"Los delfines", de Carol Ann Duffy
© Traducción de Juan Carlos Villavicencio
Mundo es lo que nadas o bailas, así de sencillo.
Estamos en nuestro elemento pero no somos libres.
Fuera de este mundo no puedes respirar por mucho tiempo.
El otro tiene mi forma. El movimiento del otro
forja mis pensamientos. Y también los míos. Hay un hombre
y hay aros. Hay un remordimiento fluyendo constantemente.
No hemos encontrado verdad alguna en estas aguas,
ni explicaciones temblando en nuestra carne.
Fuimos bendecidos y ahora no estamos bendecidos.
Después de viajar por días aquel espacio comenzamos
a traducir. Era el mismo espacio. Siempre
es el mismo espacio y sobre él está el hombre.
Y ahora ya no estamos bendecidos, pues el mundo
no se hará más profundo soñando. El otro lo sabe
y por amor me refleja como soy.
Vemos nuestra piel de plata destellar como el recuerdo
de otro lugar. Hay una bola de colores que
tenemos que equilibrar hasta que el hombre haya desaparecido.
La luna ha desaparecido. Rodeamos raídos canales
de agua en una sola nota. Por siempre música de derrota
desde el corazón del otro que convierte el mío en piedra.
Hay un juguete de plástico. No hay esperanza. Nos hundimos
hasta el borde de esta piscina hasta que suene el silbato.
Hay un hombre y nuestra mente sabe que aquí vamos a morir.
De Descontextos blog
Mundo es lo que nadas o bailas, así de sencillo.
Estamos en nuestro elemento pero no somos libres.
Fuera de este mundo no puedes respirar por mucho tiempo.
El otro tiene mi forma. El movimiento del otro
forja mis pensamientos. Y también los míos. Hay un hombre
y hay aros. Hay un remordimiento fluyendo constantemente.
No hemos encontrado verdad alguna en estas aguas,
ni explicaciones temblando en nuestra carne.
Fuimos bendecidos y ahora no estamos bendecidos.
Después de viajar por días aquel espacio comenzamos
a traducir. Era el mismo espacio. Siempre
es el mismo espacio y sobre él está el hombre.
Y ahora ya no estamos bendecidos, pues el mundo
no se hará más profundo soñando. El otro lo sabe
y por amor me refleja como soy.
Vemos nuestra piel de plata destellar como el recuerdo
de otro lugar. Hay una bola de colores que
tenemos que equilibrar hasta que el hombre haya desaparecido.
La luna ha desaparecido. Rodeamos raídos canales
de agua en una sola nota. Por siempre música de derrota
desde el corazón del otro que convierte el mío en piedra.
Hay un juguete de plástico. No hay esperanza. Nos hundimos
hasta el borde de esta piscina hasta que suene el silbato.
Hay un hombre y nuestra mente sabe que aquí vamos a morir.
en Selling Manhattan, 1987
De Descontextos blog
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