lunes, 27 de marzo de 2017

Santiago Sylvester (Salta, Argentina, 1942)


  (según Pascal, la mayoría de los males vienen al hombre 
                                                     por no saber quedarse en su casa)


Hay muchas razones para no salir de casa:
cómo saber qué quiero hacer
con todas las opciones que nos rodean:
no es que no prefiera alguna,
hablo de saber si hay una en mí.

No voy a hacer lo que no quiero hacer
ni voy a hacer lo que no tengo que hacer: el resultado no es
       el mismo si el motivo cambia:
no es le mismo color
si el blanco es por carencia
o por abundancia: no es lo mismo
escalón que desnivel:
pobreza que austeridad: es casi lo contrario:
y hablando caro
no quiero tomar sol
ni tomar sombra:
no quiero estar aquí
y mucho menos no estar:
no quiero mojarme
pero menos estar seco: tengo motivos para todo eso.

Lo verdaderamente difícil no es ganar o perder, tener
o no tener razón,
sino hacer propio un argumento
considerando todos los que andan sueltos por ahí.













                                                                (insistencia de Pitágoras)


Según la teoría pitagórica
hasta el silencio es sonido y música:
no lo advertimos por la continuidad: carece de intervalos:
     el mundo como es: siempre llueve, siempre
sale el sol,
siempre hay viento, carencia, bienestar: siempre
hay muerte y vida y otra vez: así
hasta que cante el gallo
y después se calle, y amanezca.

                                                     De pronto
alguien lo advierte
y empieza la cuenta de nuevo: recomienzan el murmullo, la
    vociferación:
el tributo sinfónico de la disonancia, hasta que de tanto
    recomenzar
tiene otra vez razón Pitágoras: todo es continuidad
y entonces ya no se oye
ni se ve;
hasta que alguien vea de nuevo.

Henry Michaux


¿Nausea o acaso es la muerte que llega?:


Ríndete, corazón mío.
Hemos luchado bastante,
Que mi vida se detenga,
No hemos sido cobardes,
Hicimos lo que pudimos.

¡Oh, alma mía!
Te vas o te quedas,
Tienes que decidirte,
No palpes así mis órganos,
A veces con atención, otras con extravío,
Te vas o te quedas,
Tienes que decidirte.
Yo ya no puedo más.
Señores de la Muerte
No los maldije ni los aplaudí.
Tengan piedad de mí, viajero de tantos viajes sin maleta,
Sin dueño tampoco, sin riqueza, y la gloria que se fue a otra parte,
Ustedes son ciertamente poderosos y divertidos por encima de todo,
Tengan piedad de este hombre enloquecido que antes
de cruzar la barrera ya les grita su nombre,
Atrápenlo al vuelo,
Y después que se amolde a sus temperamentos y costumbres,
si es posible,
Y si les place ayudarlo, ayúdenlo, se los ruego.




sábado, 25 de marzo de 2017

Rainer María Rilke


En verdad que es extraño no habitar ya la tierra,
abandonar las costumbres apenas aprendidas,
y a las rosas, y a otras cosas a su modo promisorias,
no conferirles el sentido del porvenir humano;
no ser ya lo que se fue en manos de angustia
infinita
y desprenderse hasta del propio nombre
como un juguete hecho pedazos.
Extraño no seguir deseando los deseos.
Extraño
ver que todo lo que nos concernía revolotea
sueltamente en el espacio. Y penosa la tarea de
estar muerto,
penoso el recobrarse plenamente hasta llegar a
sentir poco a poco
un asomo de eternidad. Pero todos los vivos
cometen el error de querer distinguir
con demasiada nitidez.



Rainer Maria Rilke, "Elegías de Duino", 1923.

jueves, 16 de marzo de 2017

Wislawa Szymborska


  La feria de los milagros




Un milagro corriente:
que se produzcan tantos milagros corrientes.

Un milagro ordinario:
el ladrido de los perros invisibles
en el silencio de la noche.

Un milagro del montón:
una nube menuda y ligera,
capaz de tapar la luna llena y compacta.

Muchos milagros en uno:
un aliso que se refleja en el agua
y que se vea invertido de izquierda a derecha
y que crezca allá con la copa hacia abajo
y que no llegue al fondo
pese a la poca profundidad del agua.

Un milagro cotidiano:
vientos de ligeros a moderados,
borrascas en plena tormenta.

Un milagro cualquiera:
las vacas son vacas.

Otro milagro, quiérase o no:
este huerto y sólo éste,
de esta pepita y sólo de ésta.

Un milagro sin frac ni sombrero de copa:
palomas blancas en desbandada.

Milagro, porque cómo llamarlo si no:
hoy el sol ha salido a las tres catorce
y se pondrá a las veinte cero uno.

Un milagro que no sorprende lo debido:
una mano tiene menos de seis dedos,
pero tiene más de cuatro.

Un milagro, y basta con abrir bien los ojos:
el mundo omnipresente.

Un milagro tan adicional como adicional es todo:
lo impensable
se puede pensar.




De Hombres en el puente (1986)
en Paisaje con grano de arena (antología 1957-1993)
Traducción: Jerzy Sławomirski y Ana María Moix
Imagen: Tomasz Wiech

domingo, 5 de marzo de 2017

Javier Heraud (Perú, 1942 - 1963)





Krishna o los deseos

                                                                                 A. C. B., interminable amigo.

                                                                         Keshava, ¿con qué objeto mataría 
                                                                         a los míos? No deseo la victoria, 
                                                                         los reinos ni los placeres. 
                                                                                               Bhagavad-Gita. I, 31


I

No deseo la victoria.
La victoria es siempre pasajera,
no queda después sino la muerte,
el regocijo, el gozo falso de la vida:
una hierba caída sobre el hombro,
un refugio que aguarda su retorno,
un escondido llanto después de la
batalla y la victoria.
Un vaso palpitante,
un cuerpo en perpetuo movimiento,
un cenicero vacío eternamente
son más efímeros quo la victoria,
efímera y vana, cansada y agotante.
Difícil es remar a remo suelto,
difícil llenar el vaso lleno,
difícil cambiar el tiempo ajeno.
No deseo la victoria ni la muerte,
no deseo la derrota ni la vida,
sólo deseo el árbol y su sombra,
la vida con su muerte.

II

No deseo los reinos.
Un reino es siempre mensurable:
tantos metros y distancias,
tantos bueyes y caballos lo
separan de otros reinos pasajeros.
No deseo ningún reino:
mi único reino es mi corazón cantando,
es mi corazón hablando,
mi único reino es mi corazón llorando,
es mi corazón mojado:
mi reino es mi seco corazón (ya lo dije)
mi corazón es el único reino
indivisible,
el único reino que nunca nos traiciona,
mi reino y mi corazón,
(ya tengo el corazón)
no deseo los reinos si tengo mi
pecho y mi garganta,
no deseo los valles ni los reinos.

III

No deseo los placeres.
No existe el placer sino la duda,
no existe el placer sino la muerte,
no existe el placer sino la vida.
(El mar lavará mi espíritu en las arenas,
lo lava todos los días en el recuerdo,
lo ha lavado con palabras,
el mar no es un placer sino una vida).
El mar es el reino de la soledad y el naufragio.

IV

No deseo sino la vida,
no deseo sino la muerte.

V

Descansar en el valle
que baña el río todas las tardes,
en las arenas que cubre el. mar
todas las noches,
en el viento que sopla en los ojos,
en la vida que alienta ya sin fuego,
en la muerte que respira el aire lleno,



(De Caínabella.blogspot)


miércoles, 1 de marzo de 2017

Ezra Pound


Lustra


EL RESTO

¡Oh, unos pocos desamparados en mi patria,
Oh, restos esclavizados!
Artistas destrozados por estar en contra,
Descarriados, perdidos en las aldeas,
Juzgados, difamados,
Amantes de la belleza,
Frustrados con los sistemas,
Impotentes contra el control;
Ustedes que no se dejan llevar
Por la persistencia del éxito.
Ustedes que sólo pueden hablar,
Y no se pueden fortalecer en la reiteración;
Ustedes, de sensibilidad más fina,
Destrozados en contra del falso conocimiento,
Ustedes, que sólo pueden conocer de primera mano,
Odiados, encerrados, juzgados:
Escuchen;
Yo resistí la tormenta,
Yo derroté mi exilio.



Tradución de Juan Arabia