martes, 8 de noviembre de 2016

Gerardo Deniz (México)



                 EVASIÓN
 
 
En Tlalpan hay varios manicomios.
Y viendo en la sala de espera esos viejos tomos
franceses
tan espesos
de balneoterapia y arsonvalización,
cruzando ese jardín por donde tres veces a la semana
discurren filoso
fías de vía angosta
—los perros trágicos machaca
dos en la carretera al
pasar en volandas,
y así habrá que pasar ahora.
Hace calor.
El que vaya a la hora cursi como todas marchando a
oscuras al lado de los rieles
podrá escuchar (si le importa)
 el zumbido de muchos
escarabajos enamoradísimos
entre las piedras del talud.
Más allá (es de suponerse)
descansan adineradas
adolescentes de miembros fruticosos,
con los labios secos, tendidas al descuido
como largos gatos de algalia.
(¿Habrán comido habas?
¿Borrarán como es debido los moldes de sus cuerpos
en las camas? Oh riesgo.)
 
Pero este mundo de trenes y escarabajos es un mundo 
de trenes y escarabajos,
sin embargo,
nagara.



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