martes, 24 de noviembre de 2020

Walter Curonisy (Perú, 1940 - Marruecos, 2012)

 

 

Poema a Allen Ginsberg

 

I

 

Ajeno entre los frutos de la tierra su corazón

como un trozo de mar      como una caída

como un fuego venido de otra parte

puso en las calizas

bajo la luna en las calizas.

 

 

II

 

Pueblos en cuya tea arde el tábano

obsedidos al año de los cantos

de la brisa

rociados en ron

en sueños gastados bajo el peso del sol

pueblos hundidos en  eventos     en collares

donde una diosa reina junto al mar

pueblos amados

pueblos odiados bajo la luz tardía

pueblos de arena para el ausente

para su voz si se habla de las playas

de las visiones que la noche nos envía

y de los habitantes de las visiones ataviados

de piedras y de arena.

 

 

III

 

Cerca de la ciudad nos miraba     confuso

encendido por lo que ocurría allí en nuestros ojos

queriendo saber

y el sol borrando las paredes.

Nuestra historia era breve para contar

la mentira de los cuartos de oro

hasta donde llegaba la mano del idiota

la barba que nos dejó esclavos

y alguien, siempre alguien, muriendo en la

letrina para que se salven.

 

 

IV

 

Hasta que llegó a nuestra mesa fuimos ciegos

cortados por el mismo cuchillo de las visiones

yo apenas había amado a Rachel

escrito sobre su cuello las primeras líneas

la guerra era un pretexto para silbar

el humo no me servía de nada aún

en ese entonces callaba el odio de mis padres

leía a Vallejo en el tranvía

tal vez por eso no vi su corazón

su mano dulce amarilla sucia de marihuana

por la que volví al paraíso y ahí estaban mamá y la abuela

perdidas por las polillas que se comieron la casa

¡ese loco es hombre mamá!

él no es como los otros    él no viene a tasar

no vende nada   no compra

no expropia   no cuida su moneda

él grita frente al mar que se acabe

 

¡amémoslo!

 

Recuerdo que no copié los poemas

los cinco metros de poesía esa tarde

y tal vez por eso me quiso

me llevó a su cuarto (Hotel Comercio) a mirar el reloj

de la estación con éter

a los enanos del tren que venían cantando y nosotros

en la locura

 

pedazos de Rachel sobre la cúpula

¡algo está pasando conserje! ¡el mundo no era así conserje!

¡informe a los letrados!

¡no estamos dispuestos a soportar un minuto más

este lugar de quimeras!

 

Y de ahí nos fuimos al Gólgota (a la salida de Lima)

vimos cómo engordaban a los cerdos

y las peleas de las bandas por un pedazo de vidrio

y el desfile solemne de la baja policía

mientras los niños se endurecían caminando

sobre la charca

y ese día también vimos al Abat Pierre

y a su eminencia el Cardenal hablando

y la televisión estaba ahí

y los auspiciadores de basura estaban ahí

y todos estábamos ahí

con los ojos abiertos   con los ojos muertos

para las flores

encerrados para siempre como las moscas

en los escaparates

viendo crecer nuestros pelos     nuestras uñas

nuestro silencio

y Patterson y Brooklyn oliendo a nuevo todavía

aquel laberinto de rostros grillos al atardecer

cuevas donde las niñas hablan de sus gomas

y el ángel mira tristemente a la ventana

y los soldados partiendo para siempre en la estación

donde las madres van a despedirlos en nombre

de la paz

y las radios anuncian: «Las águilas forman cadenas

en el África del norte»

«en la noche de Asia nadie silba

nadie silba en la noche de Asia»

Y Brooklyn y Patterson oliendo a nuevo

sobre las hojas

sobre la hierba donde irás a dormir definitivamente

tus jóvenes rabiosos miran al cielo y ya no estás

y piden que se te incluya en la brutal historia

de los muertos

 

y ya no estás

y escribes una carta larguísima acerca de eso

que contabas:

soñé que el mar era un desierto

que el cielo se llenaba de pájaros huyendo

humo el viento         humo el aire

comercios paralizados

baba en los peldaños       rojísima baba

tres de la tarde         amanece en las aceras

veo caras perfectas detenidas

rostros perfectos detenidos

nadie ve   nadie oye

todo es grito   luz que se desploma

¿qué ha pasado frente al bosque?

¿qué ha pasado? ¿tardarán en acabarnos?

en un sueño    larguísimo  mi boca yace bajo la mesa que

tampoco es          ¿gritaré por último yo no fui?

esos potros los he visto en otra parte

y la noche que se abre entre los seres

¿yo no fui? ¿yo no quise?

y el ángel prediciendo en los caminos

una fila larguísima

y el ángel viene a decirnos:

«nada es cierto bajo la noche

bajo esta noche nada es cierto

¡hemos perdido como siempre!»

Así se lamentaba la voz del ángel

ninguna trompeta lo escuchó

no hubo respuesta de clarines o pífanos

guardaron silencio las colonias

y rehusaron atender la voz vehemente.

 

Y Brooklyn y Patterson oliendo a nuevo todavía.

 

 

 

  En Bajo el peso del sol

 

 

(Fuente: Vallejo & company)

 

 

 

 

 

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