos separa:
la voluntad es sagrada,
el poder es un vicio enquistado,
una vez, demasiado hondo.
 

Antonin Artaud



Esta mañana
yo que todo lo he inventado
he comprendido
por primera vez
la diferencia
entre una sensación
y un sentimiento
en la sensación
se toma lo que llega
en el sentimiento
se interviene. 


*
No me parece
ni el espacio
ni la posibilidad,
yo no sabía exactamente qué era,
y no experimentaba la necesidad de pensarlo;
eran palabras
inventadas para definir cosas
que existían
o no existían
frente a
la urgencia apremiante
de una necesidad:
la de suprimir la idea,
la idea y su mito
y de hacer reinar en su lugar
la manifestación trotante
de esta explosiva necesidad:
dilatar el cuerpo de mi noche interna,
de la nada interna
de mi yo
que es noche
nada,
irreflexión,
pero que es explosiva afirmación
de que hay
algo
a lo cual puede ceder lugar:
mi cuerpo.

Poema de Jorge Teillier (Chile)


Despedida



Me despido de mi mano
que pudo mostrar el paso del rayo
o la quietud de las piedras
bajo las nieves de antaño.

Para que vuelvan a ser bosques y arenas
me despido del papel blanco y de la tinta azul
de donde surgían los ríos perezosos,
cerdos en las calles, molinos vacíos.

Me despido de los amigos
en quienes más he confiado:
los conejos y las polillas,
las nubes harapientas del verano,
mi sombra que solía hablarme en voz baja.

Me despido de las Virtudes y de las Gracias del planeta:
Los fracasados, las cajas de música,
los murciélagos que al atardecer se deshojan
de los bosques de casas de madera.

Me despido de los amigos silenciosos
a los que sólo les importa saber
dónde se puede beber algo de vino,
y para los cuales todos los días
no son sino un pretexto
para entonar canciones pasadas de moda.

Me despido de una muchacha
que sin preguntarme si la amaba o no la amaba
caminó conmigo y se acostó conmigo
cualquiera tarde de esas que se llenan
de humaredas de hojas quemándose en las acequias.
Me despido de una muchacha
cuyo rostro suelo ver en sueños
iluminado por la triste mirada
de trenes que parten bajo la lluvia.

Me despido de la memoria
y me despido de la nostalgia 
-la sal y el agua
de mis días sin objeto -

y me despido de estos poemas:
palabras, palabras -un poco de aire
movido por los labios- palabras
para ocultar quizás lo único verdadero:
que respiramos y dejamos de respirar.