viernes, 22 de abril de 2016

Juan Rulfo



El mundo está inundado de gente como
nosotros,
de mucha gente como nosotros.
Y alguien tiene que oírnos,
alguien y algunos más,
aunque les revienten o reboten
nuestros gritos.

No es que seamos alzados,
ni es que le estemos pidiendo limosnas a la
luna.
Ni está en nuestro camino buscar de prisa la
covacha,
o arrancar p’al monte
cada vez que nos cuchilean los perros.

Alguien tendrá que oírnos.

Cuando dejemos de gruñir como avispas en
enjambre, o nos volvamos cola de remolino,
o cuando terminemos por escurrirnos sobre
la tierra
como un relámpago de muertos,
entonces
tal vez
nos llegue a todos
el remedio.



 

Juan Rulfo


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