viernes, 11 de diciembre de 2015

Héctor Viel Temperley


Larga esquina de verano


¿Nunca morirá la sensación de que el demonio puede
servirse de los cielos, y de las nubes y las aves,
para observarme las entrañas?
Amigos muertos que caminan en las tardes grises
hacia frontones de pelota solitarios: El rufián que
me mira se sonríe como si yo pudiera desearla
todavía.
Se nubla y se desnubla. Me hundo en mi carne; me
hundo en la iglesia de desague a cielo abierto en
la que creo. Espero la resurrección espero su
estallido contra mis enemigos- en este cuerpo, en
este día, en esta playa. Nada puede impedir que en
su Pierna me azoten como cota de malla -y sin
ninguna Historia ardan en mí- las cabezas de
fósforos de todo el Tiempo.
Tengo las toses de los viejos fusiles de un Tiro
Federal en los ojos. Mi vida es un desierto entre
dos guerras. Necesito estar a oscuras. Necesito
dormir, pero el sol me despierta. E1 sol, a través
de mis párpados, como alas de gaviotas que echan
cal sobre toda mi vida; el sol como una zona que me
había olvidado; el sol como un golpe de espuma en
mis confines; el sol como dos jóvenes vigías en una
tempestad de luz que se ha tragado al mar, a las
velas y al cielo. (1984)

Hector Viel Temperley, Obra completa, Ediciones del Dock


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