martes, 24 de noviembre de 2020

Walter Curonisy (Perú, 1940 - Marruecos, 2012)

 

 

La muerte de Dios asesinado
es el poema
comemos de todas sus partes
el discurso es la deglución
soturna de un cadáver
engullir la caparazón de Dios
sus órganos vitales
la gracia divina nutricia
extractos de mar en las palabras
goteando de los labios
hay alguien en nosotros
(digo nosotros por cortesía)
dentro de uno hay alguien
que es el autor del crimen
apresar al deicida en lo que escribo
es el poema
germina desde la más remota humanidad
el genocida de Dios en el sueño
emerge con el hacha en la mano
con pulsera de alacranes
la copa de sangre ha de beber
el cáliz de piedra elevando a las estrellas.
 
 
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Mi desprecio es más alto
que mi amor al prójimo
en sueños lo martillo hasta
que muere desangrado en la cruz
su condición humana despreciable
se prenda de la vida
como de una telaraña sucia
en la que llego a caer sin quererlo
se solaza en la calle de la amargura diaria
en el vía crucis cotidiano
haciéndose la víctima
su perdón a mi persona
me hace más infeliz que el infierno
y más dañino que la peor enfermedad
cuando me habla con un hilo justiciero de voz
sintiéndose el último defensor
de la igualdad entre los hombres
desearía hacerle comer sus propias vísceras.
 
 
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Alguien se agrava del ser que ama
se le desencadena en toda la persona
todas sus células tiene su rostro
al punto que entra en coma
en agonía cuando intenta ser él mismo
todas las neuronas de su cerebro
tienen el rostro amado.
 
 
          
  En  Rehenes del tiempo
 
 
 
(Fuente: Yulino Dávila)

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