viernes, 30 de septiembre de 2016

Hernri Michaux


Maldije tu frente tu vientre tu vida
Maldije las calles que tu andar recorre
Los objetos que recoge tu mano
Maldije el interior de tus sueños
Puse un charco en tu ojo que ya no ve
Un insecto en tu oreja que ya no oye
Una esponja en tu cerebro que ya no comprende
Te he enfriado en el alma de tu cuerpo
Te he congelado en tu vida profunda
El aire que respiras te sofoca
El aire que respiras tiene aire de sótano
Es un aire que ya ha sido expirado
Que ha sido expulsado por hienas
El hedor de ese aire ya nadie puede respirarlo
Tu piel está completamente húmeda
Tu piel rezuma el agua del gran miedo
Tus axilas desprenden desde lejos un olor a cripta
Los animales se detienen a tu paso
Los perros aúllan por la noche, levantando la cabeza hacia tu casa
No puedes huir
No tienes ningún hormigueo en la punta del pie
Tu cansancio pone raíces de plomo en tu cuerpo
Tu cansancio es una larga caravana
Tu cansancio llega hasta el país de Nan
Tu cansancio es inexpresable
Tu boca te muerde
Tus uñas te arañan
Ya no es tuya tu mujer
Ya no es tuyo tu hermano
Una serpiente furiosa le ha mordido la planta del pie
Han mancillado tu progenitura
Han mancillado la risa de tu niñita
Han mancillado al pasar el rostro de tu morada
El mundo se aleja de ti
Yo remo
Yo remo
Yo remo contra tu vida
Yo remo
Yo me multiplico en remeros innumerables
Para remar con mayor fuerza contra ti
Caes en lo impreciso
Estás sin aliento
Te cansas aun antes de hacer el menor esfuerzo
Yo remo
Yo remo
Yo remo
Te vas, ebrio, atado a la cola de un mulo
La ebriedad como un inmenso quitasol que oscurece el cielo
Y convoca a las moscas
La ebriedad vertiginosa de los canales semicirculares
Comienzo mal escuchado de la hemiplejía
La ebriedad ya no te abandona
Te tumba hacia la izquierda
Te tumba hacia la derecha
Te tumba sobre el suelo pedregoso del camino
Yo remo
Yo remo
Yo remo contra tus días
En la casa del sufrimiento entras
Yo remo
Yo remo
Sobre un lazo negro tus acciones se inscriben
Sobre el gran ojo blanco de un caballo tuerto rueda tu porvenir
Yo remo


jueves, 29 de septiembre de 2016

Roque Dalton (El Salvador)


Hora de la ceniza


Finaliza septiembre. Es hora de decirte
lo difícil que ha sido no morir.

Por ejemplo, esta tarde
tengo en las manos grises
libros hermosos que no entiendo,
no podría cantar aunque ha cesado ya la lluvia
y me cae sin motivo el recuerdo
del primer perro a quien amé cuando niño.

Desde ayer que te fuiste
hay humedad y frío hasta en la música.
Cuando yo muera,
sólo recordarán mi júbilo matutino y palpable,
mi bandera sin derecho a cansarse,
la concreta verdad que repartí desde el fuego,
el puño que hice unánime
con el clamor de piedra que exigió la esperanza.

Hace frío sin ti. Cuando yo muera,
cuando yo muera
dirán con buenas intenciones
que no supe llorar.
Ahora llueve de nuevo.
Nunca ha sido tan tarde a las siete menos cuarto
como hoy.

Siento deseos de reír
o de matarme.

miércoles, 28 de septiembre de 2016

Antonio Cisneros (Perú)


Para hacer el amor

Para hacer el amor
debe evitarse un sol muy fuerte sobre los ojos de la muchacha
tampoco es buena la sombra si el lomo del amante se achicharra
para hacer el amor.
Los pastos húmedos son mejores que los pastos amarillos
pero la arena gruesa es mejor todavía.
Ni junto a las colinas porque el suelo es rocoso ni cerca
de las aguas.
Poco reino es la cama para este buen amor.
Limpios los cuerpos han de ser como una gran pradera:
que ningún valle o monte quede oculto y los amantes
podrán holgarse en todos sus caminos.
La oscuridad no guarda el buen amor.
El cielo debe ser azul y amable, limpio y redondo como un techo
y entonces
la muchacha no vera el Dedo de Dios.
Los cuerpos discretos pero nunca en reposo,
los pulmones abiertos,
las frases cortas.
Es difícil hacer el amor pero se aprende.



(De Alpialdelapalabra, blog)

martes, 27 de septiembre de 2016

T. S. Eliot


Los hombres huecos

I
Somos los hombres huecos
Los hombres rellenos de aserrín
Que se apoyan unos contra otros
Con cabezas embutidas de paja. ¡Sea!
Ásperas nuestras voces, cuando
Susurramos juntos
Quedas, sin sentido
Como viento sobre hierba seca
O el trotar de ratas sobre vidrios rotos
En los sótanos secos
Contornos sin forma, sombras sin color,
Paralizada fuerza, ademán inmóvil;
Aquellos que han cruzado
Con los ojos fijos, al otro Reino de la muerte
Nos recuerdan -si acaso-
No como almas perdidas y violentas
Sino, tan sólo, como hombres huecos,
Hombres rellenos de aserrín.


1925

domingo, 25 de septiembre de 2016

H.P. Lovecraft



No sabría decir por qué algunas cosas me producen
Una sensación de maravillas inexploradas por venir,
O de grieta en el muro del horizonte
Que se abre a mundos donde sólo los dioses pueden vivir.
Es una expectación vaga, sin aliento,
Como de grandes pompas antiguas que recuerdo a medias,
O de aventuras salvajes, incorpóreas,
Plenas de éxtasis y libres como un ensueño.

La encuentro en puestas de sol y en extrañas agujas urbanas,
En viejos pueblos y bosques y cañadas brumosas,
En los vientos del Sur, en el mar, en collados y ciudades iluminadas,
En viejos jardines, en canciones entreoídas y en los fuegos de la luna.
Pero aunque sólo por su encanto vale la pena vivir la vida
Nadie alcanza ni adivina el don que insinúa.
 

viernes, 23 de septiembre de 2016

Blanca Varela (Perú)


TERNERA ACOSADA POR TÁBANOS

podría describirla
¿tenía nariz ojos boca oídos?
¿tenía pies cabeza?
¿tenía extremidades?

sólo recuerdo al animal más tierno
llevando a cuestas
como otra piel
aquel halo de sucia luz

voraces aladas
sedientas bestezuelas
infamantes ángeles zumbadores
la perseguían

era la tierra ajena y la carne de nadie

tras la legaña
me deslumbró el milagro mortecino
la víspera el instinto la mirada
el sol nonato

¿era una niña un animal una idea?

ah señor
qué horrible dolor en los ojos
qué agua amarga en la boca
de aquel intolerable mediodía
en que más rápida más lenta
más antigua y oscura que la muerte
a mi lado
coronada de moscas
pasó la vida




jueves, 22 de septiembre de 2016

José Emilio Pacheco (México, 1939-2014)



Cerdo ante Dios
 
Tengo siete años. En la granja observo
por la ventana a un hombre que se persigna
y procede a matar un cerdo.
No quiero ver el espectáculo.
Casi humanos, escucho
alaridos premonitorios.
(Casi humano es, dicen los zoólogos,
el interior del cerdo inteligente,
aún más que perros y caballos.)
Criaturitas de Dios los llama mi abuela.
Hermano cerdo, hubiera dicho San Francisco.
Y ahora es el tajo y el gotear de la sangre
y soy un niño pero ya me pregunto:
¿Dios creó a los cerdos para ser devorados?
¿A quién responde: a la plegaria del cerdo
o al que se persignó para degollarlo?
Si Dios existe
¿por qué sufre este cerdo?
Bulle la carne en el aceite.
Dentro de poco
tragaré como un cerdo.


Pero no voy a persignarme en la mesa




(De Poesía del Toro de Barro)

martes, 20 de septiembre de 2016

Carol Ann Duffy


"Los delfines", de Carol Ann Duffy

© Traducción de Juan Carlos Villavicencio




Mundo es lo que nadas o bailas, así de sencillo.
Estamos en nuestro elemento pero no somos libres.
Fuera de este mundo no puedes respirar por mucho tiempo.
El otro tiene mi forma. El movimiento del otro
forja mis pensamientos. Y también los míos. Hay un hombre
y hay aros. Hay un remordimiento fluyendo constantemente.

No hemos encontrado verdad alguna en estas aguas,
ni explicaciones temblando en nuestra carne.
Fuimos bendecidos y ahora no estamos bendecidos.
Después de viajar por días aquel espacio comenzamos
a traducir. Era el mismo espacio. Siempre
es el mismo espacio y sobre él está el hombre.

Y ahora ya no estamos bendecidos, pues el mundo
no se hará más profundo soñando. El otro lo sabe
y por amor me refleja como soy.
Vemos nuestra piel de plata destellar como el recuerdo
de otro lugar. Hay una bola de colores que
tenemos que equilibrar hasta que el hombre haya desaparecido.

La luna ha desaparecido. Rodeamos raídos canales
de agua en una sola nota. Por siempre música de derrota
desde el corazón del otro que convierte el mío en piedra.
Hay un juguete de plástico. No hay esperanza. Nos hundimos
hasta el borde de esta piscina hasta que suene el silbato.
Hay un hombre y nuestra mente sabe que aquí vamos a morir.




en Selling Manhattan, 1987



De Descontextos blog












lunes, 19 de septiembre de 2016

Roque Dalton


Alta hora de la noche


Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre
porque se detendrá la muerte y el reposo.
Tu voz, que es la campana de los cinco sentidos,
sería el tenue faro buscado por mi niebla.
Cuando sepas que he muerto di sílabas extrañas.
Pronuncia flor, abeja, lágrima, pan, tormenta.
No dejes que tus labios hallen mis once letras.
Tengo sueño, he amado, he ganado el silencio.
No pronuncies mi nombre cuando sepas que he muerto
desde la oscura tierra vendría por tu voz.
No pronuncies mi nombre, no pronuncies mi nombre,
Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre.

sábado, 17 de septiembre de 2016

Saint-John Perse (1887-1975)



Mares
Estrechos son los bajeles
                                                        
Traducción de Jorge Zalamea Borda
I
    

Estrechos son los bajeles, estrecho nuestro lecho.
Inmensa la extensión de las aguas, más vasto nuestro imperio
En las cerradas estancias del deseo.

     Entra el Verano, que viene de mar. A la mar sola diremos
     Que extranjeros fuimos en las fiestas de la ciudad,
y qué astro ascendiente de las fiestas submarinas
     Vino una noche a husmear en nuestro lecho, el lecho de lo divino.

     En vano la tierra próxima nos traza su frontera.
Una misma ola por el mundo, una misma ola desde Troya
     Menea su cadera hasta nosotros. En la alta mar
muy lejos de nosotros se imprimió antaño ese soplo...
     Y el rumor una noche fue grande en las estancias:
¡la muerte misma, a son de caracolas, no se haría oír en ellas!

     ¡Amad, oh parejas, los bajeles; y la mar alta en las estancias!
     La tierra una noche lleva sus dioses, y el hombre da caza a las bestias leonadas;
las ciudades se desgastan, las mujeres sueñan. ..Que haya siempre a nuestra puerta
     Esa alba inmensa llamada mar -selección de alas y levantamiento de armas;
amor y mar del mismo lecho, amor y mar en el mismo lecho -

     y este diálogo aún en las cámaras.

De su libro
Mares
 
 
 
 
 
 
 

viernes, 16 de septiembre de 2016

Wislawa Szymborska

Vietnam



Mujer ¿cómo te llamas? -No sé
¿Cuándo naciste? ¿de dónde eres? -No sé
¿Por qué cavaste esta madriguera? -No sé
¿Desde cuándo te escondes? -No sé
¿Por qué mordiste el dedo cordial? -No sé
¿Sabes que no te vamos a hacer nada? -No sé
¿A favor de quién estás? -No sé
Estamos en guerra, tienes que elegir. -No sé
¿Existe todavía tu aldea? -No sé
¿Éstos son tus hijos? -Sí






jueves, 15 de septiembre de 2016

Roberto Juarroz (1925-1995)



Soñamos con un lector perfecto.
Superior a nosotros.
Mejor aún que la propia lectura
de nosotros mismos.

Para él escribimos
aunque no exista.
No podemos dejar de sentir
que se esconde detrás de ese silencio
que arrastran las palabras
como una túnica partida.

Quizá si persistimos
en este oficio desolado
de elevar torres sin andamios
el lector que no existe
despierte alguna vez
allí donde el lector
ya no es necesario,
porque al final toda lectura se lee sola.




de Décimocuarta Poesía Vertical


martes, 13 de septiembre de 2016

Malcolm Lowry


POR EL PLACER DE MORIR


Los tormentos del infierno son implacables,
sus llamas arden fieras.
Sin embargo, los buitres, encaran el viento con
mayor belleza que las gaviotas planeando 
a la fresca luz del sol, o que abanicos en manicomios 
ahuyentando un espejismo de destino en favor
de una esperanza que jamás se aventuró tan
arriba como la decepción vital, a horcajadas sobre el 

vuelo del buitre.
Si la muerte puede volar, sólo por el placer de volar,
¿Qué no podría hacer la vida por el placer de morir?

lunes, 12 de septiembre de 2016

Susana Thénon


Canto nupcial  (título provisorio)



Me he casado
me he casado conmigo
me he dado el sí
un sí que tardó años en llegar
años de sufrimientos indecibles
de llorar con la lluvia
de encerrarme en la pieza
porque yo -el gran amor de mi existencia-
no me llamaba
no me escribía
no me visitaba
y a veces
cuando juntaba yo el coraje de llamarme
para decirme: hola ¿estoy bien?
yo me hacía negar

llegué incluso a escribirme en una lista de clavos
a los que no quería conectarme
porque daban la lata
porque me perseguían
porque me acorralaban
porque me reventaban
al final ni disimulaba yo
cuando yo me requería
me daba a entender
finamente
que me tenía podrida
y una vez dejé de llamarme
y dejé de llamarme
y pasó tanto tiempo que me extrañé
entonces dije
¿cuánto hace que no me llamo?
añares
debe de hacer añares
y me llamé y atendí yo y no podía creerlo
porque aunque parezca mentira
no había cicatrizado
solo me había ido en sangre
entonces me dije: hola ¿soy yo?
soy yo, my dife, y añadí:
hae muchísimo que no sabemos nada
yo de mí ni mí de yo
¿quiero venir a casa?
sí, dije yo
y volvimos a encontrarnos
con paz
yo me sentía bien junto conmigo
igual que yo
que me sentía bien junto conmigo
y así
de un día para el otro
me casé y me casé
y estoy junto
y ni la muerte puede separarme.

jueves, 8 de septiembre de 2016

Michel Houellebecq


Cae la tarde, portadora de paz y de amargura;
La sangre late en las venas al ritmo aletargado
De fin de la jornada; los cuerpos están embrutecidos,
Mañana por la mañana el cielo se cubrirá de bruma.

Un aire calmo y cobrizo circula entre los cuerpos
Que se embadurnan en aceite y sonríen a la muerte,
Programados en sus genes y en sus costumbres,
Una cometa vacila; ebria de soledad.

Se paraliza la tarde, la cometa cae;
El niño está ante ella, contemplando la tumba
Entre las varillas rotas, los restos de la vela,
En la perfecta indiferencia de la naturaleza.

El niño mira fijamente al suelo y su alma se depura;
Haría falta un gran viento que disperse la arena,
El redundante océano, el aceite y las carnes miserables;
Haría falta un viento fuerte, un viento inexorable.

*

Por toda compañía tengo un contador eléctrico,
Cada veinte minutos emite unos ruidos secos
Y su funcionamiento preciso y mecánico
Me consuela un poquito de mis recientes fracasos.

En mis primeros años tenía yo un  dictáfono
Y me gustaba repetir con una voz irónica
Poemas conmovedores, sensibles y narcisistas
Al corazón tranquilizador de sus dos micrófonos.

Adolescente ingenuo, sabiendo poco del mundo,
Me gustaba rodearme de máquinas perfectas
Cuyo modo de empleo, lleno de frases profundas,
Tornaba mi corazón contento, mi vida rica y completa.

Nunca la compañía de un ser humanoide
Había turbado mis noches: todo iba mejor que bien
Y yo me organizaba la vida de un pequeño viejo
Pensativo y dulce, amable pero muy lúcido.

*

Tengo que echarme
Y dormir un poco,
Tendría que intentar
Limpiarme los ojos.

Dígame quién soy
Y míreme a los ojos
¿Es usted mi amiga?
¿Me hará usted feliz?

La noche no ha acabado
Y la noche está ardiendo
¿Dónde está el paraíso?
¿Dónde se han metido los dioses?

*



miércoles, 7 de septiembre de 2016

Estela Figueroa


La enamorada del muro

I

La enamorada del muro
no sabe cómo es el muro.
pero seguro siente su humedad
cuando ha llovido.
Su aridez
en tiempo seco.
La enamorada del muro
depende del muro.
A él se aferra.
Si el muro se cae
ella se desparrama
como una cabellera sin cabeza.

A veces es tímida
y cubre sólo la base
como una mujer arrodillada
que abraza las piernas de una hombre.
Y a veces –qué deseo
y qué orgullo caben en ella–
cubre no sólo el muro
sino toda la casa.

II

Todo amor nace
a partir de una pequeña confusión.
Nadie puede decir con certeza
si es el muro el que sostiene a su enamorada
o es la enamorada
la que sostiene el muro.
Y todo amor crece
a partir de pequeñas carencias:
La enamorada del muro no florece.
Tampoco el muro.

III

Visto desde afuera
la impresión general es de una gran belleza.
¿Pero quién puede alejarse para mirar
cuando está enamorado?
El muro no ve el hermoso conjunto.
Ve pequeños tentáculos
que se clavan en él.
La enamorada ve el muro descarnado.
“El es el hueso que me da forma.
Yo soy la carne que le da vida”.

IV

Vampiro en el jardín

Ningún jardinero
la recomendaría.
La enamorada del muro
tan pródiga con el muro
tiene un rol muy cruel en el jardín.

Está en su naturaleza apropiarse
de toda la humedad del terreno.
De modo que mientras ella se expande
y se demora tiernamente en el abrazo
las otras plantas mueren.
¿Qué puede importarle?

Una mujer enamorada es capaz
de atravesar sin ver una ciudad bombardeada.
Los ojos fijos en los labios de su amor.

No hay culpa
en la pasión.

“No permitiré que nada
ni nadie
te haga daño
amor mío”

V

En sí misma

Sólo una loca pudo
enamorarse de un muro.

Un muro no habla.
No escribe cartas.
No florece.

Cubierto totalmente por las hojas
deja de ser visible.
hasta se puede dudar de su existencia.

“No es eso
hija
lo que te enamora.
No es muro.
Es tu esplendor”.



(De Caína Bella)

martes, 6 de septiembre de 2016

Julian Barnes

Nada que temer


«Siendo adolescente, encorvado sobre un libro o revista en el cuarto de baño, solía decirme a mí mismo que Dios no podía existir porque la idea de que pudiera estar observándome mientras me masturbaba era absurda; era más absurda aún la de que todos mis antepasados difuntos estuviesen colocados en fila y también mirando. Tenía además otros argumentos racionales, pero lo que acabó con El fue aquella sensación poderosamente persuasiva; una sensación asimismo interesada, por supuesto. La idea de que el abuelo y la abuela observaran lo que me traía entre manos me habría causado una seria zozobra.
Al recordar esto, sin embargo, me pregunto por qué no pensé en más posibilidades. ¿Por qué presupuse que Dios, si estaba mirando, desaprobaba forzosamente que yo vertiese mi semen? ¿Por qué no se me ocurrió pensar que si el cielo no se desplomaba al presenciar mi ferviente e inagotable actividad, quizá fuera porque el cielo no la consideraba un pecado? Tampoco se me ocurrió imaginar que mis antepasados sonriesen al observar mis acciones: adelante, hijo, disfrútalo mientras lo tengas, no podrás hacer eso cuando seas un espíritu incorpóreo, así que hazte otra por nosotros».

Oliverio Girondo (Buenos Aires, 1891 - 1967)


Tardará, tardará. 

 


Ya sé que todavía
los émbolos,
la usura,
el sudor,
las bobinas
seguirán produciendo,
al por mayor,
en serie,
iniquidad,
ayuno,
rencor,
desesperanza;
para que las lombrices con huecos portasenos,
las vacas de embajada,
los viejos paquidermos de esfínteres crinudos,
se sacien de adulterios,
de hastío,
de diamantes,
de caviar,
de remedios.

Ya sé que todavía pasarán muchos años
para que estos crustáceos
del asfalto
y la mugre
se limpien la cabeza,
se alejen de la envidia,
no idolatren la saña,
no adoren la impostura,
y abandonen su costra
de opresión,
de ceguera,
de mezquindad.
de bosta.
Pero, quizás, un día,
antes de que la tierra se canse de atraernos
y brindarnos su seno,
el cerebro les sirva para sentirse humanos,
ser hombres,
ser mujeres,
-no cajas de caudales,
ni perchas desoladas-,
someter a las ruedas,
impedir que nos maten,
comprobar que la vida se arranca y despedaza
los chalecos de fuerza de todos los sistemas;
y descubrir, de nuevo, que todas las riquezas
se encuentran en nosotros y no bajo la tierra.
Y entonces...
¡Ah!, ese día
abriremos los brazos
sin temer que el instinto nos muerda los garrones,
ni recelar de todo,
hasta de nuestra sombra;
y seremos capaces de acercarnos al pasto,
a la noche,
a los ríos,
sin rubor,
mansamente,
con las pupilas claras,
con las manos tranquilas;
y usaremos palabras sustanciosas,
auténticas;
no como esos vocablos erizados de inquina
que babean las hienas al instarnos al odio,
ni aquellos que se asfixian
en estrofas de almíbar
y fustigada clara de huevo corrompido;
sino palabras simples,
de arroyo,
de raíces,
que en vez de separarnos
nos acerquen un poco;
o mejor todavía
guardaremos silencio
para tomar el pulso a todo lo que existe
y vivir el milagro de cuanto nos rodea,
mientras alguien nos diga,
con una voz de roble,
lo que desde hace siglos
esperamos en vano.

lunes, 5 de septiembre de 2016

Nicanor Parra

Es olvido



Juro que no recuerdo ni su nombre,
Mas moriré llamándola María,
No por simple capricho de poeta:
Por su aspecto de plaza de provincia.
¡Tiempos aquellos!, yo un espantapájaros,
Ella una joven pálida y sombría.
Al volver una tarde del Liceo
Supe de la su muerte inmerecida,
Nueva que me causó tal desengaño
Que derramé una lágrima al oírla.
Una lágrima, sí, ¡quién lo creyera!
Y eso que soy persona de energía.
Si he de conceder crédito a lo dicho
Por la gente que trajo la noticia
Debo creer, sin vacilar un punto,
Que murió con mi nombre en las pupilas.
Hecho que me sorprende, porque nunca
Fue para mí otra cosa que una amiga.
Nunca tuve con ella más que simples
Relaciones de estricta cortesía,
Nada más que palabras y palabras
Y una que otra mención de golondrinas.
La conocí en mi pueblo (de mi pueblo
Sólo queda un puñado de cenizas),
Pero jamás vi en ella otro destino
Que el de una joven triste y pensativa
Tanto fue así que hasta llegué a tratarla
Con el celeste nombre de María,
Circunstancia que prueba claramente
La exactitud central de mi doctrina.
Puede ser que una vez la haya besado,
¡Quién es el que no besa a sus amigas!
Pero tened presente que lo hice
Sin darme cuenta bien de lo que hacía.
No negaré, eso sí, que me gustaba
Su inmaterial y vaga compañía
Que era como el espíritu sereno
Que a las flores domésticas anima.
Yo no puedo ocultar de ningún modo
La importancia que tuvo su sonrisa
Ni desvirtuar el favorable influjo
Que hasta en las mismas piedras ejercía.
Agreguemos, aún, que de la noche
Fueron sus ojos fuente fidedigna.
Mas, a pesar de todo, es necesario
Que comprendan que yo no la quería
Sino con ese vago sentimiento
Con que a un pariente enfermo se designa.
Sin embargo sucede, sin embargo,
Lo que a esta fecha aún me maravilla,
Ese inaudito y singular ejemplo
De morir con mi nombre en las pupilas,
Ella, múltiple rosa inmaculada,
Ella que era una lámpara legítima.
Tiene razón, mucha razón, la gente
Que se pasa quejando noche y día
De que el mundo traidor en que vivimos
Vale menos que rueda detenida:
Mucho más honorable es una tumba,
Vale más una hoja enmohecida.
Nada es verdad, aquí nada perdura,
Ni el color del cristal con que se mira.

Hoy es un día azul de primavera,
Creo que moriré de poesía,
De esa famosa joven melancólica
No recuerdo ni el nombre que tenía.
Sólo sé que pasó por este mundo
Como una paloma fugitiva:
La olvidé sin quererlo, lentamente,
Como todas las cosas de la vida.