domingo, 22 de noviembre de 2020

Gustavo Solórzano-Alfaro (Costa Rica, 1975)

 

 

PADRE

 

 
Hoy escribirás un poema sobre tu padre. O al menos
lo intentarás de nuevo. Habrás leído un cuento
sobre un hijo que indaga en el pasado
de su madre y un poema sobre un padre
que trabaja la tierra. Recordarás entonces la última
noche —la única noche— que pasaste con él.
Te visitó, a tu esposa y a vos. Llegó con media botella
de whisky. Vos le cocinaste una carne jugosa. Comieron
los tres. Contó las mismas historias de siempre.
Murió al tercer día.
 
La distancia entre tu padre y vos
era insalvable. Cincuenta años los separaban.
A lo mejor vos habías crecido. Sin duda
habías crecido. Estabas casado y tenías una casa.
A lo mejor él sintió su muerte, y quiso rendir
un homenaje a una relación que nunca existió.
Comieron ese día. Escuchaste sus historias.
Tu esposa le perdonó sus insinuaciones.
Murió al tercer día.
 
'¿Qué hay entre vos y yo, padre?
¿Qué abismo se abre?
¿Qué puente me tendiste?'
 
Dos o tres veces intentó conversar. Nunca
supiste qué hacer con sus palabras. Te advirtió
sobre mujeres y te aconsejó para una vida
que no era la tuya. Otras veces te regañó,
otras te chineó. Comieron los tres y recordaste
sus historias y sus extrañas palabras.
Murió al tercer día.
 
'Padre, aún no sé qué hacer
con tus palabras. No quedó ningún puente.
Aún no sé cuál es la deuda
entre nosotros. Pero espero pagarla
alguna vez, en una cena,
antes del tercer día.'
 
 
 
 
(Fuente: Antonio Jiménez Paz)
 
 

 

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