domingo, 24 de abril de 2016

Blaise Cendrars



RETRATO


Él está durmiendo
Él está despierto
De repente, él pinta
Toma una iglesia y pinta con una iglesia
Toma una vaca y pinta con una vaca
Con una sardina
Con cabezas, manos, cuchillos
Él pinta con un pene de toro
Él pinta con todas las malas pasiones de una pequeña ciudad Judía
Con toda la alzada sexualidad de la Rusia provincial
Por Francia
Sin sensualidad
Él pinta con sus muslos
Él tiene ojos en el culo
Y de pronto es tu retrato
Eres tú lector
Soy yo
Es él
Es su novia
Es el almacenero de la esquina
La ordeñadora
La comadrona
Hay baldes de sangre
Los recién nacidos son bañados en ellos
Cielos atormentados
Bocas modernísticas
La Torre espiralando
Manos
Cristo
Él es Cristo
Se pasó la infancia en la Cruz
Él se suicida todos los días
De repente, él ya no está pintando
Él está despierto
Él está dormido ahora
Se está ahorcando con su corbata
Chagall está sorprendido de estar aún con vida


Fernando Pessoa (Portugal, 1888 - 1935)


“Al volante del Chevrolet por la carretera de Sintra”, de Álvaro de Campos

Traducción de Draupadí de Mora





Al volante del Chevrolet por la carretera de Sintra
a la luz de la luna y al sueño, en la carretera desierta,
solitario conduzco, conduzco casi despacio, y un poco
me parece, o me esfuerzo un poco para que me parezca,
que sigo por otra carretera, por otro sueño, por otro mundo,
que sigo sin que haya Lisboa detrás o Sintra por ver
que sigo, ¿y qué más hay en seguir sino no parar, sino seguir?
voy a pasar la noche a Sintra por no poder pasarla en Lisboa,
pero cuando llegue a Sintra tendré pena 
          de no haberme quedado en Lisboa.
Siempre esta inquietud sin propósito, sin nexo, sin consecuencia,
siempre, siempre, siempre,
esta angustia excesiva del espíritu por cosa alguna,
en la carretera de Sintra, o en la carretera del sueño, 
          o en la carretera de la vida…
Maleable a mis movimientos subconscientes del volante,
galopa debajo de mí, conmigo, el automóvil que me prestaron.
Sonrío por el símbolo, al pensar en él, al girar a la derecha.
¡Cuántas cosas que me prestaron conduzco como mías!
¡Cuánto me han prestado, ay de mí!, ¡yo mismo lo soy!
A la izquierda la casucha –sí, la casucha- a la vera del camino.
A la derecha el campo abierto, con la luna a lo lejos.
El automóvil, que parecía hace poco darme libertad,
es ahora una cosa donde estoy encerrado,
que solo puedo manejar si estoy encerrado en él,
que solo domino si me incluyo en él, si él me incluye a mí.
A la izquierda, allá atrás, la casucha modesta, más que modesta.
La vida ahí debe ser feliz, solo porque no es la mía.
Si alguien me vio desde la ventana de la casucha, soñará: 
          aquél es el que es feliz.
Tal vez para el niño que espía por los vidrios de la ventana 
          del piso de arriba
quedé (con el automóvil prestado) como un sueño, un hada real.
Tal vez para la muchachita que miró, oyendo el motor, 
          por la ventana de la cocina
de abajo,
soy algo parecido al príncipe de todo corazón de muchacha,
y ella me mirará de reojo, a través de los vidrios, 
          hasta la curva en que me perdí.
Dejaré sueños detrás de mí, ¿o es el automóvil que los deja?
¿Yo, el conductor de un automóvil prestado, 
          o el automóvil prestado que yo conduzco?
En la carretera de Sintra a la luz de la luna, en la tristeza, 
          ante los campos y la noche,
conduciendo el Chevrolet prestado desconsoladamente,
me pierdo en la carretera futura, desaparezco en la distancia que alcanzo,
y, en un deseo terrible, súbito, violento, inconcebible,
acelero…
Pero mi corazón se quedó en el montón de piedras, 
          del que me desvié al verlo sin verlo,
a la puerta de la casucha,
mi corazón vacío,
mi corazón insatisfecho,
mi corazón más humano que yo, más exacto que la vida.
En la carretera de Sintra, cerca de la medianoche, 
          a la luz de la luna, al volante,
en la carretera de Sintra, qué cansancio de la propia imaginación,
en la carretera de Sintra, cada vez más cerca de Sintra,
en la carretera de Sintra, cada vez menos cerca de mí…

 
Ao volante do Chevrolet pela estrada de Sintra

Ao volante do Chevrolet pela estrada de Sintra,/ Ao luar e ao sonho, na estrada deserta, Sozinho guio, guio quase devagar, e um pouco/ Me parece, ou me forço um pouco para que me pareça,/ Que sigo por outra estrada, por outro sonho, por outro mundo,/ Que sigo sem haver Lisboa deixada ou Sintra a que ir ter,/ Que sigo, e que mais haverá em seguir senão não parar mas seguir?/ Vou passar a noite a Sintra por não poder passá-la em Lisboa,/ Mas, quando chegar a Sintra, terei pena de não ter ficado em Lisboa./ Sempre esta inquietação sem propósito, sem nexo, sem consequência,/ Sempre, sempre, sempre,/ Esta angústia excessiva do espírito por coisa nenhuma,/ Na estrada de Sintra, ou na estrada do sonho, ou na estrada da vida.../ Maleável aos meus movimentos subconscientes do volante,/ Galga sob mim comigo o automóvel que me emprestaram./ Sorrio do símbolo, ao pensar nele, e ao virar à direita./ Em quantas coisas que me emprestaram guio como minhas!/ Quanto me emprestaram, ai de mim!, eu próprio sou!/ À esquerda o casebre — sim, o casebre — à beira da estrada./ À direita o campo aberto, com a lua ao longe./ O automóvel, que parecia há pouco dar-me liberdade,/ É agora uma coisa onde estou fechado,/ Que só posso conduzir se nele estiver fechado,/ Que só domino se me incluir nele, se ele me incluir a mim./ À esquerda lá para trás o casebre modesto, mais que modesto./ A vida ali deve ser feliz, só porque não é a minha./ Se alguém me viu da janela do casebre, sonhará: Aquele é que é feliz./ Talvez à criança espreitando pelos vidros da janela do andar que está em cima/ Fiquei (com o automóvel emprestado) como um sonho, uma fada real./ Talvez à rapariga que olhou, ouvindo o motor, pela janela da cozinha/ No pavimento térreo,/ Sou qualquer coisa do príncipe de todo o coração de rapariga,/ E ela me olhará de esguelha, pelos vidros, até à curva em que me perdi./ Deixarei sonhos atrás de mim, ou é o automóvel que os deixa?/ Eu, guiador do automóvel emprestado, ou o automóvel emprestado que eu guio?/ Na estrada de Sintra ao luar, na tristeza, ante os campos e a noite,/ Guiando o Chevrolet emprestado desconsoladamente,/ Perco-me na estrada futura, sumo-me na distância que alcanço,/ E, num desejo terrível, súbito, violento, inconcebível,/ Acelero.../ Mas o meu coração ficou no monte de pedras, de que me desviei ao vê-lo sem vê-lo,/ À porta do casebre,/ O meu coração vazio,/ O meu coração insatisfeito,/ O meu coração mais humano do que eu, mais exacto que a vida./ Na estrada de Sintra, perto da meia-noite, ao luar, ao volante,/ Na estrada de Sintra, que cansaço da própria imaginação,/ Na estrada de Sintra, cada vez mais perto de Sintra,/ Na estrada de Sintra, cada vez menos perto de mim...

(Alvaro de Campos es uno de los heterónimos de Fernando Pessoa)





Hugo Mujica (Buenos Aires, 1942)

Nace el día



Nace el día
bajo un cielo despejado,
la claridad en la que todo
se muestra,
lo que hacia ella brota
y lo que su misma luz marchita.
Todo nacer pide desnudez,
como la pide el amor,
como la regala la muerte.


sábado, 23 de abril de 2016

Jorge leónidas Escudero


Mi anciano hijo



Mi hijo es viejo y tiene eso raro
de sentarse nun banco la plaza
y estarse solitario hasta el amanecer.
No es por insomnio, me dijo,
sino en cómo hacer para dejar de pensar
y entrar directamente en el saber.
Algunos dirán que es estúpido
eso de dejar que el tiempo transcurra lúcido
por fuera del pensamiento propio;
pero allá él, mi hijo es así.

Tiene un impulso que lo alienta a correr
detrás de lo difícil,
pero como le falta agilidad en los pies
se siente en un banco de la plaza.
Para colmo aspira a ser alquimista
y quiere fabrica4r oro con la mente.
Tampoco entiende por qué se le corren los mocos
sin estar refriado y le brotan lágrimas
sin estar triste.
Le aconsejo m´hijito acuestesé,
descanse ´n la cama, ya todo está hecho;
pero él no me escucha,
va a la plaza y se amanece.


Paz Busquet


CORRIDA

De chicas jugábamos
con máquinas viejas de cosechar,
tocábamos las cuchillas sin filo,
los fierros viejos que ya no servían.

Una tarde, de a poco
las vacas rodearon nuestro juego.
Quedamos atrapadas entre sus frentes.
Nos miramos. Las dos teníamos remeras rojas.
"¿Y si los colores fuertes enfurecen a las vacas?"
Entonces decidimos sacarnos la ropa.
Nos pareció más seguro
atravesar el campo,
desnudas.


Allen Ginsberg


MENTE MARIPOSA

La mente es como una mariposa
que se posa sobre una rosa
o revolotea en un montón de heces hediondas
baja en picado a un autobús exhausto
o descansa en el porche, en una silla, una flor respirando
-abierta y cerrada balanceando brisa de Tennessee-
Vuela a Texas a un congreso
salta por la maleza en campos petrolíferos
Algunos dicen que estas alas de arco iris tienen alma
otros dicen que son cerebro vacío
alas diminutas automáticas con grandes ojos
que se fijan sobre la página.

29/2/97, 2:15 a.m. NYC

 
(Versión de Ana Becciu)

viernes, 22 de abril de 2016

Juan Rulfo



El mundo está inundado de gente como
nosotros,
de mucha gente como nosotros.
Y alguien tiene que oírnos,
alguien y algunos más,
aunque les revienten o reboten
nuestros gritos.

No es que seamos alzados,
ni es que le estemos pidiendo limosnas a la
luna.
Ni está en nuestro camino buscar de prisa la
covacha,
o arrancar p’al monte
cada vez que nos cuchilean los perros.

Alguien tendrá que oírnos.

Cuando dejemos de gruñir como avispas en
enjambre, o nos volvamos cola de remolino,
o cuando terminemos por escurrirnos sobre
la tierra
como un relámpago de muertos,
entonces
tal vez
nos llegue a todos
el remedio.



 

Juan Rulfo


jueves, 21 de abril de 2016

Lawrence Ferlinghetti


"México insurgente”, de Lawrence Ferlinghetti







En el abrasador desierto seco
donde el sol es dios y dios traga vida
el gran dios sol desciende
engrudando varios carteles rojos
en paredes de adobe
y después caen
sobre el horizonte
"con la llamarada de un alto horno"
y los carteles se destiñen amarillos
caen en la oscuridad
dejando solamente sombras a fin de probar
que una revolución más ha pasado
en Una tribu de salvajes improvisando
a las puertas del infierno (Antología), 2012



sábado, 16 de abril de 2016

José Gorostiza


¿Quién me compra una naranja? 


A Carlos Pellicer



¿Quién me compra una naranja
para mi consolación?
Una naranja madura
en forma de corazón.

La sal del mar en los labios,
¡ay de mí!
la sal del mar en las venas
y en los labios recogí.
Nadie me diera los suyos
para besar.
La blanda espiga de un beso
yo no la puedo segar.
Nadie pidiera mi sangre
para beber.
Yo mismo no sé si corre
o si se deja correr.
Como se pierden las barcas,
¡ay de mí!
como se pierden las nubes
y las barcas, me perdí.
Y pues nadie me lo pide,
ya no tengo corazón.
¿Quién me compra una naranja
para mi consolación?

viernes, 15 de abril de 2016

Poema de Anne Carson


Por fuera su vida era buena


Números comparativos: 1874, Kant tenía
55 libros, Goethe 2.300, Herder 7.700.
Ventanas: Kant tenía una ventana en el dormitorio
que, para mantener alejados a los insectos,
siempre estaba cerrada. Las ventanas de su estudio daban al
jardín en cuyo extremo estaba la cárcel 
de la ciudad. En verano, las canciones
del coro de los reclusos entraban. Pidió
que el canto fuera sotto voce y con las ventanas cerradas.
Kant tenía amigos en
el ayuntamiento y se le cumplió el deseo.
Tolstoi: Tolstoi pensaba que si Kant no 
hubiese fumado tanto la Crítica de la
Razón Pura se hubiera escrito en un
idioma que se pudiera entender (de
hecho, fumaba una sola pipa a las cinco
de la mañana).
Números: Kant nunca cenaba solo. Era
malo para el espíritu. Según la moda de la
época, los invitados no debían ser más
que las Musas ni menos que las Gracias.
Kant tenía seis lugares.
Sensualismo: la cena preferrida de Kant
era el bacalao.
Regular tu naturaleza: Kant respiraba
sólo por la nariz.

Versión de José Luis Justes Amador 

jueves, 14 de abril de 2016

Leónidas Lamborghini


El Solicitante Descolocado



Me detengo un momento
por averiguación de antecedentes
trato de solucionar importantísimos
problemas de estado;
vena mía poética susúrrame contracto
planteo, combinación
y remate.
En vez
tú no tienes voz propia
ni virtud
dijo
y escribes sólo para
yo quise decirle mentira mentira
para purificarme.
La pista se rodea
de todas las especies, de todos los órdenes
y clases
sobre todo de público
en la primera fila van
los relegados.
Siempre algún gobernante
algún guerrero ilustre, algún
funcionario aventajado
da el puntapié inicial
entonces entro yo
entrando por el aro.
Tome asiento
nadie debe perderse
un espectáculo
abro mi risa negra
a función continuada.
Y a la bartola
haciendo de las mías
en el país del tuerto
es rey.


Fragmento de Leónidas Lamborghini.

miércoles, 13 de abril de 2016

Jorge Leónidas Escudero (1920-2016)



Caza nocturna II


Aquí voy a investigar
lo que difícil sepan de qué hablo.
No obstante escribo sobre ir
hacia lejanamente,
escalar cumbres en acecho de si
encuentro lo que espero o
una vez más regrese muerto de frío.
Es que ando a los tumbos
tratando de armonizar
lo visible con lo invisible, digo
fabricar con la mente un despertador
de conciencia que avise
cuándo una imagen real sea chispa de futuro.
Les digo, ese fenómeno
es un esquivo animal que sólo se caza
cuando la flecha se dispara sola.

martes, 12 de abril de 2016

Oscar Wilde


Oscar Wilde, Dublín, 16 de octubre 1854 – París, 30 de noviembre 1900
Versión Gerardo Gambolini

Taedium vitae

Herir mi juventud con puñales desesperados, usar
la librea chillona de esta época miserable,
dejar que cada mano vil hurte de mi tesoro,
enredar mi alma en el cabello de una mujer
y ser un mero lacayo de Fortuna — lo juro,
¡no me gusta! Esas cosas son menos para mí
que la delgada espuma que se agita en el mar,
menos que el vilano sin semilla
en el aire del estío: mejor estar apartado,
lejos de esos necios que difaman y se burlan de mi vida
sin conocerme, mejor el más humilde techo
que pueda albergar al labriego más modesto
antes que volver a esa estentórea cueva de disputas
donde mi alma blanca besó por vez primera la boca del pecado.

Armando Romero


*Los ojos al suelo*



No puede ser que uno
cante hasta el cansancio,
y ni siquiera
los pájaros lo imiten.
Tantos versos
para inventar tragedias,
y no hay un griego
que los copie.
Tanta gloria en el camino,
y ni pies o cabeza
para ponérsela.
No es de extrañar,
entonces,
que si de días como estos
nos despertamos,
nos de por decirle
adiós a la soberbia,
a las ganas de heredar
toda la tierra.



Armando Romero
(Amanece aquella oscuridad)

domingo, 10 de abril de 2016

Francis Ponge (Francia, 1899 - 1988)



El cigarrillo







Reproduzcamos, primero, la atmósfera a la vez brumosa y seca, desmelenada, en la que el cigarrillo está siempre de través, continuadamente creándola.

Luego, su persona: una pequeña antorcha mucho menos luminosa que aromática, de la que se desprenden y caen según un ritmo por determinar un número calculable de pequeñas masas de ceniza.

Su pasión, por último: ese botón abrasado, que se descama en películas plateadas y que un anillo inmediato formado por las más recientes rodea.



Francis Ponge (Montepellier, 1899-Le Bar-sour-Loup, Francia,1988),"Tomar partido por las cosas" [1942]. La soñadora materia, traducción y prólogo de Miguel Casado, Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores, Barcelona, 2006


La Cigarette

Rendons d'abord l'atmosphère à la fois brumeuse et sèche, échevelée. où la cigarette est toujours posée de travers depuis que continûment elle la crée.

Puis sa personne: une petit torche beaucop moins lumineuse que parfumée, d'où se détachent et choient selon un rythme à déterminer un nombre calculable de petites masses de cendres.

Sa passion enfin: ce bouton embrasé, desquamant en pellicules argentées, qu'un manchon immédiat formé des plus récentes entoure.


miércoles, 6 de abril de 2016

Salvatore Quasimodo (Italia, 1901 - 1968)


Solo con que amor te alcance

No olvides que vives en medio de los animales
los caballos los gatos las ratas de cloaca
brunas como la mujer de Salomón tremendo
campo de banderas desplegadas,
no olvides el perro con lengua y rabo
de armonías de lo irreal ni el lagarto el mirlo
el ruiseñor la víbora el fuego. Te gusta pensar
que vives entre hombres puros y mujeres
virtuosas que no tocan
el grito de la rana en celo, verde
como la más verde rama de la sangre.
Los pájaros te miran desde los árboles y las hojas
no ignoran que la Mente ha muerto
para siempre, su reliquia sabe a cartílago
quemado a plástico corrupto; no olvides
que eres un animal hábil y sinuoso
que violenta tórrido y lo quiere todo aquí
en la tierra antes del último grito
cuando el cuerpo es cadencia de memorias apelmazadas
y el espíritu se apresura hacia el fin eterno
recuerda que puedes ser el ser del ser
sólo con que amor te alcance de lleno en las vísceras.




(Traducción Carlo Frabetti)

domingo, 3 de abril de 2016

Ana Ajmátova (Rusia, 1889 - 1966)


Cuando una persona muere...










 

Cuando una persona muere
Cambian también sus retratos.
Sus ojos miran de otra forma, y sus labios
Sonríen con otra sonrisa.
Yo me di cuenta de esto al regresar
Del entierro de un poeta.
Desde entonces, con frecuencia, he comprobado
Que mi conjetura era cierta.



Ana Ajmátova (Bolshoi Fontán, Ucrania, 1889-Domodedovo, Rusia, 1966), Poemas escogidos, traducción de Jorge Bustamante García, Editorial Norma, Bogotá, 1998
Vía La Gaddiana

viernes, 1 de abril de 2016

Aldo Pellegrini


La poesía y los imbéciles
Revista Poesía, Nº 9, Buenos Aires, 1961
Aldo Pellegrini (1903 – 1973)

La poesía tiene una puerta herméticamente cerrada para los imbéciles, abierta de par en par para los inocentes. No es una puerta cerrada con llave o con cerrojo, pero su estructura es tal que, por más esfuerzos que hagan los imbéciles, no pueden abrirla, mientras cede a la sola presencia de los inocentes. Nada hay más opuesto a la imbecilidad que la inocencia. La característica del imbécil es su aspiración sistemática de cierto orden de poder. El inocente, en cambio, se niega a ejercer el poder porque los tiene todos.
Por supuesto, es el pueblo el poseedor potencial de la suprema actitud poética: la inocencia. Y en el pueblo, aquellos que sienten la coerción del poder como un dolor. El inocente, conscientemente o no, se mueve en un mundo de valores (el amor, en primer término), el imbécil se mueve en un mundo en el cual el único valor está dado por el ejercicio del poder.
Los imbéciles buscan el poder en cualquier forma de autoridad: el dinero en primer término, y toda la estructura del estado, desde el poder de los gobernantes hasta el microscópico, pero corrosivo y siniestro poder de los burócratas, desde el poder de la iglesia hasta el poder del periodismo, desde el poder de los banqueros hasta el poder que dan las leyes. Toda esa suma de poder está organizada contra la poesía.
Como la poesía significa libertad, significa afirmación del hombre auténtico, del hombre que intenta realizarse, indudablemente tiene cierto prestigio ante los imbéciles. En ese mundo falsificado y artificial que ellos construyen, los imbéciles necesitan artículos de lujo: cortinados, bibelots, joyería, y algo así como la poesía. En esa poesía que ellos usan, la palabra y la imagen se convierten en elementos decorativos, y de ese modo se destruye su poder de incandescencia. Así se crea la llamada “poesía oficial”, poesía de lentejuelas, poesía que suena a hueco.
La poesía no es más que esa violenta necesidad de afirmar su ser que impulsa al hombre. Se opone a la voluntad de no ser que guía a las multitudes domesticadas, y se opone a la voluntad de ser en los otros que se manifiesta en quienes ejercen el poder.
Los imbéciles viven en un mundo artificial y falso: basados en el poder que se puede ejercer sobre otros, niegan la rotunda realidad de lo humano, a la que sustituyen por esquemas huecos. El mundo del poder es un mundo vacío de sentido, fuera de la realidad. El poeta busca en la palabra no un modo de expresarse sino un modo de participar en la realidad misma. Recurre a la palabra, pero busca en ella su valor originario, la magia del momento de la creación del verbo, momento en que no era un signo, sino parte de la realidad misma. El poeta mediante el verbo no expresa la realidad sino participa de ella misma.
La puerta de la poesía no tiene llave ni cerrojo: se defiende por su calidad de incandescencia. Sólo los inocentes, que tiene el hábito del fuego purificador, que tienen dedos ardientes, pueden abrir esa puerta y por ella penetran en la realidad.
La poesía pretende cumplir la tarea de que este mundo no sea sólo habitable para los imbéciles.