jueves, 26 de noviembre de 2020

Antonio Orihuela (España, 1965)

 

 

LA INVASIÓN

 



 

para Fruela Fernández

 

La ultraderecha española

siguen metiendo miedo con los inmigrantes,

pidiendo expulsiones, verjas y palos,

 

pero la invasión no viene en patera

viene en limusina, en avión y en trasatlántico,

 

y esa España, con la que a ellos se le llena la boca,

no sabe cómo vomitarlos.

 

Han comprado medio país,

reformado a su gusto pueblos y ciudades,

construido urbanizaciones exclusivas

en zonas no urbanizables, vegas, riberas

y primeras líneas de playa

con la complicidad y la ayuda

de quienes claman

contra los que se ahogan en el Mediterráneo.

 

Los que se aprovechan de nuestro sistema de salud

no son los inmigrantes, son ciudadanos europeos,

alemanes, británicos y noruegos,

que vienen a hacer turismo sanitario.

 

Los que nos expulsan hacia la periferia,

encarecen los alquileres y hacen invivible

el centro de las ciudades no son los subsaharianos

sino los ciudadanos europeos que vienen

a montárselo de botellón en vuelos chárter

todos los fines de semana.

 

La culpa de nuestros sueldos de miseria

no la tiene la competencia que nos hacen los de fuera

sino los niveles de explotación

que somos capaces de soportar

de los nuevos negreros de la patronal.

 

La culpa de los desahucios

no la tienen los inmigrantes

sino los fondos buitre

alimentados por inversores extranjeros

que así reparten beneficios

y se preparan una tranquila jubilación

especulando con tu casa, tu impotencia y tu dolor.

 

Los valores y la cultura

no están peligrando por culpa de los inmigrantes

sino por parte de los residentes europeos

que están cambiando nuestro estilo de vida,

que jamás se integrarán en nuestra cultura,

nuestra idiosincrasia y nuestras fiestas populares

y que se niegan a aprender una sola palabra de nuestro idioma,

mientras nosotros tenemos que pagar por hacer cursos

para aprender el suyo y poder trabajar en la hostelería.

 

A fecha de hoy, los alarmistas de la invasión,

los reyes de la xenofobia y los abanderados

de la pureza racial y el miedo, tienen a su favor

un millón de marroquíes, medio de rumanos y latinos,

y doscientos mil chinos, en total no más de cinco millones

de migrantes.

 

En su contra, los ochenta millones de los que no dicen nada,

pero que están destruyendo la identidad de nuestras ciudades,

convirtiéndolas en parques temáticos,

empobreciendo a los que viven en ellas

y generalizando el trabajo esclavo en el sector servicios.

 

Ochenta millones de termitas devoradoras

de recursos escasos, agua y energía.

 

Ochenta millones de termitas contaminadoras

y generadoras de toneladas de residuos

sin aportar gran cosa al tejido social de las ciudades.

 

Ochenta millones que dejarán beneficios

mientras se puedan seguir externalizando los costes, sí,

pero beneficios que se quedan en muy pocas manos,

 

las de aquellos que agitan en la frontera

banderas de España contra los inmigrantes.

 

 


En Todos atrapados en la misma trampa. Ed. Garum, 2020

 

(Fuente: Voces del extremo)

 

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