domingo, 19 de mayo de 2019

Emily Dickinson (Estados Unidos, 1830-1886)


Salí temprano... 

 

Salí temprano.
Cogí a mi perro y visité el mar.
Las sirenas de las profundidades
salieron para verme,
y las fragatas, en la superficie,
me arrojaron sus manos de cáñamo,
creyendo que yo era un ratón
en las arenas, atrapado.
Pero nadie me sacó.
Y la marea me cubrió los zapatos,
y el delantal, y el cinturón,
y me cubrió el corpiño también.
Y parecía que me iba a tragar,
como si fuera yo una gota de rocío
en la hoja de un diente de león.
Y entonces, yo también me moví.
El mar me seguía de cerca.
Sentía sus ondas de plata
en mi tobillo; después,
mis zapatos rebosaron perlas.
Hasta que llegamos a la ciudad segura.
Él parecía no conocer a nadie allí,
y, saludándome, con una mirada poderosa,
el mar se retiró.
Temo a la persona de pocas palabras.
Temo a la persona silenciosa.
Al sermoneador, lo puedo aguantar;
al charlatán, lo puedo entretener.
Pero con quien cavila
mientras el resto no deja de parlotear,
con esta persona soy cautelosa.
Temo que sea una gran persona.
 
 
(trad. de Enrique Goicolea).
 
(Fuente: Asamblea de palabras)

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