lunes, 23 de noviembre de 2020

Robert Creeley (Massachusetts , EEUU, 1926 - 2005)

 

 

RABIA


   1


 El tiempo es.

 El aire parece una funda,

 el cuarto está en silencio.


 Ella se nueve, ella

 se ha movido. Él

 la oyó.


 Los chicos 

 duermen, el perro comió,

 la casa a su alrededor


 está abierta, descriptiva,

 un camión a través de las paredes,

 luces brillantes ahí,


 resplandeciendo, el súbito

 rugido de su motor, el muy

 familiar impacto


 mientras pasó

 tan cerca. Él

 lo odiaba.


 Pero qué contesta ella.

 Ella se aleja

 de eso.


 Igual se salvan,

 en la manera de él de salvar

 el desorden, la acumulación


 del barullo esperable-

 como si cada suciedad,

 cada mancha, borroneada


 alegremente, diese

 propósito, alegremente-

 ella no está suficientemente ahí.


 Él está enojado. Su

 cara crece -como si

 una luna se alzara


 de luz negra,

 oscureciendo convulsivamente,

 como si la vida fuese negra.


 Es negra.

 Es un agujero 

 abierto de horror, de


 nada como si no 

 suficiente no hay

 nada. Un hoyo-


 que él reconoce,

 familiar, ve 

 el uso en, un agujero


 para la rabia y

 lo llena 

consigo mismo,


 sin embargo vigila

 el borde de él,

 como si ella no debiera


 caer dentro,

 una mano podría

 detenerlo. Entonces


 mientras el griterío

 crece y crece

 más alto y más alto


 con espacios 

 del mismo abierto

 silencio, la oscuridad,


 dentro y fuera, él-

 mismo entre ellos,

 se para vacío y


 estirando sus

 manos hacia ambos,

 ahora gritando


 no puede ser

 lo mismo, ella

 espera en uno


 mientras el otro

 gime en el pozo

 en el suelo, en la pared.



 2


 Hay algún olor

 que sea rabia,


 un rostro

 que sea furia.


 Pienso pienso

 pero me encuentro a mí en ello.


 El patrón

 es sólo semejanza.


 no puedo verme a mí mismo

 sino como lo que veo, un


 objeto pero un hombre,

 con lujuria de perdón,


 rabiando, desde ese punto de observación.

 seguro en mi propósito,


 doble, dividido.

 Es una mera intención,


 una señal rápidamente adaptada,

 corrida para hacer


 un horrible lugar

 para la auto-satisfacción.


 Yo rabio.

 Yo rabio, yo rabio.



 3


 Lo hiciste,

 y no querías,


 y fue simple.

 No estabas involucrado,


 aún si te cortasen la cabeza,

 o cada dedo


 torcido 

 de su forma hasta romperse,


 y gritaras también

 con el otro, de placer.



 4

 Mirame,

 en la oscuridad,

 mi cara. Veme.


 Es el grito

 que escucho toda

 mi vida, mi propia


 voz, mi 

 ojo trabado

 en verse a sí mismo, no


 el mundo sea

 lo que fuere

 sino el cercano


 respirar junto

 a mí por el que me

 estiro, siento como


 el calor en mis manos entonces

 regresó. La rabia


 es lo que 

 quiero, lo

 que no puedo dar


 me a mí mismo, de 

 mí, en

 el mundo.



 5


 Después, qué 

 es - como si

 el sol se hubiese


 equivocado al volver,

 otra vez. Era

 otra vida, un


 día, algún

 tiempo ido, se

 había terminado.


 Pero también

 el placer, la

 apertura


 alivio

 aún en lo que

 era tan odiado.



 6


 Todo lo que decís que querés

 hacerte a vos mismo lo hacés

 a otro al mismo tiempo


 y nosotros nos sentamos entre vos 

 esperando por lo que sea que será

 al final el verdadero fin de vos.

 

 



 FUENTE


Jerome Rothenberg and Pierre Joris. Poems for the Mille-

nnium. Volume Two. From Postwar to Millennium. Univ.

of California Press, 1998.

 

(Fuente: Idiomas olvidados)

 

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